SIN CLIENTES, NO HAY TRATA

LOAN, EL CASO TESTIGO

SIN CLIENTES, NO HAY TRATA

Abrazadito sobre sí mismo, con carita de concentración, Loan golpeaba con sus alpargatitas blancas el piso de tierra al ritmo de un sentido chamamé. Ese video y la fotografía con su carita redonda, llena de inocencia, de infancia, se nos ha mostrado persistentemente en estos días de búsqueda desesperada y de corrimiento de velo sobre diversas problemáticas que azotan nuestra sociedad, pero sobre la cual rara vez se habla.

Texto: Agustina Díaz

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Fotomontaje: Diego Abu Arab

No se sabe exactamente qué pasó con Loan, ni dónde está.  En las últimas horas, declaraciones de sus familiares, abrieron otro camino investigativo. Por varios días, entre las diversas hipótesis que se manejaban, la vinculada al delito de trata de personas era la que más fuerza ha cobrado. Mientras el tiempo corre, sin novedades certeras, todo lo ocurrido tiene que servirnos para mirar aquellos lugares que no queremos. Que el caso de Loan, nos obligue a hablar de aquello que ocurre y que atenta contra la vida y la dignidad de cientos de personas, cada día, en nuestro país y en el mundo. Aquel delito frecuente y persistente que existe porque hay seres humanos dispuestos a consumir a otros y explotarlos.

LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD ES LA HISTORIA DE LA TRATA DE PERSONAS

Marx escribió en el Manifiesto Comunista que “la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases”, pero, lamentablemente, la historia de la humanidad también es la de la explotación de seres humanos, que quedan fuera de toda categoría de clase social, porque ni siquiera tienen la básica libertad liberal de vender su fuerza de trabajo.

El abolicionismo y las luchas contra la esclavización de personas acompañó los procesos de conformación de los Estados nacionales que abrazaron las constituciones liberales como sistema de organización política y social. Incluso, con el paso de los años, los países que amasaron fortunas traficando seres humanos de un continente a otro se convirtieron en defensores de la libertad y la igualdad jurídica de todas las personas. Pero, detrás de la formal prohibición del tráfico y explotación de personas, de hecho, esto siguió ocurriendo.

En estas tierras rioplatenses, a pesar de la declaración de la libertad de vientres en la Asamblea del Año XIII, miles de personas han sido víctima de la trata de personas desde aquel lejano entonces. Tras la independencia de Estaña, cientos de afrodescendientes continuaron siendo esclavizados y esclavizadas en las suntuosas casonas de las familias patricias argentinas. Otro tanto pasó desde fines del siglo XIX hasta mediados del siglo XX con los pueblos indígenas sometidos militar y culturalmente. Familias de indígenas patagónicos fueron exhibidos en jaulas en tours por Europa, en las instalaciones de la Sociedad Rural y en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata. Por su parte, en el Gran Chaco, cientos de indígenas fueron sometidos a través del sistema de reducciones, donde eran explotados hasta la muerte para producir algodón. La explotación de personas también fue constante en aquellas décadas, cuando el imperio de La Forestal destruía montes y cuerpos por igual, como lo relata crudamente Alejandro Jasinski en su libro “El encanto del tanino”.

“Si hay explotación, detrás hay personas que se enriquecen con ello porque hay otras dispuestas a comprar como mercancía los cuerpos y las vidas de otros seres humanos”

Podríamos continuar reseñando una cronología de la explotación hasta nuestros días, tiempos donde el tráfico de personas parece lejano y llevado a cabo por sistemas sofisticados de gente monstruosa. Pero hay una constante y una incómoda verdad para el conjunto de la sociedad en la que vivimos y construimos: si hay explotación, detrás hay personas que se enriquecen con ello porque hay otras dispuestas a comprar como mercancía los cuerpos y las vidas de otros seres humanos.

Tráfico de órganos, explotación sexual, explotación sexual infantil y explotación laboral son las caras de una misma moneda: en una cara están las víctimas y en otra cara están los tratantes y clientes.

UN “NEGOCIO” GLOBAL Y MILLONARIO

El tráfico de personas tiene, por lo general, dos grandes objetivos: la explotación sexual y/o la explotación laboral (aunque también se ha visto un incremento vinculado al tráfico de órganos). Dentro de la explotación sexual, hay un segmento que se ocupa de la explotación sexual infantil, uno de los sectores más “rentables” del comercio y consumo de seres humanos.

Para tomar dimensión de lo que ocurre, el “turismo” sexual con niños y niñas que ha crecido exponencialmente a medida que la industria de viajes internacionales se expandió y los viajeros de países ricos pueden llegar a destinos más apartados y exóticos y contar con anonimato e impunidad. Según informes de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) el fenómeno es tan grande que en algunos casos representa entre el 2 y 14% del PBI de países como Indonesia, Tailandia, Malasia o Filipinas.

Los consumidores, generalmente, son hombres de entre los 40 y 60 años, de todas las clases sociales, la mayoría proveniente de países de Europa occidental y USA. Las víctimas, niños y niñas, crecientemente de menos de diez años, sometidas a prostituirse en un promedio de hasta 30 abusadores por semana y en pésimas condiciones de existencia (mala alimentación, castigos físicos y psicológicos, contagio de enfermedades no tratadas, etc.)

Horrible ¿no? ¿Lejano? No. En Argentina esto ocurre, fundamentalmente en la zona de la Triple Frontera, que abarca las ciudades de Puerto Iguazú (Argentina), Foz de Iguazú (Brasil) y Ciudad del Este y Presidente Franco (Paraguay). Al estudiar las condiciones de vida en la región, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) descubrió que entre 3.500 y 4.000 personas con menos de 18 años sufren explotación sexual en «burdeles y en lugares cerrados», cuyos clientes utilizan la infraestructura turística de la zona de Cataratas de Iguazú y Brasil y las localidades paraguayas. Si, convivimos con niños, niñas y adolescentes explotados y, también, con explotadores y abusadores.

LOS MITOS Y LAS VERDADES DE LA TRATA

El mito de la combi blanca rondando las calles para secuestrar niñas, niños y adolescentes para explotarlas sexualmente está presente en el imaginario colectivo. Lo cierto es que, aunque el secuestro violento en la vía pública no es una modalidad que haya desaparecido, no es la que se advierte comúnmente. Por el contrario, el engaño se presenta como el tipo de captación más utilizado, en la mayoría de los casos, sobre ofertas laborales en personas con una situación de vulnerabilidad social muy alta (trabajos domésticos, trabajo en whiskerías como coperas o meseras, niñeras, etc.). Pero también el engaño opera en tanto son familiares y allegados a la víctima quienes forman parte de la red tratante y de explotación.

“Aproximadamente, en el 25% de los casos que llegan a la justicia existe una suposición de complicidad de funcionarios públicos o policiales”

La Unidad Fiscal de Asistencia para la Investigación de Secuestros Extorsivos y Trata de Personas (UFASE) y el Instituto de Estudios Comparados en Ciencias Penales y Sociales (INECIP) revelaron que la problemática de la trata con fines de explotación sexual en la Argentina afecta casi exclusivamente a las mujeres (98% de las víctimas). Sobre el origen de estas, existe una leve preeminencia de víctimas argentinas (51%) en relación a las víctimas extranjeras, aunque se observa un porcentaje realmente significativo de mujeres paraguayas (36%). En relación con los lugares de explotación, existe una predominancia clara de las whiskerías, pubs y pooles (74%), por sobre los privados (22%).

Este estudio da cuenta que la actividad se desarrolla en lugares públicos e identificables, incluso muchas veces habilitados por los municipios. Y aquí hay otro punto significativo que refiere a la complacencia o complicidad de gobernantes y funcionarios públicos en el delito de la trata de personas pues, aproximadamente, en el 25% de los casos que llegan a la justicia existe una suposición de complicidad de funcionarios públicos o policiales.

Mientras se destapa la olla de inmundicia que supone el tráfico de personas, de niños y niñas, de mujeres y hombres, ya sea para explotarlos sexualmente, laboralmente, para quitarles sus órganos o para usarlos como mulas del narcotráfico, el reloj sigue corriendo cruelmente, desvaneciendo las posibilidades de encontrar a tantas víctimas buscadas por días, meses y años.

En el caso de Loan, la justicia y el Estado aún no pueden aseverar que su desaparición esté vinculada a redes de trata de personas. Todavía no sabemos qué pasó con él, qué le han hecho, cuál ha sido su destino. Por el contrario, cada nueva hipótesis nos cubre de espanto y temor. Pero que no sea en vano la irrupción de la temática de la de trata de personas en la opinión pública y en los medios de comunicación, que su denuncia y visibilización no se diluya con los días y la aparición de otros temas de agenda. 

Ojalá pronto podamos volver a ver imágenes de ese gurisito hermoso, bailando alegre un chamamé, con sus alpargatitas blancas removiendo el polvo de la tierra y sus brazos acunando un pequeño acordeón de juguete. 

Mientras tanto, tenemos prohibido olvidarlo y tenemos el deber de reconocer que, aunque quizás (ojalá) no sea el caso de Loan, decenas de niños y niñas han sido víctimas de redes de criminalidad en nuestro territorio. Tenemos prohibido olvidar que sin clientes no hay trata.

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