LA FE Y LA COMUNIDAD, UNA VERDADERA CONTRACULTURA

SE ESTRENÓ EL DOCUMENTAL SOBRE CARLOS MUGICA

LA FE Y LA COMUNIDAD, UNA VERDADERA CONTRACULTURA

Inmersos en una propuesta cultural individualizante, cruel y materialista, apostar a la fe como construcción comunitaria de un sentido solidario parece revolucionario. La figura del sacerdote Carlos Mugica nos interpela e inspira, especialmente en una ciudad como Gualeguaychú, donde su sentido espiritual y político atravesó a una generación entera. El estreno de la película “Padre Mugica, a la hora de la luz” y el diálogo con uno de sus directores, Walter Peña, nos ayuda a pensar en esta clave.

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UNA HERENCIA POCO CONOCIDA

Hubo una época en nuestra ciudad, fiel al clima de aquella época, en que la juventud ocupaba las parroquias y capillas con música y compromiso. Especialmente, la Casa de la Juventud fue el punto de encuentro de una generación que creía con fuerzas en un Dios de misericordia, justicia y dignidad. Por esa razón, el compromiso con los que sufren y la opción preferencial por los pobres eran la contracara necesaria de cualquier persona de fe coherente con el mensaje evangélico.

Eran tiempos del Concilio Vaticano II, de dictaduras violentas, de proscripción política y de emergencia de sacerdotes como el Padre Carlos Mugica, que con carisma y convicción llamaban a estar cerca del pueblo y sus dolores. Allá andaban los pibes de la Casa de la Juventud, en los barrios pobres de Gualeguaychú, haciendo campamentos, organizando jornadas solidarias y soñando con un horizonte de justicia y libertad.

Pocos años después, fueron muchos de estos jóvenes las víctimas del Terrorismo de Estado, de la persecución ideológica, de la prisión, las torturas y de la desaparición forzada de personas.

Toda esa iglesia militante y politizada cayó al olvido, en nuestra ciudad, al terminar la dictadura. El discurso era el de la jerarquía eclesiástica que habló de reconciliación sin justicia y que no reivindicó a sus propios mártires (que fueron muchísimos: sacerdotes, laicos, catequistas y religiosas). Recién en el año 2018, el Papa Francisco beatificó como santos y mártires de la Iglesia Católica al obispo Enrique Ángel junto a otras víctimas de la dictadura militar: Carlos de Dios Murias (sacerdote), Gabriel Rogelio Longueville (sacerdote) y Wenceslao Pedernera (laico y campesino), reconocimiento religioso que aún no se ha logrado con decenas de víctimas cristianas.

UNA PELÍCULA PARA PENSAR Y REZAR

El 11 de mayo de 2024 se cumplieron 50 años del asesinato de Carlos Mugica, referente latinoamericano de los sacerdotes de la opción por los pobres. Esa fue la excusa perfecta que encontraron Walter Peña y Nicolás Cuiñas para realizar una película documental como homenaje a su legado. Para ello, contaron, nada más y nada menos, con la participación de Víctor Laplace, Marilina Ross, Fernando “Pato” Galmarini, Domingo Bresci, Leon Gieco, Ricardo Capelli, Mamerto Menapace, Padre Pepe, Jorge Benedetti y vecinos históricos, quienes fueron entretejiendo una semblanza emotiva y cargada de fuerza. Walter Peña dialogó con La Mala.

– ¿Por qué una película sobre Mugica?

– Decidimos hacer una película sobre Mugica más allá del 50 aniversario de su asesinato (que se cumplió el 11 de mayo de este año). Más allá de esa conmemoración, de ese recuerdo, de ese volver a pasarlo por el corazón, de ese volver a tenerlo en la memoria, es una historia que nos atraviesa y que está más vigente que nunca en este tiempo en el que es tan fundamental el ejercicio de la justicia social y el ejercicio de poder mirar y tener compasión con aquel que está más débil, más vulnerable. Así que Mugica es un testimonio de vida y de entrega, fundamental es tenerlo presente, traerlo, actualizar su mirada, su pensamiento y ponerlo hoy más vivo que nunca.

– ¿Queda algo de la iglesia de aquel tiempo?

– La verdad que sí. En la película nosotros lo mostramos de alguna manera. Mugica, digamos, es el mártir de los curas villeros. La iglesia villera, los curas villeros, los laicos comprometidos que están metidos adentro de los barrios populares son un legado de la iglesia de ese tiempo, de lo que fue el concilio vaticano y su desarrollo. Por eso podemos decir que sí, que está muy presente y es un legado de laicos y religiosos de la iglesia de aquel tiempo.

“Él se la jugó, arriesgó, tuvo convicciones firmes y esa historia hace temblar a aquellos que dicen tenerlas y no las tienen”

– ¿Qué fue lo que más les impactó de lo que conocieron e investigaron durante el rodaje de la película?

– Principalmente, la relación que tenía él con los vecinos de la villa, con la gente más vulnerable. Tenía una relación de familia, o sea, no tenía una pastoral sacerdotal donde eran vecinos o vecinas, sino que eran parte de su familia. Estaban sus amigos, sus amigas, sus compañeros de trabajo, de militancia, de pastoral, y eso era algo muy marcado cuando uno charla y conversa con la gente de los barrios. Por otro lado, esa total entrega, el no quedarse en las sombras, el no jugar a las sombras o el irse. Él se queda y se pone a la luz, se pone al frente, y esa entrega es total. Por eso este martirio que se hizo en el año 74 a la salida de una misa. Alguien que estaba a la luz viendo cómo estirarle la mano y ayudar a aquel que estaba abajo para que esté mejor.

– ¿Por qué, al día de hoy, Mugica sigue siendo una figura controvertida?

– Mugica es una figura controvertida porque se juega, se arriesga, se involucra, porque de venir de una familia aristocrática, tener una vida acomodada, decide involucrarse con la pastoral más pobre y humilde. Él se mete en la villa y se involucra, en el sentido de que deja su vida. Eso lo hace controvertido porque es el reflejo de lo que muchos no hacen, es el reflejo para interpelarse y para ver qué es lo que se está haciendo y qué no se está haciendo. A nivel político eso mismo lo hace controvertido, porque él se la jugó, arriesgó, tuvo convicciones firmes y esa historia hace temblar a aquellos que dicen tenerlas y no las tienen.

– ¿Cómo se puede ver la película?

– A través de un circuito de funciones o presentaciones comunitarias que vamos realizando. Este año estrenamos la película en Canal 9 y al mes siguiente, el 11 de junio, hicimos un estreno en el cine Atlas de Paseo Alcorta, que es el cine que está entre los dos barrios de Mugica: la Villa 31, que es su barrio de pastoral, y Recoleta, que es donde nació. Ahí hicimos el estreno en cine, de modo simbólico, y decidimos que la película no ingrese al circuito comercial, sino que se presente de forma comunitaria, con presentaciones comunitarias. Ya hicimos más de 50 presentaciones, tuvimos en varias provincias, esperemos volver a recorrer todo el año 25. La película se va a ir a unos festivales internacionales y recién va a estar disponible en una plataforma a fines del año que viene. Mientras tanto, nos pueden buscar a través de las redes de Pastoral Villera, en Instagram, Facebook, YouTube, ahí vamos informando a dónde vamos presentándola. Esperemos que prontamente podamos estar allí, en Gualeguaychú, compartiendo la película y algún conversatorio. Comúnmente viajamos con Nicolás Cuíñas, con quien hicimos la dirección para compartir algunas experiencias.

“Estuvo oculto. Ahora está más presente que nunca para las comunidades. Está vivo y está en las madrazas de los comedores, en los hogares de abuelos, en los curas villeros”

– ¿Qué dirías del mensaje de Mugica?

– Su mensaje es el de mirar al que menos tiene, acompañarlo y tratar de que todos tengan dignidad en esta vida. Padre Mugica, a la hora de la luz está más presente que nunca. Mugica está a la hora de la luz, después de muchos años de estar en oscuridad, también para la iglesia. Estuvo oculto. Ahora está más presente que nunca para las comunidades. Está vivo y está en las madrazas de los comedores, en los hogares de abuelos, en los curas villeros. Así que está iluminándose adentro de muchos barrios, al igual que en la iglesia y en muchos sectores.

LA IMPOPULARIDAD DE TENER FE

En los últimos años, profesar una fe se volvió bastante impopular, sobre todo en ámbitos políticos. Las incoherencias y errores (en muchos casos graves) de las instituciones y líderes religiosos contribuyeron al desprestigio de la fe, a la vez que una mirada espiritual de la vida en comunidad se hizo cada vez más incompatible con una perspectiva progresista de la sociedad.

Profesar una religión se emparentó con una visión excluyente y conservadora de la vida, incapaz de ponerse en diálogo con la lucha por nuevos derechos. Y es cierto que dentro de los credos hay exponentes de un pensamiento reaccionario, pero no es menos cierto que existen muchísimas personas que, inspiradas en el mensaje de fe al que adhieren, buscan sentirse cerca de su Dios luchando y trabajando por la dignidad del prójimo.

En las antípodas de los fundamentalismos que profesan discursos de odio capaces de legitimar discriminaciones y actos de violencia, hay hombres y mujeres de fe que están pensando en cómo construir comunidad, en quién necesita una mano, en los que están solos, en quienes luchan contra el infierno de las adicciones, en los que no tienen nada, los privados de la libertad.

Hace algunos años, un buen hombre llamado Quito me contó una anécdota que marcó su vida y otras vidas. Él integraba la Pastoral de los Enfermos en Gualeguaychú y se dedicaba a ir al Hospital Centenario a saludar a los pacientes más graves, muchos en soledad, muchos abandonados. Allí conoció a un paisano que habían trasladado desde los campos de las Islas del Ibicuy, un anciano sin familia, sin amigos, que pasaba su tránsito final por la vida esperando la muerte y acunando como único tesoro y herencia la sonrisa de una enferma o de los laburantes de maestranza que limpiaban su inmensa habitación compartida.

Quito lo conoció una tarde, rezaron juntos, conversaron de los años de juventud de aquel paisano que había sido trabajador a destajo y forjaron una rápida amistad que alimentaban entre estampitas, rezos y cuentos. En uno de esos días, cuando Quito llegó al Hospital se encontró con su amigo en muy mal estado. Al acercarse y tomarle la mano para rezar, el moribundo le dijo a su confidente que lo estaba esperando para morir. Se abrazaron y allí expiró, en sus brazos, ese anciano que deseó como un niño abrazar en Quito al Eterno Padre, ese anciano que encontró por fin una familia y un hogar.

Miles de estas ignotas historias se resguardan en los templos de todas las religiones, pequeñas acciones que salvaguardan el alma humana de la imperante cultura del descarte, del materialismo, de la competencia, del individualismo y la frivolidad que todos padecemos, pero también reproducimos.

Ojalá algo de los Mugicas y de los Quitos de la vida logre emocionarnos y convocarnos a no perder la fe en la capacidad de bien, amor y paz que aún habita en el ser humano, aunque nos quieran hacer creer todo lo contrario.