LAS “MUJERES QUE LIMPIAN” MERECEN JUBILARSE

UNA REFORMA QUE AMPLÍA LA DESIGUALDAD

LAS “MUJERES QUE LIMPIAN” MERECEN JUBILARSE

La eliminación de la moratoria previsional es, quizá, uno de los puntos más cuestionables de la Ley Bases, aprobada con media sanción de la Cámara de Diputados de la Nación. Otra vez la misma pregunta: ¿amor o trabajo no pago? Zul Bouchet escribió al respecto.

Texto: Zul Bouchet

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Ilustración: Diego Abu Arab

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Sale del jardín mirando hacia la puerta. No busca a su mamá, sino a esa señora con varias arrugas en la piel que lo espera de lunes a viernes sin falta. Lo envuelve en abrazos y entre besos caminan hasta la casa agarrados de la mano. Le hace todas esas mañas que su mamá no siempre le permite tener. Sabe que encontrará todo ordenado, cada juguete en el estante que le corresponde, rodeados por olor a limón o de flores que es demasiado chiquito aún para distinguir. Con el pasar de los años ya no lo esperará en la puerta, pero le tendrá un plato de las comidas más ricas que probó. Una felicitación para cada logro compartido y un guiño de ayuda cuando necesite un rescate. 

Otro u otra, se despide temprano de su mamá. Le hubiera gustado tenerla más tiempo, pero entiende que para darle ciertos gustos necesita irse esas horas a trabajar.

¿Cuál fuiste vos? Pregunto, pero es casi irrelevante.

La mayoría presencio a una mujer en su casa haciendo los quehaceres, solo cambia el lugar que ocupa. Madre o abuela, que, de las formas mencionadas, o simplemente cumpliendo lo que se les inculcó, se encargaban de sol a sombra del funcionamiento cotidiano del hogar. Pese al rol fundamental que cumplen, las tareas domésticas carecen (desde siempre) de visibilización y reconocimiento.

Por tradición o por historia, los derechos laborales de las mujeres han sido ninguneados. La dedicación al cuidado y la crianza no eran percibidas como trabajo, pero sí como obligación.

¿Cómo se le va a ocurrir estudiar en lugar de criar las 24 horas del día a su hijo? ¿Cómo no le va a cocinar al marido cuando llega de trabajar?

Todas las frases sonarán a cliché porque las hemos escuchado e incluso reproducido (tampoco hay que lavarse las manos) hasta el agotamiento. Fueron décadas, fueron años. Hasta que las amas de casa pudieron comprender que lo que hacían no era dar amor: era trabajar. Si, quizás motivadas por el cariño, pero más que nada, incentivadas por el qué dirán y por la necesidad de ganar unos pesos para llegar a fin de mes.

¿Cuántas amas de casa que persiguieron sus sueños después de tener hijos conoces?

Te sobran los dedos de una mano. Con la otra podés contar cuántas empleadas domésticas trabajando en blanco tenés cerca, y los dedos te van a seguir sobrando.

No hace falta ninguna encuesta formal para saber que las mujeres han sido las más afectadas a la hora de ingresar al mercado laboral, atravesando informalidad, inestabilidad y salarios bajos. Siendo más difícil, sobre todo, para las que tienen niños o adolescentes a cargo.

“Esto sería acompañado por el artículo 227, que detalla la creación de una Prestación de Retiro Proporcional al alcanzar los 65 años. No sólo se elevaría la edad jubilatoria, si no que en lugar de jubilación recibirían un equivalente al 80% del haber mínimo”

La posibilidad de obtener un ingreso en su vejez era, aunque insuficiente comparada con los servicios brindados, una reparación histórica. En 2004 Argentina dio inicio a la Inclusión Jubilatoria, oficializada, en 2005, en el Decreto 1.454 que planteó una moratoria para que las amas de casa pudieran jubilarse sin tener que acreditar 30 años de aportes. Teniendo en cuenta que un porcentaje elevado de mujeres trabajaban de manera informal porque el contexto social, político y económico no les ofrecía otras oportunidades. Bastó una declaración jurada, saldar haberes de 5 años y listo: tenías la prestación.

Aunque en 2016 hubo una oleada neoliberal que implicó modificaciones, hasta la última moratoria previsional las amas de casa y las empleadas domésticas en negro podían jubilarse. La última modificación, durante la gestión de Alberto Fernández, incorporó un programa a través del cual se descontaban de los haberes, en forma de cuotas, los años adeudados. Así, se ampliaba la accesibilidad frenando la brecha de las desigualdades estructurales sufridas por las mujeres, equilibrando oportunidades y mejorando sus condiciones en esa etapa de la vida.

Parecía que esta cuestión no suscitaría reflexiones negativas. ¿Por qué alguien no querría que su mamá, después de trabajar toda su vida, pudiese envejecer sin preocuparse? ¿Por qué alguien que recuerda con ternura, cada vez que puede, a esa mujer que limpiaba su casa no le desearía lo mejor? Si ella le dedico los mejores años de su vida. ¿Por qué le molestaría a la señora que la empleada, que tuvo tantos años en negro, reciba unas monedas para vivir sus últimos años tranquila? Bueno, nos equivocamos.

La Cámara de Diputados de la Nación aprobó recientemente una reforma laboral que las afecta directamente, en el marco de la Ley de Bases propuesta por Javier Milei. Su artículo 226 implica la derogación de la moratoria provisional sancionada en 2023, eliminando la posibilidad de jubilarse a todas las personas que no hayan aportado. Sin tener en cuenta, claramente, a quienes trabajaron décadas bajo la informalidad y la falta de registros, que, si buscamos porcentajes, forman aproximadamente un 47% del mercado laboral argentino.

Esto sería acompañado por el artículo 227, que detalla la creación de una Prestación de Retiro Proporcional al alcanzar los 65 años. No sólo se elevaría la edad jubilatoria, si no que en lugar de jubilación recibirían un equivalente al 80% del haber mínimo.

Imaginemos que, si el haber ya está catalogado de mínimo reducirlo parece un chiste de mal gusto. Sin derecho a la viudez, como para aumentar la injusticia, y sólo si está demostrada la situación de vulnerabilidad social. Otro chiste: el pobre debe ser extremadamente pobre para merecer las migajas de sus beneficios. 

Podría el Senado insertar modificaciones, pero el panorama no es demasiado alentador. Las amas de casa y las empleadas domésticas no registradas, las mujeres que dedicaron todo, que postergaron sus deseos, que entregaron sus horas en pos del bienestar ajeno, sufrirán los achaques de los buitres (bajo justificaciones mediocres) si no encuentra freno el proyecto en curso. Perderán la tranquilidad de una vejez un poco más digna, en manos de tipos que tienen el trajecito planchado por las manos de alguna de ellas. 

¿Todo está permitido en esta carrera de odio y billeteras? Pensá en las que te rodean.


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