TRAS LOS PASOS DE UNA REINA

MADE IN GUALEGUAYCHÚ

TRAS LOS PASOS DE UNA REINA

Itatí Guerra es la reina del Carnaval del País en su edición 2024. Mano a mano con Agustina Díaz, otra integrante de la fiesta más grande de la ciudad, habló de la pasión, de los estereotipos, del amor al baile y de un sentimiento que sólo desde adentro puede entenderse.

Texto: Agustina Díaz

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Fotografía: Celeste García

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El Carnaval de Gualeguaychú es ese gigante que explota dos meses al año, en las diez noches que abre las puertas del Corsódromo. Su impacto en la ciudad es indiscutido, genera ingresos por millones de pesos, no sólo para las instituciones que invierten en su desarrollo sino para un consolidado sector turístico que se nutre de los fanáticos de los desfiles emplumados. Pero, más allá de la industria cultural y el producto turístico que representa, el carnaval es el corazón de una identidad gualeguaychuense que late persistente en su gente los 365 días del año.

Para conocer más de esa pasión que encuentra íntimamente a personas totalmente distintas (en sus profesiones, trabajos, formación, identidad política o procedencia social) nos hemos dado el gusto de entrevistar a Itatí Guerra, la representante del Carnaval del País en su edición 2024.

LA REINA DEL CORSO

Itatí “Tato” Guerra es la flamante soberana del Carnaval del País 2024. Ganó el título representando a la comparsa Marí Marí, en la que desfila desde hace quince años, portando un extraordinario traje valuado en un millón y medio de pesos, confeccionado a mano (como cada uno de los cientos de trajes que desfilan cada noche de carnaval) con piedras y perlas, en el mítico taller de Central Entrerriano.

Pero en la tarde de esta entrevista, Tato está con ropa deportiva y zapatillas, jugando con sus sobrinas, a las que cuida algunos días en la semana, luego de una extensa jornada laboral. Ella tiene 33 años, es abogada y se desempeña en el sistema de justicia local. Hija de un matrimonio de la ciudad, compuesto por una jubilada y un empleado de comercio, de chiquita sintió atracción por el mundo de brillos y caireles que propone el carnaval.

Tato suele habitar el patio de calle España y Gervasio Méndez, ese que por las mañanas alberga al estudiantado del Instituto José María Bértora, por las tardes a deportistas de todas las edades y por las noches a quienes se acercan a mirar un partido de básquet o tomar algo en el bufet. Es en ese patio de cemento, entre pelotas de básquet y gurises corriendo, fue donde Tato dio sus primeros pasos de danza y donde, al día de hoy, sigue aprendiendo de la mano de la escuela de samba no pé de Rosario Sánchez, pasista de Marí Marí en las últimas dos ediciones y en la que se avecina.

Itatí con el tocado de su traje como reina de la comparsa Marí Marí 2024

“En la película El Secreto de sus Ojos hay un diálogo donde un personaje le dice a otro que las personas cambian de todo, menos de pasiones, y me parece una frase ideal para explicar lo que me pasa con el carnaval. Ha sido en mi vida esa pasión que ha perdurado en los años, siendo trabajadora en un comercio, siendo abogada, siendo niñera y siendo oficial de justicia. En todos mis roles, siempre me ha acompañado esa pasión carnavalera, sale de lo más profundo de mí y es imposible contenerlo… y la verdad, disfruto que así sea porque me hace sentir honesta conmigo misma”, dice, con un brillo especial en sus ojos.

Itatí pone en palabras el sentimiento de cientos de personas de la ciudad, y de otras partes del país, que sueñan con desfilar en el primer corsódromo de la Argentina en las noches mágicas de carnaval. Cada “integrante” (como se le dice en la jerga a quienes desfilan en una comparsa) dan riendas sueltas a su pasión en medio de las tareas y dificultades de sus vidas, porque todo parece anularse en esos 500 metros de fantasía.

Profesionales, obreros, lugareños, porteños, provincianos, de todas las edades y condiciones sociales, cruzan los dedos para ser convocados por su comparsa y así poder ser un instrumento de Momo. Ahorrar para comprarse los tacos o pagarse los pasajes, tirarle el colchón a un compañero o compañera que viene de otra ciudad, entrenar durante todo el año, tomar clases de danza, faltar a cumpleaños de familiares o amistades para no perder la titularidad del traje, son algunos de los esfuerzos que se hacen como contrapartida por la dicha de haber sido seleccionado para participar.

Cientos de personas, tras la confirmación de los puestos, tendrán que esperar al año siguiente, una nueva convocatoria, para cumplir con su anhelo y tendrán que, con lágrimas en los ojos, alentar desde la tribuna el paso de su comparsa.

“Ser integrante es ponerse a disposición de un proyecto en el que nadie es más importante que nadie, en donde todos cumplimos un rol fundamental desde nuestro lugar, en donde la participación de cada uno es parte de algo que se pensó y que es colectivo. Yo particularmente lo vivo de esa manera, porque todos somos una pieza importante un rompecabezas”, afirma Itatí quien por quince años ha bailado en las más variadas posiciones dentro de la comparsa hasta llegar a representarla. “En todos los puestos que me han asignado he tratado de dar lo mejor de mí y siempre sentí el desafíode superarme año a año en lo que quería brindar como integrante. Por eso, hoy por hoy, como representante de los integrantes de todo el carnaval, me siento muy honrada. Y obviamente en la próxima edición estaré a disposición del proyecto artístico que actualmente lidera nuestro director, Facundo Lucardi”.

Facundo Lucardi, director de la comparsa Marí Marí, dialoga con Itatí sobre la edición 2025 en el taller de la comparsa

EL REINADO DE MOMO

En los ámbitos académicos aún se discute cuál es el origen de las fiestas de carnaval, hay teorías variadas, algunas complementarias y otras contradictorias. Lo que sí es una certeza, es que la parodia, la inversión de roles y la burla al poder fueron siempre una constante. Así es como los atributos monárquicos son portados por las reinas del carnaval, no como emulación o muestra de admiración a los regímenes monárquicos, sino como inversión de lo que aquellas viejas instituciones representan.

Las reinas de las escolas do samba cariocas son impactantes mujeres, usualmente afrobrasileñas y provenientes de las favelas, que con la fuerza de sus piernas y caderas, a pura sensualidad, representan toda esa herencia cultural que ha buscado reivindicarse y sentirse orgullosa para romper las estructuras de discriminación y opresión que extienden sus tentáculos hasta hoy.

Así también, en las comparsas gualeguaychuenses, las reinas representan a su comparsa, no por portación de linaje sanguíneo, sino por representar la identidad de su institución. Por supuesto, como en todas las expresiones artísticas que conocemos, estereotipos han pesado sobre las mujeres expuestas a roles de relevancia. Como sucede con las bailarinas de tango, de danza clásica, con las actrices o con quienes audicionan para integrar un ballet folclórico de alto nivel, por dar algunos ejemplos, la dura mirada de una sociedad cruel con los cuerpos, especialmente de las mujeres, ha pesado en las bailarinas del carnaval.

Itatí toma clases de samba no pé con la profesora y pasista Rosario Sánchez, quien tiene a más de cien estudiantes cada semana

En los últimos años, los feminismos han contribuido a repensar esos estereotipos y esas pesadas cargas que no se eligen, pero se llevan y así es como, de manera cada vez más frecuente, quienes salimos en el carnaval nos animamos a expresar nuestro rechazo a esas evaluaciones que juzgan nuestros cuerpos y asumimos un creciente compromiso en tratar de sacarnos ese chip que nos ha hecho juzgar a los demás.

Aún queda un largo camino al respecto, en el carnaval y en casi todos los ámbitos de la vida. Al respecto, Itatí reflexiona: “No creo que la elección de la reina del carnaval sea la responsable de los estereotipos estéticos que pesan sobre quienes salimos en una comparsa, son cuestiones que pasan en todos lados y hay que trabajar para que no nos afecte ni desvirtúe lo realmente importante. Por mi parte, a mí nadie en el club ni en la comparsa me refirió ni presionó, al contrario, me alentaban y me consultaban acerca de cómo podrían afectarme comentarios negativos en caso que aparezcan. Yo quise, en ese sentido, a través del rol, mostrar la pasión que sentimos en el circuito y bailar. Hace años que me dedico a conocer más y mejor el lenguaje del samba no pé tomando clases todas las semanas y entrenando y me dediqué a que se vea eso, una mujer libre y feliz, bailando con pasión”.

AUNQUE HAYA ENTIERRO, MOMO NO SE MURIÓ (NI LO HARÁ)

Seguramente será por el mes de diciembre cuando miles de personas recuerden los carnavales piensen en acercarse a nuestra ciudad para disfrutar. Pero aún en esos fríos días de inviernos, de heladas y escarchas, Momo inspira a los artistas en los talleres que nunca paran y revolotea por los corazones de los integrantes que hacen la cuenta regresiva para su regreso.

En entierro de carnaval, claro está, es una excusa más para el encuentro, la risa y el jolgorio, una artimaña para suspender los dolores personales y sociales que agobian, al menos por un rato. Más Momo nunca duerme, no descansa. Por eso Itatí, esa joven espontánea, de risa fácil, pies ágiles y oscuro cabello enrulado, anda a los saltos, bailando, en el patio de cemento de su comparsa, como tantos otros y otras, que reconocen en un tambor, un latido de su corazón.

La reina del Carnaval del País brilla en la pasarela del Corsódromo

“A quienes aún no conocen nuestro carnaval les diría que tiene que acercarse a vivir esta cultura de nuestro pueblo, donde no hay distinción de clases, ni de colores, sino una fusión motivada por la pasión. El amor y la dedicación para crear música, hacer sonar el suelo con una batucada, bordar piedrita por piedrita los más hermosos trajes, bailar hasta las lágrimas de felicidad… eso somos. Somos esa conjunción de talento y sentimiento”, dice Tato como quien quiere convencer a otro de probar una cura para todas las penas.

Y tengo la suerte de decir que me consta y que he llorado de alegría al ritmo de un tambor.