DILEMAS DE REPRESENTATIVIDAD

¿REPRODUCCIÓN O ESTERILIDAD? LA PREGUNTA SOBRE QUÉ LE PASA AL PERONISMO

El movimiento más grande del continente está atravesando por un contexto inaudito y singular que excede ampliamente su performance electoral de los últimos meses. Internas públicas irresolubles, falta de renovación dirigencial, desafección de parte importante del electorado, imposibilidad para hablar del futuro sin que sea una constante reminiscencia al pasado son algunos de los desafíos que tendrá que resolver o perecer.

Texto: Agustina Díaz | Ilustracion: Diego Abu Arab
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Recaudos metodológicos para leer este artículo:

1 – Paciencia;

2 – Se hablará mucho de “sectores” y “espacios” porque hoy no se puede hablar de peronismo como una cosa unívoca y homogénea.

3 – Usted ya sabe que los/as periodistas que se visten con el traje de la “independencia” mienten. Sepa que detrás de estas líneas está una mujer que porta un tatuaje de Eva Perón en el brazo, lo que no la ha hecho menos díscola ni le ha evitado dolores y sinsabores.

LO QUE NO TE MATA TE FORTALECE

El peronismo siempre fue golpeado duramente, desde que nació. Su líder, sin alcanzar el climax de su obra fue encarcelado y enviado a la Isla Martín García. Ese militar enamorado escribió desde la prisión a su amada, la actriz Eva Duarte, que cuando salga dejaría la política para vivir una vida tranquila con ella. Pocas horas después, los trabajadores del conurbano, emergiendo como nuevo sujeto social e histórico, nadaron el riachuelo y caminaron kilómetros para exigir su liberación. El encarcelamiento de Perón parió el 17 de octubre. 

Los dos primeros mandatos de Perón cosecharon profundos amores y odios en igual proporción. Por las mismas razones por las que, hasta nuestros días, algunas familias heredan generación tras generación sus genes y la lealtad al “General”, otras heredan sus genes y el odio al que llaman “dictador”. 

Bombardeo, resistencia, robo del cuerpo de Evita, proscripción, represión y exilio… pero las paredes de los barrios pobres seguían escribiendo las iniciales de su líder, los altares ponían las fotos de su santa, los sindicatos seguían construyendo bases obreras conscientes de la lucha política, la intelectualidad construía interpretaciones nuevas, las juventudes reconocían la rebeldía que encierra la denuncia de la inequidad y los nacionalistas se indignaban con la llegada del FMI y la entrega de la soberanía nacional.

Perón regresó sin lograr sintetizar los mundos opuestos que acunó en su seno. La división fue de muerte y el mismo Perón murió. El país implosionó y la dictadura sumió todo en el espanto. Al regresar la democracia la sociedad argentina rechazó al peronismo sin Perón, a sus viejos rencores y a su trágica memoria reciente. Pero el caos económico y social del primer gobierno democrático (radical) hicieron que el justicialismo se volviera atractivo otra vez. Fue el peronismo neoliberal, de corrupción, roscas, atentados, impunidad, pizza y champagne. Fue el peronismo de la vergüenza que gobernó por diez largos años y logró lo impensado: las reformas del Estado, la privatización de todo lo que había sido de avanzada y orgullo, una reforma constitucional y muchas otras yerbas más.

El neoliberalismo terminó como siempre, explotando contra la cara del pueblo tras romper en pedazos la columna vertebral del mapa productivo nacional que quizás nunca vuelva a ser lo que supo ser alguna vez. La marca se la llevaron los radicales que por obtusos y obsecuentes con el FMI profundizaron el camino planteado por Menem.

Y cuando todo estaba hecho añicos, volvió el peronismo de la mano de un ignoto gobernador de apellido poco conocido. Lo trataron de zurdo, de incapaz y de contestatario. Pero logró poner el caballo adelante del carro y la cabeza arriba del cuello. El país volvió a andar. Entonces él y su compañera política y de vida cantaron retruco y el antiperonismo histórico resucitó como un Drácula sediento de sangre luego de estar escondido en su cripta. Y mientras más se tensaba con esos dráculas mediáticos, corporativos, económicos, financieros y extranjeros, mejor le iba al peronismo. Fueron los tiempos del 54% tras el conflicto con el campo, fueron buenos tiempos, con salarios altos y discusiones necesarias.

 “El neoliberalismo terminó como siempre, explotando contra la cara del pueblo tras romper en pedazos la columna vertebral del mapa productivo nacional que quizás nunca vuelva a ser lo que supo ser alguna vez”

Pero la idea de “cambio” prendió fuerte y tras doce años de gobierno kirchnerista, el pueblo argentino optó como presidente por uno de los hombres (y apellidos) más polémicos del país: Macri. Entonces volvió el FMI, la fuga de capitales y la supuesta “confianza de los mercados”. La funesta experiencia duró un período electoral. Nació ganador el “Frente de Todos” que se impuso en primera vuelta. Un Frente de Todos muy particular, porque ahora es un “Frente de NADIE”, porque nadie se hace cargo de lo que pasó, de lo que se hizo mal y de lo que no se hizo.

Nunca antes la gente común, de a pie, ha estado tan desencantada con el peronismo como ahora y, llamativamente, nunca antes embates como los que se viven no contribuyen a despertar identidad alguna o estima política justicialista. Ni el intento de magnicidio a Cristina Fernández; ni su condena, detención e inhabilitación para cargos públicos; ni la virulencia de los discursos políticos del oficialismo libertario; ni los insultos; ni los embates contra el sindicalismo han sido efectivos, como otrora, para convocar a un nuevo ciclo de lucha y convencimiento.

“Nunca antes la gente común, de a pie, ha estado tan desencantada con el peronismo como ahora y, llamativamente, nunca antes embates como los que se viven no contribuyen a despertar identidad alguna o estima política justicialista”

¿REPRODUCCIÓN O ANIQUILAMIENTO?

Perón alguna vez dijo que los peronistas son como los gatos, cuando parece que se están matando en verdad se están reproduciendo. Pero parece ser que ahora los que están alzados son unos gatos castrados, o algo así, porque los gritos y arañazos no están dando por resultado nuevo nacimientos, sino, más bien, todo lo contrario.

Desde la derrota electoral de 2015 las cosas no volvieron a un cause más o menos ordenado. Algunos referentes, como el ex gobernador de Entre Ríos, Gustavo Bordet, (que se desempeña como un jubilado de la política, aunque ocupa nada más y nada menos que una banca como diputado nacional) dijeron por entonces que el “kirchnerismo estaba muerto” para meterse sus palabras en la oreja tres años después y aceptar al Frente de Todos como espacio de concurrencia nacional. Cristina decidió no encabezar la lista del peronismo (mezclado con otras fuerzas) para no correr el riesgo de perder un electorado que desconfiaba o rechazaba su figura. Entonces, fue Alberto Fernández el presidente. Lo que sucedió con él y su gestión es ya conocido. 

El acuerdo Fernández-Fernández terminó en divorcio escandaloso, pero con la particularidad de que nadie estaba dispuesto a abandonar la casa compartida. Así se llegó al final de un mandato con tres años de peleas y acusaciones públicas que incluyeron renuncias ministeriales, cambios de gabinete, operaciones mediáticas y cartas que no condujeron a nada. 

Todo decantó en la candidatura de Sergio Massa, el ministro de Economía que había logrado lo impensado: más de 200% de inflación anual. Un candidato moderado que no convencía a nadie, que había dilapidado el salario de los trabajadores, que había odiado y abandonado al kircherismo para después andar a los abrazos con Máximo Kirchner y que había sido aceptado a duras penas, ya que la propia Cristina expuso en un acto que su candidato deseado era Wado de Pedro, pero que no se pudo. Massa era el candidato de todos, pero no fue el candidato de nadie y perdió frente a un economista mediático desquiciado, violento y excéntrico que se llevó y parece se sigue llevando todo por delante.

La “unidad” formal que convive con la interna expuesta, pública y poco útil en el peronismo, lo está llevando al cadalso. Cada grupo peronista quiere tener representantes que representen a los suyos, lo que explica que nadie se sienta representado al fin.

Hace unos días, la diputada Natalia Zaracho, referente del espacio liderado por Juan Grabois, expuso la necesidad de que haya representantes en las cámaras y los espacios políticos que vengan de los barrios. Desde ya, hay un punto muy importante en lo que sostiene y es la cuestión del clasismo que generalmente recorre el acceso a los cargos públicos en la Argentina y que convierte a las instituciones democráticas en espacios elitistas. Sin embargo, no es menos cierto que ese pensamiento multiplicado lleva a una atomización absoluta de una representación nacional y popular. El voto peronista no puede dividirse por el barrio donde se vive, ni por la ciudad del país donde se habita, ni por niveles de ingresos obreros, ni por montos salariales, ni por género, ni por edad… de ser así la identidad nacional y el ser argentino se pulveriza en mil identidades que no podrían jamás encontrarse.

Todos los procesos históricos que significaron avances sociales implicaron alianzas amplias que encontraban un motor común. Ese es el motor que se ha roto, o caído, o extraviado o rematado.

“No podemos regodearnos de éxitos ni fórmulas de hace 70, ni 60, ni 20 años atrás. Lo que antes funcionó no funciona de igual modo ahora”

EL PERONISMO TIENE QUE DECIR ALGO… ¿TIENE ALGO PARA DECIR?

Con una velocidad que asusta, el Estado actual de las cosas nos metió en una vorágine en la que los “derechos consagrados” que quedaban más o menos en pie están en discusión (o ya en retroceso) y pareciera que las dirigencias (las, en plural, porque no hay una y menos una sola reconocida) no tienen nada interesante ni sensato para decir. 

No podemos regodearnos de éxitos ni fórmulas de hace 70, ni 60, ni 20 años atrás. Lo que antes funcionó no funciona de igual modo ahora. Hay que dejar de querer tener la razón (al menos por dos años) y buscar lo que nos ayude a pensar un destino mejor.

El peronismo siempre fue amor por la patria, rechazo a la injusticia y predilección por los que los poderosos desprecian o ignoran. Tendrá que volver a serlo. Dejar de ser gatos castrados en celo que se pelean, gritan, lesionan y ofenden para ser una tropilla de potros que sigan a su madrina para campear los vientos.