TESTIMONIO DE UNA LUCHA

¿QUIÉN SALVARÁ A LOS CHICOS?: EL AJUSTE AL GARRAHAN EN LOS OJOS DE UN MÉDICO

Los residentes del Hospital Garrahan están en la primera línea de atención a la salud infantil a nivel nacional. Sin embargo, sus condiciones salariales se han visto progresiva y exponencialmente deterioradas. Sin respuesta del Estado, el reclamo de los médicos expuso nuevamente una política de abandono hacia uno de los puntos más sensibles del sistema de salud: la pediatría.

Texto: Matías Daniel Venditti | Fotografía: Guillermo Alegre
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En Argentina, el Hospital Garrahan es palabra mayor a la hora de hablar de atención pediátrica, sobre todo cuando se refiere al cáncer infantil y a diagnósticos complejos. Desde su inauguración, en 1987, la institución brinda una atención pública, gratuita y de excelencia a todos los niños, niñas y adolescentes del país, con más de 3.500 agentes de salud y equipamiento de última generación.

Pero lejos de estar a la altura de su importancia, el Ministerio de Salud de la Nación, empleador directo de los médicos que hacen allí su residencia o especialización en Pediatría, mantiene con verdaderos salarios de hambre a quienes día a día ponen el cuerpo y sus años de formación al servicio de los chicos.

En el marco de un paro de residentes del Garrahan -al que el gobierno respondió con conciliación obligatoria- y en vísperas de la movilización al Ministerio de Salud de la Nación que tuvo lugar este jueves 29, La Mala conversó con Guillermo Alegre, residente de tercer año de Pediatría (R3) de dicho hospital, quien describió la gravedad de la situación actual desde su propia mirada y experiencia.

Oriundo del Paraguay, Guillermo se formó como médico en la Universidad Nacional de Córdoba y decidió ir a Buenos Aires para ingresar a la residencia del prestigioso Hospital Garrahan. “Dedicarse a esto implica el sacrificio de mudarse, aventurarse a nuevos desafíos y dejar de lado mucho de lo que uno hacía previo a la residencia en pos de asumir de manera responsable la formación y el cuidado que requiere prepararse como pediatra de calidad”, expresó, en primer lugar, y contó cómo es el día a día de un residente del Garrahan para así dar a entender la dimensión del sacrificio que supone.


“El horario de ingreso al hospital es a las 8 de la mañana, junto a todos los médicos de planta y al resto del personal. Según donde estés ‘rotando’ en ese momento, es decir, donde estés desarrollando tu habilidad o tarea asistencial, es la actividad que tenés que hacer. El hospital se divide en un Sector Ambulatorio y uno de Internaciones. El Sector Ambulatorio está conformado por la Guardia Central, donde los padres llevan a sus hijos cuando les duele la panza o la cabeza, tienen fiebre, catarro o síntomas de resfrío, por ejemplo; y el Área de Emergencias, donde se resguarda a estos mismos chicos cuando presentan una mayor gravedad, ya sea por una enfermedad previa o por una situación aguda -a raíz de un accidente, por ejemplo-. Allí también funciona el Hospital de Día Polivalente, que asiste en forma programada y durante años a muchísimos pacientes con patologías complejas, que requieren seguimiento de múltiples especialistas, y el Hospital de Día Oncológico, que se ocupa del control de todos los chicos con cáncer que tiene el Garrahan, que trata al 50% de la población oncológica infantil del país. En todos esos sectores estamos los residentes. Y lo mismo dentro de Internaciones, donde uno se encarga de aproximadamente 25 a 30 pacientes en cada una de las 10 salas de internación del sector”, señaló.

“La demanda emocional que implica ver a niños que están pasando por una situación horrible, y ver a sus familias que depositan en tus manos -muchas veces con las últimas esperanzas que les quedan- lo más preciado que tienen”

En Este sentido, aseguró que “el trabajo es enorme, y uno no sólo pone a disposición los años y las horas de estudio que dedicó para ser médico sino también el cuerpo. Está la demanda emocional que implica ver a niños que están pasando por una situación horrible, y ver a sus familias que depositan en tus manos -muchas veces con las últimas esperanzas que les quedan- lo más preciado que tienen. Al horario de trabajo, que físicamente demanda mucho, se le suma acompañar estas situaciones y salir del hospital con los pacientes en la cabeza; llegar a la casa a hacerse de comer, limpiar, pagar alquiler, ir al súper, hacer alguna actividad de ocio y, a su vez, estudiar para poder entender mejor a los pacientes y brindarles una mayor y mejor atención”.

“Nuestra lucha no comenzó con el cambio de gobierno, reclamamos en todas las gestiones por igual. Los médicos residentes históricamente cobramos poco”, aclaró Guillermo. Sin embargo, manifestó que “la sensación de ninguneo y la falta de respuesta nunca fue tan absoluta como ahora”.

“En el último tiempo, percibimos solamente el 1,3% de aumento mensual, que son moneditas en comparación a lo que avanza la inflación. Nuestro salario real se devaluó aproximadamente en un 53% desde diciembre del 2023. A su vez, la base del salario ya era baja. Un residente de primer año -que ya es médico y estudió 6, 7 u 8 años en cualquier universidad- está cobrando a abril de este año $797.061 pesos de bolsillo, lo que le llega directo con todo lo demás descontado”, detalló.

Es por eso que, si bien el reclamo existe desde hace tiempo, en el último período hubo un punto de inflexión. “Empezamos con la lucha salarial en abril del año pasado. Entre septiembre y octubre hicimos un paro, y también nos movilizamos hace unos meses. Veníamos como a cuenta gotas haciendo reclamos menores sin tener que llegar a medidas tan extremas como ahora, pero nos vimos obligados. Lo más fuerte fue la semana pasada, en la que tras ver nuestros recibos de sueldo decidimos que ya no podíamos más”, indicó el futuro pediatra.

“Un residente de primer año -que ya es médico y estudió 6, 7 u 8 años en cualquier universidad- está cobrando a abril de este año $797.061 pesos de bolsillo, lo que le llega directo con todo lo demás descontado”

Por otro lado, una cuestión importante que Guillermo quiso resaltar es que, genuinamente, los médicos no hacen esto por “comodidad” o “porque les guste”, sino todo lo contrario. Esto pareciera una obviedad, pero el sentido común que se busca construir desde discursos anti huelguistas y justificativos de la represión a la protesta social a menudo lo invisibilizan por completo.

“Para nosotros las medidas de fuerza representan un esfuerzo enorme y nos metemos en áreas que no conocemos: tenemos que hablar con abogados y contadores; organizar redes sociales; definir comités para distintas acciones; organizar marchas y, para eso, hablar con las comisarías y otros hospitales que nos den apoyo. Hay un sinfín de actividades para las cuales no somos buenos y no vamos a serlo, sencillamente porque no fuimos preparados para eso. Somos médicos, tenemos una formación de servicio y nos encantaría estar dentro del hospital haciendo ejercicio de nuestra profesión. En mi caso, quiero ser pediatra, y me encantaría estar al lado del paciente y que mi estrés sea ‘no entiendo qué es lo que tiene este pibe’, tener que ir a mi casa a estudiar y no a sentarme y pensar ‘ok, qué puedo cortar para que me alcance un poquitito más la plata’”, expresó.


RESISTIR ACOMPAÑADOS

“Hay sectores que se solidarizaron con nosotros; esta vez tuvimos un montón de difusión y fue algo sin precedentes, desde que tengo memoria”, destacó Guillermo en vísperas de la movilización de este jueves que, efectivamente, terminó de instalar en la agenda de los medios y en la conciencia de muchas personas la lucha del Garrahan. “Recibimos un fuerte apoyo de médicos de planta, del hospital, del personal administrativo, del personal no sanitario, de enfermeros -que son una pata fuertísima para nuestro trabajo diario y la salud de los chicos-, bioquímicos del servicio de laboratorio y personal del área de farmacia”, enumeró, agradecido.

De todas formas, y lejos de darse por finalizada, la lucha sigue. “No sabemos si hay una apertura al respecto de nuestro futuro salarial. No tuvimos ninguna respuesta, así que si los altos cargos están planteando algo no lo sabemos. La lucha va a seguir, estamos muy decididos. Entendemos que la medida que tomamos no es sencilla. Lo sentimos, nos cuesta mucho y nos pesa, pero esto no afecta solamente a nuestro bolsillo, a no poder comer bien y no llegar con todas las cuentas. También es una lucha en pos de mantener el flujo de formación de profesionales en Argentina”, dijo el profesional. Y concluyó: “Cuando uno se recibe y quiere especializarse puede elegir la pediatría, que es algo hermoso, reconfortante, y que yo personalmente amo. Pero… ¿Cuántos médicos jóvenes recién recibidos elegirían hacer pediatría si saben que si entran al hospital de referencia en Latinoamérica y de excelencia en todo el tenor de la palabra van a cobrar por debajo de la línea de pobreza? Eso es lo que también nos preocupa. Porque los excelentes profesionales que tiene el Garrahan hoy, son los que nos forman a nosotros, y si nosotros nos vamos, ¿quién va a formar a las próximas generaciones? Esta es una modalidad que históricamente tiene el sistema médico, donde alguien más grande forma al más chico. Pero, si no hay más chicos que formar, ¿quién va a cuidar de la salud del resto?”.