MICAELA GARCÍA: LA GURISA QUE NOS HEREDÓ MUCHO MÁS QUE UNA LEY

ANTÍDOTO PARA LA DESAZÓN

MICAELA GARCÍA: LA GURISA QUE NOS HEREDÓ MUCHO MÁS QUE UNA LEY

El primero de abril del año 2017 la joven entrerriana Micaela García fue víctima de femicidio en Gualeguay. Al año siguiente, una ley se sancionó con su nombre impulsando la capacitación en perspectiva de género para agentes públicos de todo el país. Pero ¿qué más nos dejó Micaela? A 7 años de su femicidio decidimos recordarla como antídoto para la desazón.

Texto: Agustina Díaz

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Ilustración: Diego Abu Arab

Micaela era una gurisa de lo más normal y, a su vez, de lo más extraordinaria. Tenía 21 años y estudiaba en la Facultad de Ciencias de la Vida y la Salud de la Universidad Autónoma de Entre Ríos (UADER) el profesorado en educación física. Por muchos años hizo gimnasia deportiva, era alegre y amiguera, le gustaba militar en política y hacer laburo social en los barrios humildes. Frente a una injusticia su fuerte carácter la impulsaba a involucrarse. No había causa que para ella no sea un modo de vencer el egoísmo y la apatía. Pero esta cotidianidad, común a tantas otras jóvenes, era atravesada por una excepcional capacidad de liderazgo, madurez, dedicación, inteligencia, tesón y carisma que hacía que ella, en ningún ámbito, pasara inadvertida.

Desde el 2015, con la emergencia del #NiUnaMenos, “la Negra” no paró de convocar a otras pibas para salir a la calle, a las plazas o al barrio para generar conciencia y denunciar las violencias que mujeres y disidencias sufren en una sociedad aún moldeada por viejas estructuras de poder machista. Todas sus consignas, profundas y populares, no sólo estaban presentes en los discursos que daba en los plenarios militantes. Ella tenía la tremenda capacidad de defender sus causas en la más pequeña de las acciones cotidianas. Sea organizando una marcha, una jornada deportiva en la villa, peleándose con su abuela Graciela porque le tendía la cama a sus hermanos y no a ella, o retando a su papá porque no había lavado los platos, Micaela batallaba la igualdad con una pedagogía práctica e insistente.

Todas estas características forman parte de la semblanza que pintan su familia, amigas y su compañerada militante, mientras construyen una memoria viva y alegre de aquella gurisa que sigue presente en todas sus cosas.

La desaparición de Micaela, el primero de abril del 2017, cuando regresaba a su casa tras una fiesta universitaria, conmovió no sólo a sus ámbitos próximos de pertenencia, sino que resonó como reclamo en todos los rincones de la Argentina. Había desaparecido una joven, en una ciudad tranquila y pequeña de Entre Ríos que, por su sencillez y sonrisa, parecía la hija de todos, la amiga de todas, la compañera de cualquier militante.

Es conocido el doloroso desenlace. Su caso, como tantos otros, reveló que la falta de perspectiva de género en aquellas personas que se desempeñan en el Estado puede incurrir en fallas graves que no protegen la vida ni la integridad de las personas y que, además, no garantizan derechos fundamentales. Su muerte violenta y evitable, pero sobre todas las cosas, su testimonio de vida y compromiso, recogido de manera admirable por su padre y su madre, convirtieron al nombre de Micaela y a su rostro en una bandera de lucha, de denuncia y de reivindicación. 

“Su caso, como tantos otros, reveló que la falta de perspectiva de género en aquellas personas que se desempeñan en el Estado puede incurrir en fallas graves”

Un año más tarde, para diciembre de 2018, tras un arduo camino de construcción legislativa, y con el empuje comunicacional sobre la temática de género que provocó la denuncia pública de Thelma Fardin contra Juan Dartés, el proyecto de Ley Micaela llegó al recinto de la Cámara de Diputados (y diputadas) de la Nación obteniendo media sanción por amplia mayoría. Inmediatamente el senado dio por unanimidad su aprobación haciendo realidad efectiva a la LEY N° 27.499 o LEY MICAELA – CAPACITACION OBLIGATORIA EN LA TEMATICA DE GENERO Y VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES. 

Lejos de abonar a una lógica punitivista, la Ley Micaela exhorta a un compromiso personal e institucional en la prevención de la violencia de género y en las actuaciones que desde el Estado se hacen sobre casos vinculados. Además, la Ley Micaela contribuye al fortalecimiento de ámbitos laborales libres de violencia y discriminación por motivos de género y, también, por otras razones que emergen a partir de los talleres donde circula la palabra y se abre espacio para el diálogo constructivo. 

Es importante destacar que la Ley Micaela no representó para el Estado Nacional ninguna erogación presupuestaria especial en sus 5 años de ejecución, los recursos que se destinaron a ella partieron de los propios presupuestos asignados a cada repartición. Este punto no es menor porque, de hecho, fue un reclamo por parte de quienes integramos los equipos de instrumentación de la Ley Micaela en los distintos organismos públicos. Cientos de trabajadoras y trabajadores del Estado, de manera voluntaria y ad honorem, se capacitaron y dictaron cientos de talleres además de continuar con sus labores sin percibir ningún pago especial por dicha tarea extra. 

Doy fe que en cada taller aparecieron testimonios impactantes sobre distintas situaciones de discriminación y violencia que nos acontecen en la vida y en el ámbito de trabajo, por razones de género y, también, por otras razones, que nos obligan a pensar nuestras prácticas, a ser más empáticos y a no subestimar nuestro rol como agentes públicos. 

Un capítulo especial merece el compromiso de vida que el padre y la madre de Micaela, Yuyo y Andrea, han adoptado para que la Ley Micaela sea una realidad. Con muchísima paciencia, formándose persistentemente y con su dolorosa experiencia de vida a cuestas, han recorrido el país dictando charlas, talleres, creando protocolos de actuación frente a casos de violencia y generando consciencia. 

Miles de personas se han capacitado en estos años en el marco del cumplimiento de la Ley 27.499 a lo largo y a lo ancho de toda la Argentina (judiciales; autoridades nacionales, provinciales y municipales; universidades; agentes estatales; instituciones deportivas; sindicatos; medios de comunicación; empresas y colegios profesionales) y probados casos demuestran que se lograron mejores intervenciones públicas que, incluso, lograron salvar vidas.

“Este universo reaccionario, de la mano de las medidas económicas que afectan a los sectores más postergados, la negación del terrorismo de Estado, los improperios contra cualquier voz disidente y otras yerbas, nos hacen sentir frente a una derrota difícil de revertir o, incluso, de comprender”

No obstante, como parte del nuevo clima de época que inauguró la gestión presidencial iniciada en diciembre de 2023, las conquistas en materia de reconocimiento de la violencia por motivos de género y promoción de los derechos de las mujeres y disidencias se vieron fuertemente cuestionadas y comenzaron a retraerse. En ese marco, hace algunas semanas atrás el vocero presidencia Manuel Adorni anunció con displicencia la prohibición del lenguaje inclusivo y de “todo lo referido a la perspectiva de género” en la Administración Pública Nacional. El único argumento referido fue que estas cuestiones se asocian “al negociado de la política”, sin dar más detalles.

Bajo el actual discurso oficial-gubernamental anti-estatista y anarco-capitalista (según se autodefinen) la Ley Micaela está en riesgo, así como lo están otras formas de intervención pública fundamentales para evitar muertes violentas y otroS atropellos contra mujeres y disidencias. Este universo reaccionario, de la mano de las medidas económicas que afectan a los sectores más postergados, la negación del terrorismo de Estado, los improperios contra cualquier voz disidente y otras yerbas, nos hacen sentir frente a una derrota difícil de revertir o, incluso, de comprender. 

Es entonces cuando las imágenes luminosas de Micaela nos interpelan y convocan. La Negra con la remera que le regaló su abuela, con el personaje “Matilda” de Liniers y la consigna “Ni Una Menos”. La Negra haciendo bailar y jugar a la pelota a los gurises de Villa Mandarina para vencer la indiferencia y la exclusión. La Negra pintando un mural con la frase “Las paredes se limpian, las pibas no vuelven”. La Negra agarrando el bombo para levantar el espíritu de su compañerada triste por una derrota electoral.

Si algo nos enseñó Micaela, en su corta pero provechosa vida de amor y solidaridad, es que seremos recordados y recordadas por la forma en la que elegimos vivir, no por la forma que alguien pudiera quitarnos la vida. Y ahí anda la Negra, expandida, multiplicada, usando como caja de resonancia el corazón de sus padres, presente en cada taller, en cada charla que busca construir una sociedad un poco mejor, menos injusta, donde las pibas puedan caminar solas por las calles silenciosas de sus pueblos.

Las hojas amarillas de los primeros árboles que dan la bienvenida al otoño sintieron el paso de Micaela, por última vez, aquel abril de 2017. No nos queda mejor camino que el avanzar en su marcha, continuarla, cultivar su memoria, acompañar la lucha inclaudicable de su familia, confiar en que los procesos sociales no se detienen por la maldad y la ignorancia, pintar otras paredes, levantar sus consignas y recordar esa sonrisa que, una vez conocida, ya no se puede olvidar.

Por todas las pibas que faltan,

Por amor a la vida, 

Micaela García ¡Presente!