HERNÁN PUJATO: EL PADRE ANTÁRTICO ENTRERRIANO

SOBRE LA PATRIA

HERNÁN PUJATO: EL PADRE ANTÁRTICO ENTRERRIANO

El 10 de junio se conmemoró el Día de la Reafirmación de los Derechos Argentinos sobre las Islas Malvinas, Islas del Atlántico Sur y Sector Antártico, una fecha que se contrapone con la política exterior del gobierno de Milei, marcada por las ausencias de respuestas ante el avance inglés sobre el territorio nacional. A contrapelo de este presente, Luisina Díaz nos cuenta quién fue Hernán Pujato, y nos invita a pensar el sentimiento de patria, algo devaluado por estos días.

Texto: María Luisina Díaz

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Ilustración: Diego Abu Arab

EL GRAN EXPLORADOR, EL SAN MARTÍN ANTÁRTICO

Un 5 de junio de 1904 nació en la ciudad de Diamante Hernán Pujato, un hombre corriente y a su vez extraordinario que dedicó su vida a explorar y poblar la Antártida argentina. Entre Ríos lo parió el mismo año que el Estado argentino, a través de su estación meteorológica y oficina de correos, se asentó de manera ininterrumpida en el continente blanco.

Pujato se formó en el Colegio Militar y egresó como Subteniente de Infantería. En 1927 se desempeñó en el Regimiento de Infantería de Montaña en Uspallata, Mendoza. Es aquí donde comenzó a familiarizarse con condiciones climáticas que no eran naturales en su provincia natal. Años más tarde, en 1947, como Agregado Militar en la Embajada Argentina en Bolivia, mientras desarrollaba su carrera diplomática, expuso su audaz Plan Antártico al presidente Juan Domingo Perón y a su esposa Eva Duarte. Perón, convencido del proyecto de Pujato, lo envió a los Estados Unidos y a Groenlandia para realizar cursos de supervivencia y adquirir los conocimientos técnicos necesarios para vivir en latitudes extremas.

Las ideas centrales de Hernán Pujato eran penetrar «costas dentro» del continente blanco, relevando su topografía hasta el polo sur; establecer bases científicas y refugios y fundar un poblado con familias argentinas. “Los argentinos no pretendemos ninguna posesión en Europa, no nos corresponde, como tampoco le corresponde a ningún europeo venir pretendiendo suelo argentino”, decía el diamantino convencido que poblar la Antártida era el camino para afianzar la Patria que había comenzado a construir San Martin.

Fue un visionario, muy audaz en su empresa y extremadamente meticuloso en sus proyectos y registros. Proyectó emplear un rompehielos (el Estado argentino no poseía uno), trineos de perros, tractores a oruga, avionetas y helicópteros, para consolidar así la presencia argentina en la Antártida y alcanzar el Polo Sur, extremo austral de la Patria. Las fuerzas productivas nacionales, con el impulso estatal, se pusieron a la vanguardia en el desarrollo y la búsqueda de todos los elementos necesarios para hacerlo posible, fabricando desde la ropa y el calzado (que no podía ser del tradicional cuero vacuno porque se congelaba) hasta el alimento que era desarrollando por el Instituto de la Nutrición.

“Recuerdo vivo y permanente de los compañeros que escribieron con su sangre joven la primera y más honrosa página de nuestra Expedición Antártica”

El personal que acompañaría a Pujato, todos argentinos, debió prepararse un año en la región de la cordillera antes de embarcar al polo. En dicha expedición, tres jóvenes fallecieron, sorprendidos por un feroz temporal. Al respecto, Pujato dijo: “recuerdo vivo y permanente de los compañeros que escribieron con su sangre joven la primera y más honrosa página de nuestra Expedición Antártica”.

El año 1951 fue extraordinario para la empresa argentina sobre la Antártida. El 12 de febrero zarpó la primera expedición científica a la Antártida Continental argentina y al año siguiente se le asignó al Capitán Jorge Edgard Leal la misión de fundar la Base Esperanza, en el norte de la península, donde proyectó asentar una población permanente. Dos meses más tarde, el 17 de abril, por decreto del Poder Ejecutivo Nacional (Nº 7338), se creó el Instituto Antártico Argentino. Su mentor, hacedor y primer director fue el entonces coronel Hernán Pujato. 

Convencido de la necesidad de tener un rompehielos propio, Pujato trabajó incansablemente en la búsqueda de la mejor opción de compra para el país. Finalmente, en un astillero de Alemania reactivado en la posguerra, obtuvo la opción de compra de un buque nuevo, a un costo razonable y disponible en pocos meses. Así fue como nuestro país se hizo de su primer rompehielos, el ARA General San Martín Q-4, apodado «el sapo». En 1954, cruzando el mar de Weddell durante su viaje de bautismo, estableció el récord histórico mundial de navegación al sur. Los elementos trasladados fueron desembarcados para fundar la base Belgrano I, como escalón logístico avanzado para alcanzar el Polo.

Con el equipo que fundó esa primera base, Pujato llevó a cabo un minucioso relevamiento y ocupación efectiva de la Antártida. Se encargó, también, de formar excelentes antárticos especializados (marinos, pilotos, topógrafos, geólogos, científicos, etcétera), para que pudieran acompañarlo y, eventualmente, continuar el camino que había imaginado para la Patria y su extremo sur.

Relevaron regiones nunca antes avistadas, cartografiando los accidentes geográficos, bautizándolos como: Cordillera «Diamante», Montañas «Rufino», Glaciar “Sargento Cabral”, Planicie “San Lorenzo”, Pico “Santa Fe”, Nunataks “Entre Ríos”, entra otros.

Pero, como tantas otras ignominias que pasaron en este país, a pesar de su carrera abnegada e intachable, el entrerriano fue pasado a retiro con el golpe de Estado de 1955 que derrocó al gobierno de Perón meses después de bombardear la Plaza de Mayo y matar a más de trescientos civiles. 

Cuando Pujato regresó de la histórica expedición, ya desplazado por la dictadura, solo fue recibido por su familia y sus amigos más cercanos. No hubo comitiva oficial, ni reconocimiento, ni medallas. Sufrió persecución y hostigamiento. Fue sumariado y llamado a declarar por las nuevas autoridades y, por decisión del gobierno de facto de Pedro Aramburu, fue apartado de todos sus cargos.

«Cuando Pujato regresó de la histórica expedición, ya desplazado por la dictadura, solo fue recibido por su familia y sus amigos más cercanos«

Sin embargo, con inexplicable tozudez, su amor por la Antártida jamás cesó y buscó colaborar con semejante empresa de cualquier forma que le fuese permitida. Varios años más tarde, durante la Guerra de las Malvinas de 1982, cuando ya era un general retirado de 78 años, se ofreció como piloto voluntario para estrellarse con un avión cargado de explosivos contra los británicos. Por supuesto, lo rechazaron y continuaron su condena al ostracismo que dictaminó sobre su trayectoria la dictadura de 1955.

El héroe antártico logró ser reconocido en vida como «Ciudadano Ilustre de Diamante», nombrado Comandante Honorario del Comando Antártico del Ejército y homenajeado por la Cámara de Diputados de la Nación el 14 de agosto de 1991. El 7 de septiembre de 2003, a los 99 años, falleció en el Hospital Militar Campo de Mayo. Sus cenizas fueron trasladadas, por su expreso deseo, a la Base San Martín. Allí descansa el “Padre Antártico”.

Hoy, más que nunca, con la negligencia que el gobierno nacional encara los temas referentes a nuestra soberanía, con el deterioro de nuestra moral como pueblo y un discurso de fatalismo, recordar a estos héroes espero sirva para reavivar en nosotros una llama de amor a nuestro pueblo, a nuestra tierra y a nuestro estilo de vida.

Hernán Pujato dijo una vez, con motivo de la conmemoración del Día de la Afirmación de los Derechos Argentinos sobre las Islas Malvinas, Islas del Atlántico Sur y Sector Antártico:  “Y será un acontecimiento feliz para la Patria, que llenará de emoción los pechos argentinos, el día jubiloso que nuestra bandera (…) cobije nuevamente ese pedazo de suelo argentino que se reintegra al regazo materno. Que en todos los ámbitos de la Patria se renueve cada día, como una oración, el voto de cada argentino, hombre, mujer, niño, joven, anciano, de que las Malvinas, que han sido, son y serán argentinas, vuelvan cuanto antes a formar parte de la Nación”.