MISERIA Y REPRESIÓN

HAY QUE SER MUY CAGÓN PARA NO DEFENDER A LOS JUBILADOS

La desmedida represión del miércoles contra la multitudinaria marcha en apoyo a los jubilados es el fiel reflejo de estos tiempos. Migajas para las mayorías y crueldad para la protesta social. Alfio y Beatriz, la argentinidad pisoteada.

Texto: Agustina Díaz | Fotografía: Yoel Alderisi
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En medio de un contexto social signado por los recortes, la violencia institucional y el individualismo, las y los adultos mayores de la Argentina están dando una lección capaz de golpear la consciencia de cualquier persona de bien. Un jubilado desprendiéndose de lo poco que tiene para ayudar las familias inundadas de Bahía Blanca y una jubilada combatiendo la arbitrariedad policial son sólo dos de los miles de rostros arrugados por el paso del tiempo que marcan el camino para un país un poco más humano.

ALFIO, UN ABANDERADO DE LOS HUMILDES

Como tantas otras veces en la doliente historia de nuestro país, la solidaridad de los de abajo conmueve hasta las almas más duras. Las imágenes de Bahía Blanca, destruida por un temporal que cobró vidas y dejó a miles sin nada, nos dejaron pasmados. De un momento a otro, personas que transitaban su vida con los problemas y alegrías de cualquiera se encontraron envueltas en una tragedia que marcará la memoria de todo un país.

Inmediatamente, a lo largo y ancho de toda la República Argentina, cientos de instituciones comenzaron a liderar campañas de donación para asistir la urgencia de sus compatriotas. Parroquias, clubes, unidades básicas, centros culturales y cuarteles de bomberos se fijaron como sede de un sentido de comunidad nacional que tanto nos hace falta. Emocionantes testimonios de gente que llevaba, no lo que le sobraba sino, más bien, lo que sacó de su propia alacena.


En medio de esos miles de personas una cámara de televisión logró tomar el testimonio de Alfio, un vecino porteño de 88 años que llevó en una bolsita dos paquetes de azúcar y dos paquetes de yerba a un punto solidario. Un jubilado, de manos temblorosas, bastón y voz entrecortada por la emoción, que entre lágrimas dijo “traje un poquito, lo que pude, hago esto por cristiano y peronista, que llegue a quien necesita” y tiró un beso a cámara.

Alfio fue uno de los cientos de jubilados y jubiladas que, a duras penas, llegan a fin de mes y que, porque saben lo difícil que es garantizar el plato de comida en la mesa de una familia, no dudan en colaborar con el laburante que sufre.

Alfio es una cachetada para cualquier militante y dirigente político, especialmente del peronismo. Muestra el sentido identitario, espiritual e ideológico profundo que convoca voluntades alrededor de un movimiento político que nació de las bases populares para la construcción de un proyecto de país justo y solidario, en el que reine el “amor y la igualdad”.

“Alfio es todo lo que no representan ni respetan las internas endogámicas, las trayectorias individualistas, ni los “Kueider” del sistema político de roscas y negociados”

Alfio es todo lo que no representan ni respetan las internas endogámicas, las trayectorias individualistas, ni los “Kueider” del sistema político de roscas y negociados, que ocupan espacios de poder sirviéndose de estructuras políticas ancladas en ideas en las que no creen. Porque el ex senador entrerriano, Edgardo Kueider, no es la excepción del sistema, sino que ha servido de chivo expiatorio de un entramado político de dirigentes que no viven coherentemente a las ideas que profesan y se sirven de los privilegios que les da un cargo para hacer negocios y perpetuarse.

Y que quede claro: los Kueider del sistema son las piezas claves de este ajuste inhumano prometido en campaña y cumplido en gestión por La Libertad Avanza. El acompañamiento legislativo y la complacencia de las gestiones provinciales y municipales, que guardan silencio cómplice sobre las consecuencias inmediatas del modelo económico sobre la vida de la gente, son otra cara de la misma moneda de responsabilidad institucional sobre lo que está pasando y que, preponderantemente, golpea a los jubilados como actor social.

DE ROMPERLE LA CABEZA A UNA ABUELA NO SE VUELVE

Diversas consultoras y centros de estudios económicos, a partir de los datos aportados por el Indec, coinciden en que las jubilaciones cayeron alrededor de un 30% a partir de la modificación de la fórmula de movilidad impulsada mediante el DNU 274/2024 del gobierno de Javier Milei. Así es como la jubilación mínima (que cobran casi el 70% de los incluidos en el sistema) en marzo de este año se ubica en $279.121,71, a lo que se suma un bono extraordinario de $70.000, alcanzando un total de $349.121,71.

El irrisorio valor de las jubilaciones se choca de frente contra los valores de la canasta básica de alimentos, los precios desregulados de los medicamentos, los recortes en las prestaciones de PAMI y los tarifazos en los servicios públicos.


Así fue como, con el paso de los meses, crueles testimonios de adultos mayores comenzaron a decorar los informativos diarios. Suspensión de medicamentos medulares para sostener la calidad de la salud (o, incluso, la propia vida) y hasta el racionamiento de los alimentos y el reemplazo de cenas por mates cocidos son algunas de las ilustraciones de un clima de época que nos remite inmediatamente a las luchas de Norma Plá en la década de 1990.

Esa situación crítica llevó a que, desde hace meses, cada miércoles, grupos de jubilados y jubiladas marchen para visibilizar el estado de situación de las cosas, en general, en bastante soledad. Cada miércoles, distintas expresiones de violencia institucional y abuso de autoridad por las fuerzas de seguridad acompañan a las marchas frente a una sociedad que parecía anestesiada.

“Y, como si todo este escenario de ajuste económico y represión no fuera suficiente, en unos días se suspenderán las moratorias jubilatorias”

En las últimas semanas, tras ser televisada la cruel represión a los jubilados, otros sectores de la sociedad se decidieron acompañar el espacio que han sostenido por meses los adultos mayores… y así se llegó al terrible miércoles 12 de marzo, que dejó un saldo de decenas de heridos y más de cien detenciones arbitrarias.

Entre las personas movilizadas estaba Beatriz Bianco, de 87 años, que fue empujada por un efectivo de la Policía Federal Argentina y terminó con su cabeza rota contra la vereda. Las imágenes registradas muestras a la débil Beatriz intentando atravesar un ancho cordón policial cuando un agente la empuja violentamente haciéndola perder el equilibrio.

Beatriz quedó tendida en el piso y ninguno de los efectivos de la policía se acercó a socorrerla. Fue una más de las decenas de personas heridas por un uso de la fuerza pública totalmente desproporcionado. Otros jubilados terminaron en guardias hospitalarias con golpes, irritaciones oculares y problemas respiratorios a causa de los gases lacrimógenos.

Párrafo aparte con lo ocurrido con Pablo Grillo, un fotógrafo que está peleando por su vida tras haber recibido el impacto de una granada de gas lacrimógeno que, literalmente, le partió la cabeza y le provocó pérdida de masa encefálica.

Responsable política del operativo, la ex candidata a presidenta Patricia Bullrich, dirigente con enorme trayectoria en la participación directa en políticas de ajustes a los trabajadores y jubilados (durante los gobiernos de De la Rúa y Macri) y la utilización desmedida de la violencia institucional.

Y, como si todo este escenario de ajuste económico y represión no fuera suficiente, en unos días se suspenderán las moratorias jubilatorias, único mecanismo de acceso a la seguridad previsional en un país con una estructura de mercado laboral con altos índices de informalidad.

HAY QUE SER MUY CAGÓN PARA NO DEFENDER A LOS JUBILADOS

En un país tan dividido por grietas insalvables, defender a los jubilados no tendría que ser una de ellas. Defender un ingreso digno para los laburantes retirados en su último tramo de la vida y que no los maten a palazos en las marchas no tendría que estar en discusión. Si ocurre esto, no sólo se debe a un gobierno despiadado sino, también, a una sociedad egoísta e impaciente, que ve a los adultos mayores como un costo, un gasto innecesario y una molestia.


Es la “cultura del descarte”, de la que habló el Papa Francisco, la que considera desechable a quienes no producen para un sistema que cada vez cierra con menos gente adentro.

Frente al egoísmo, la tibieza de dirigentes sindicales callados y cómodos, y la rosca obscena de la política de castas, Alfio y Beatriz nos muestran otro modo de ser nacional posible, uno solidario y comprometido capaz de poner el cuero hasta el final.


captura de pantalla

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Basada en una historia real, sigue a un ladrón de bancos de 70 años que, en vez de disfrutar su jubilación, sigue robando porque simplemente es bueno en eso. Con Robert Redford en su último papel, es una mezcla de acción, carisma y una reflexión sobre qué hacer cuando nunca aprendiste a retirarte.

Elsa y Fred (M. Carnevale, 2005)

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