ELLA, LA PRECURSORA

ENTREVISTA A MARÍA CAREN PAZ

ELLA, LA PRECURSORA

Cuando los discursos odiantes pretenden reeditar los postulados de la discriminación y los prejuicios, María Caren Paz regresó a Gualeguaychú, después de 21 años y tras consagrarse en Río de Janeiro, para decirnos que, de la mano de la libertad, el amor propio y la pasión por la cultura popular, podemos ser una comunidad mucho más parecida a la ficción que, durante el verano, nos regala la magia del carnaval.

Texto: Agustina Díaz

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Fotografía: Foto Enzo

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Hay historias que merecen ser contadas porque interpelan, conmueven y generan admiración. Algunas son historias que nos muestran que la perseverancia es la más importante aliada para alcanzar los sueños que tenemos. Otras historias nos permiten ver en espejo el propio camino, personal y social, en el que hemos crecido y avanzado. María Caren Paz es la protagonista de una historia que tuvo a nuestro carnaval como escenario y que hoy, más de veinte años después, merece ser reeditada.

VEINTE AÑOS NO ES NADA

No recuerdo qué mentirita piadosa le habré dado a mis padres para ir sola al corsódromo ese día. Era el año 2005 y faltaba sólo un año para terminar el secundario, condición indispensable para poder “calzarme las plumas”, ya que iba a un colegio católico donde estaba terminantemente prohibido ser parte de la fiesta. Por aquel entonces, mis sueños se debatían entre la vida consagrada en una orden religiosa, estudiar en Buenos Aires y salir en el carnaval, así de mezclados han sido mis gustos desde siempre.

Fue entonces cuando la vi, porque su carisma hacía verla desde lo más lejos de la tribuna de cemento. Con unas sandalias espectaculares, una sonrisa amplia como pintada por un artista, unas piernas que parecían levitar entre el ritmo de los repiques y un pandeiro en la mano que giraba, como quien hace girar sobre su dedo a toda la energía y belleza del mundo. Dos años más tarde, en el mismo escenario, volví a verla. Esa noche se elegía la reina del carnaval de la edición y la mejor pasista, entre otros galardones, en medio de los tradicionales cánticos de las hinchadas de cada una de las comparsas en competencia

Ella era Caren Paz, la mujer del momento en Gualeguaychú, y esa noche fue premiada como la mejor pasista del carnaval más importante de la República Argentina. Fue esa noche, en lo más hondo de mi corazón, con mis apenas dieciséis años a cuestas, que soñé algún día pisar ese gigante escenario, como en ese instante lo hacía Caren, deslumbrando a todos.


Veintiún años después tengo a Caren frente a mí y vuelvo a quedarme impactada al verla. Hablar de su belleza sería una obviedad, lo avasallante de su presencia es la energía que desborda, como sólo las divas y grandes artistas saben hacerlo.

Estábamos ahí, en el museo emplazado en el corsódromo, que custodia las reliquias carnavaleras del ayer, para homenajear a aquella pasista que brilló en Gualeguaychú antes de distinguirse por años en Río de Janeiro, el carnaval más grande y exigente del mundo. Luego de dos décadas sin visitar la ciudad, Caren volvió por iniciativa de la actual representante del Carnaval del País, Itatí Guerra, que también vio nacer su pasión por esta fiesta popular en su infancia y adolescencia.

Y allí estaba Caren, como si el tiempo no hubiera pasado para ella, contando anécdotas cargadas de afecto y dulzura. Vestida como una verdadera soberana de carnaval, la homenajeada no escatimó sonrisas, abrazos y pasos de danza. Allí estaba, de nuevo, con sus piernas levitantes y su pandeiro invitándonos a bailar, como una niña generosa que quiere compartir sus juegos.

En medio de todo ese brillo y luminosidad, contó cómo llegó a Gualeguaychú a principios de los 2000, habló de sus muchas horas en la terminal de ómnibus de Retiro, de los pequeños sitios de alquiler que le ofrecieron los lugareños, de sus amigos en los talleres de O’Bahía, Papelitos y Marí Marí, y de su felicidad al convertirse en una figura tan destacada.

Al contar su historia, Caren toca el corazón de esos cientos de integrantes que destinan sus vacaciones, queman sus ahorros y dedican las horas enteras de sus fines de semanas para que el reino de Momo brille en su esplendor. En sus memorias están representados losque cada año, con sus mochilas cargadas, con sus colchones tirados en el piso de algún buen amigo, con sus nervios y llantos de alegría, creen fervientemente en que vale la pena todo esfuerzo por una noche de carnaval.


¿De dónde sale esa pasión desmedida? ¿De dónde sale ese espíritu sacrificial por un rato de desfile? Como bien lo explicó Caren, con sus abundantes y precisas palabras, el carnaval es la vida, la libertad, es ser quien queremos, es expresión, diversidad y arte. “Por eso la dictadura militar prohibió el carnaval, no tenemos que perder la memoria de nuestra historia”, precisó la pasista en medio de un profundo análisis acerca de la importancia cultural del carnaval para la sociedad argentina.

SOÑAR Y PERSUADIR

Para Caren fue un sueño convertirse en la mejor reina de batería de Gualeguaychú, pero, alcanzado el objetivo, no quiso detenerse. Se había enamorado del samba en redo en su Quilmes natal, durante la adolescencia, cuando migrantes brasileños residentes en Argentina se reunían a celebrar su cultura nativa impregnando a todo el barrio con su música.

Con la misma tenacidad con la que se decidió deslumbrar en nuestros pagos encaró el proyecto de convertirse en una destacada artista de los escenarios cariocas. Por meses insistió, vía correo electrónico, con las autoridades de una escola do samba para que aceptaran audicionarla, porque ella no estaba dispuesta a alquilar un traje como lo hacía cualquier turista curiosa. Ella quería ser, ni más ni menos, que parte del ala de pasistas o una musa (roles individuales destacados en el desfile) por lo que hasta envió un video VHS para persuadirlos. Por supuesto, los convenció. Así fue como María Caren Paz integró diversas alas de pasistas para convertirse después en la primera musa internacional de la tradicional Escola do Samba Estação Primeira de Mangueira, un rol al que hasta entonces sólo podían aspirar las bailarinas afrobrasileñas de la propia comunidad.

Por años vivió en aquella ciudad inmensa y cosmopolita, atravesada por las más diversas culturas, pero, sobre todo, signada por un sentido ancestral africano e indígena que Caren amó, abrazó y respetó desde el día uno. Y así como su pandeiro no paraba de girar para acompañar su danza, su vida tampoco se detuvo, al ritmo de los tambores que la llevaron a conocer diversos países y continentes.

EL ARTE COMO LANZA PRECURSORA

Detrás de cada logro artístico de Caren se pueden reconocer enormes esfuerzos, como quien cumple un designio a pura tesón y convencimiento. Como a tantos grandes artistas del carnaval, a ella le tocó vencer los límites que imponían otros tiempos, donde los prejuicios eran más fuertes, las libertades estaban encorsetadas y las leyes aún no hacían honor a la dignidad de elegir un proyecto de vida coherentes con el deseo de cada persona.

Con ingenio creativo, frente a los comentarios que buscaban indagar más sobre su vida íntima que sobre su potencial escénico, Caren respondió con perspicacia y encanto. “Así fue como en un momento le propuse a mi director (Martín Ayala) salir como pasista en conchero, bodypainting y el pandeiro. El aceptó y fue una revolución. Obviamente, de la mano de un show respetuoso y cuidado, porque el carnaval de Gualeguaychú es un espectáculo familiar y yo quería hacer honor a eso”.


Es imposible no pensar en el carnaval como la ficción de una sociedad mucho mejor de la que tuvimos y tenemos. Es en carnaval donde las distinciones de procedencia social se desdibujan, donde todos los cuerpos están invitados al disfrute, donde la risa no es penada, donde la diversidad es valorada en su esencia y no es censurada, donde la camaradería y la solidaridad triunfan sobre el egoísmo y donde el sentido de comunidad se impone sobre la individualidad que nos enemista y aleja.

Fue aquí, en nuestro pueblo, donde el carnaval se convirtió en una arena de desenvolvimiento artístico, profesional y social de aquellas personas cuyo proyecto de vida e identidad eran tratadas como una patología, desviación o delito… y vaya cuánto nos ayudó a ser mejores. Fue acá, en esta ciudad pequeña del litoral argentino, donde un espectáculo inigualable tuvo espacio para desarrollarse e impactar con sus trajes, con sus carrozas inmensas y con la pasión de sus integrantes.

Y fueron y son personas como Caren Paz las que, con su determinación y fortaleza, abrieron el camino para que otras personas brillen, no sólo dentro del corsódromo sino en sus propias historias de vida, esas que no merecen estar condenadas a la opacidad de no vivir de acuerdo a lo que se siente, quiere y desea.

En un contexto donde discursos odiantes pretenden reeditar los postulados de la discriminación y los prejuicios, Caren regresó a estas tierras para decirnos que, de la mano de la libertad, del amor propio y de la pasión por la cultura popular, podemos ser una comunidad mucho más hermosa, esa más parecida a la ficción feliz que nos regala el carnaval en los meses del reinado del buen Momo. 


captura de pantalla

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