EL FANTASMA DEL HAMBRE

CUENTO

EL FANTASMA DEL HAMBRE

“Ustedes, pies de niños sin pisar, no se pueden imaginar al fantasma del hambre”, dice Valentín Freri en estas líneas. Líneas que son literatura y realidad, lo oscuro se impone. El hambre acecha.

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Una puerta de hierro negra que pesa una tonelada se abre, caminás treinta y tres metros, bordeando plantas y pasás por el cordoncito de una ventana que refracta las tinieblas.

Llegas, es tu lugar, lo ves a él, cocinando en un horno de barro pan casero que luego será vendido para mitigar la ausencia de felicidad. Al costado, las tablas juntadas en la calle encienden una olla que se prepara para domesticar un paquete de fideos.

Hay que saber que nadie es nadie, allí, en el frío de la soledad. En la casa, a los treinta y tres metros de la puerta de hierro, a la derecha del horno de barro y a un paso del humo, un llanto en caída llama por la mañana.

En la cocina no se cocina… apenas hay una mesa con dos sillas añejas, en las que nunca, nunca, alguien posa su cuerpo.

Tan solo haciendo un paso dos habitaciones sin separaciones invitan al sueño para no despertar. El comienzo del día es la fuga del olvido, por la noche, un rayo recorre las paredes y llega a las frazadas jubiladas hace varios inviernos.

Dos veces, dos puntos.

A pesar de todo: Hay tesoros.

Un conjunto de bienes preciosos sin sentido para algunos son elixir y cimbronazos de latido para otros. 

Burlar al destino: hierro y aluminio, cartón, botellas y tapas, cuchillito y timbre. 

¿Quién sabe cuánto será el tiempo perdido sin jugar?

El pucho se junta de la calle para apagar la desesperación de zapato gastado.

Detenga alguien a los espectros plásticos y apresurados de las almas sumidas en la desgracia. 

Vaya desgraciados, sepan que no hay aventura posible sobre la gente de hombros caídos. Ustedes, pies de niños sin pisar, no se pueden imaginar al fantasma del hambre.


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