DEL TRIÁNGULO ROSA A LA BANDERA MULTICOLOR: EL ORGULLO COMO RESPUESTA
Proclamar al orgullo como respuesta a la vergüenza que se busca imponer es un lema que tiene largos años en la comunidad LGTBIQ+, pero que ha adquirido nueva fuerza (y urgencia) en un contexto de crecimiento de las violencias y las hostilidades. En esta edición de La Mala, traemos la historia de un símbolo que significó la condena y la muerte y hoy es insignia de lucha, para que renueve nuestro compromiso y también nuestra esperanza.
La historia de la humanidad es la de la lucha por la memoria.
Tuvieron que pasar varias décadas para que sus voces sean escuchadas. Poco querían hablar los sobrevivientes de los campos de exterminio acerca de lo que sus ojos habían visto y sus cuerpos, padecido. Seguir con vida en medio de tanta muerte fue una especie de imperativo moral, cargado de dolor, que los acompañó el resto de sus días.
Al culminar la II Guerra Mundial, la comunidad internacional de Naciones Unidas se dedicó a sancionar convenciones de Derechos Humanos que protegieran a los pueblos de horrores semejantes. Así fue como el concepto “genocidio” apareció en el Estatuto de Roma para tipificar crímenes masivos a grupos humanos.
En la academia, la literatura, las artes, el periodismo y, sobre todo, en los sobrevivientes, “Holocausto”y “Shoá” fueron los términos escogidos para nombrar lo que había ocurrido, palabras que, para siempre, resonarán para golpear la memoria y recordarnos lo que la humanidad es capaz de hacer y lo que es capaz de resistir.
Memoriales, homenajes, libros, películas y el rescate de los testimonios de quienes quedaron con vida tras su paso por los campos de concentración destinados a la “solución final” fueron las acciones que buscaron señalar la dignidad de las víctimas y la importancia de la recordación para la no reiteración. Al respecto, nunca está de más señalar, que estas herramientas de memoria, y todas aquellas herramientas de memoria de los demás pueblos que han sufrido el odio, la persecución y el exterminio, son insumo vital para un Nunca Más que, lejos de ser una realidad efectiva, es una proclama de deseo aún en nuestros días.
Los hombres del Triángulo Rosa.
Hubo una memoria que llevó mucho más tiempo construir, reconocer y habitar, y es la memoria de otro de los grupos víctima en los campos de concentración: los hombres señalados con el Triángulo Rosa en sus uniformes de prisioneros.
La demora en su reconocimiento como víctimas y en la reivindicación de sus historias tuvo que ver con una sociedad que antes y después de la experiencia extrema del nazismo, siguió juzgándolos, patologizándolos y condenándolos.
Fue en tiempos de auge del II Imperio Alemán, tras las guerras de unificación, que apareció en el código penal del Estado naciente el párrafo o parágrafo 175, una norma jurídica que significó la persecución y el castigo a las relaciones homosexuales entre personas de sexo masculino. En 1935, consolidado el régimen nazi, el contenido del artículo 175 se endureció como parte de los dispositivos gubernamentales del nacionalsocialismo para evitar “degeneración” de la raza aria. Así las penas se incrementaron, se incorporaron los trabajos forzados como castigo y se acrecentaron las detenciones.
“Poco más del 7 u 8 % de los hombres en Alemania son homosexuales, si así se mantienen las cosas, nuestra nación se caerá en pedazos por causa de esta plaga. Aquellos que practican la homosexualidad privan a Alemania de los hijos que le deben”
Palabras de Heinrich Himmler, Reichführerde las SS.
Los hombres gays fueron perseguidos, encarcelados, deportados y sometidos a vejámenes. Al llegar a los campos de concentración, un triángulo rosa era colocado en sus uniformes de prisioneros para identificarlos. A ellos eran dirigidos especiales métodos de tortura y humillación, además de ser convertidos en objeto de investigación científica en los “experimentos” destinados a encontrar la “cura” a la homosexualidad.
Según los datos recabados por el investigador y profesor Yehuda Bauer, 50.000 homosexuales fueron arrestados durante el nazismo, 35.000 fueron liberados, 15.000 fueron enviados a los campos de concentración y 5.000 aproximadamente murieron allí.
Concluida la guerra y liberados los prisioneros y prisioneras de los campos, el parágrafo 175 siguió vigente en Alemania, como en muchísimas partes del globo otras legislaciones condenatorias de la homosexualidad. Recién en 1994 el artículo 175 fue desechado del código penal, cuatro años después de que la OMS quitara a la homosexualidad del listado de enfermedades mentales.
La violencia y discriminación institucionalizada obturó las voces y las memorias de los sobrevivientes de la persecución homofóbica del nazismo. Ante una sociedad que seguía despreciándolos y avergonzándolos, el silencio fue la alternativa no sólo para superar lo vivenciado sino para continuar con vida.
Recién en 1972 se abriría un espacio para la palabra y la reflexión, con la publicación de Hans Neumann titulada “Los hombres del triángulo rosa: Memorias de un homosexual en los campos de concentración nazis”, que relató lo vivido por el austriaco Joseph Kohout durante el nazismo. A partir de allí, otros testimonios de los últimos sobrevivientes pudieron rescatarse y diversas líneas de investigación histórica se sumaron para enriquecer y complementar la necesaria memoria sobre el Holocausto.
Sacar belleza de las piedras.
En esa capacidad inmensa de resiliencia y resistencia, innumerables organizaciones de derechos humanos por los derechos de las diversidades han optado por el Triángulo Rosa como insignia. Esos triángulos rosas que fueron marcas para el castigo, la tortura y la muerte en las cámaras de gas, hoy son flamantes banderas de vida y dignidad.
El orgullo, la alegría, el amor y las expresiones públicas de la propia identidad han sido la principal herramienta de lucha de la comunidad LGTBIQ+ en todas partes del mundo, aunque esas luchas al día de hoy sigan costando vidas humanas. En Brunei, Irán, Mauritania, Nigeria, Arabia Saudita y Yemen la homosexualidad está penada a muerte, mientras que en Qatar, Afganistán, Pakistán, Somalia y Emiratos Árabes Unidos su condena implica castigos graves.
En occidente, la violencia institucional contra la comunidad LGTBIQ+ ha dejado de tener respaldo normativo, pero esto no constituye un reaseguro para las personas gays, lesbianas, travestis, transexuales, no binarias, intersexuales y bisexuales no sean víctimas de formas extremas de violencia. El doble lesbicidio ocurrido hace unos meses en el barrio de Barracas, en Capital Federal, es un triste testimonio de esto.
A ello se suma la proliferación de discursos oficiales hostigan, denigran y ridiculizan a las personas homosexuales, dando lugar a la emergencia y circulación de discursos sociales que despiertan preocupación e inquietud en términos de convivencia democrática.
Por eso la marcha del orgullo sigue teniendo vigencia y capacidad aglutinadora, porque encuentra a las personas que quieren defender la libertad como valor supremo en la vida y en la sociedad.
Orgullo a la entrerriana.
El próximo 14 de diciembre, se realizará por primera vez una Marcha del Orgullo provincial con la ciudad de Concepción del Uruguay como sede. Se trata de un encuentro organizado por un importante grupo de organizaciones de todos los departamentos que tienen el objetivo de generar una manifestación contundente no sólo para celebrar la identidad en la diversidad sino, además, para reclamar la ausencia de políticas públicas que contribuyan a la prevención y erradicación de diversas formas de discriminación y violencia.
Una cita a donde están invitadas todas las personas que reconocen en la libertad y la dignidad humana un valor incuestionable, una cita llena de color y símbolos que florecen desde el corazón de un triángulo rosa.
captura de pantalla
por Tati Peralta
bent (Sean Mathias, 1997)
Max, un hombre gay, es enviado a un campo de concentración nazi, donde se enamora de otro prisionero. Es un retrato profundo del amor y la resistencia frente a la opresión.
El triángulo rosa y la cura nazi para la homosexualidad (e. jasper/n. Steiner, 2014)
Explora cómo los nazis trataron de «curar» la homosexualidad mediante métodos inhumanos y documenta los horrores enfrentados por quienes fueron obligados a portar el triángulo rosa.
aimee & jagua (Max Färberböck, 1999)
Basada en hechos reales, narra la relación entre Lilly Wust, una mujer alemana casada con un oficial nazi, y Felice Schragenheim, una mujer judía lesbiana, en Berlín durante la Segunda Guerra Mundial.