UN SISTEMA QUE CRUJE
CHAU MORATORIAS
Hace unos días, el Gobierno Nacional confirmó que no habrá prórroga de la moratoria previsional que vence el 23 de marzo del 2025, medida que dejará fuera del sistema a decenas de miles de personas en nuestro país en medio de indicadores sociales de emergencia ¿Qué han significado las moratorias jubilatorias en la sociedad argentina? ¿Su eliminación es el camino indiscutible que tiene que seguir un Estado “racional?
En primera persona.
Graciela cumplió 12 años y de inmediato tuvo que empezar a trabajar. Era el año 1966 y para pagar los estudios de su escuela secundaria la habían contratado de manera informal en una escuela normal para ayudar a las maestras, llevar a los nenes al baño o limpiarlos en las clases de pintura. Era una suerte de niñera a la que le daban unos pesos para que pudiera cubrir los gastos para estudiar. Su mamá, Argentina, la criaba sola a ella y a sus hermanas y, para poder trabajar como cocinera en un sanatorio, necesitaba que sus hijas se arreglaran solas.
Cuando terminó el secundario Graciela se dio cuenta que tenía que ponerse a trabajar en serio. Ya no le alcanzaba con la changuita de la escuela. Y ahora sí, tenía que aportar más consistentemente a la casa. El primer trabajo que consiguió fue en un taller de costura, “La Calestia”. Junto a otras chicas de su edad aprendió a coser. Allí estaba muchas horas y el salario no le alcanzaba. En ese momento fue cuando consiguió el gran trabajo de su vida, como maestranza en una concesionaria de autos muy importante de Gualeguaychú. Era el año 1974 y con sus 20 años tenía que dejar todo el negocio reluciente. Durante dos años estuvo contratada de manera informal, la hacían ir día por medio, pocas horas. Recién en 1976 la regularizaron y allí pasó veintiún años de su vida.
En ese tiempo conoció a Santiago, con quien se casó tres años después. En la segunda mitad de los 80 nacieron sus hijas, por lo que decidieron sacar un crédito en el Banco Hipotecario y se compraron su casa. Vivían una vida muy modesta. Lejos de algún tipo de lujo, los dos salarios iban para la educación de sus hijas. Pero en 1998, en plena crisis, la empresa quebró y Graciela tuvo que volver al circuito informal, cobrando en negro por limpiar hoteles y otros lugares. Toda la plata se iba en la cuota de la hipoteca. Pese a la artrosis y los dolores de columna, Graciela tenía que seguir trabajando casi a destajo. Sus hijas ya se habían ido a Buenos Aires a estudiar a la universidad. A poco de cumplir 60 años, empezó a angustiarse: ¿Qué iba a pasar cuando no pudiera trabajar más, cuando el cuerpo no la acompañara?
“Trabajo desde los 12 años, siempre fui muy independiente económicamente, me ponía muy mal saber que de un día para el otro no iba a cobrar más plata. No me alcanzaban los aportes para jubilarme. Por eso fue tan importante para mí la moratoria”, relató Graciela, hace algunos años atrás.
Luego de un año de papelerío y trámites, cuando en 2015 la abogada le dijo que la esperaba en el banco para cobrar la jubilación, pensó que se desmayaba. Llegó a la puerta del Banco Nación, sacó un numerito e hizo la fila. Cuando llegó su turno y sacó toda la plata –retroactiva a dos años que era cuando había iniciado el trámite– empezó a temblar. La abogada le recomendó que se tomara un remis para volver casa porque estaba desbordada. Graciela le hizo caso.
Cuando llegó a su casa puso toda la plata sobre la cama: nunca había visto tanta junta en su vida: “esta plata es mía, esta plata es mía”, repetía como un mantra. Cuando se recuperó y entendió que estaba jubilada se compró una heladera nueva, un plasma –todavía tenía el televisor viejo–, un colchón –nunca lo había cambiado en su vida y padecía de artrosis en la columna y la rodilla–, una frazada térmica, una juguera y unas botitas de cuero.
Graciela Mondragón es parte del millón setecientos noventa y seis mil cuatrocientas treinta y nueve mujeres que entre 2003 y 2016 se jubilaron a través de la moratoria previsional, prevista en la Ley 24.476.
Graciela Mondragón era mi mamá.
“Graciela Mondragón es parte del millón setecientos noventa y seis mil cuatrocientas treinta y nueve mujeres que entre 2003 y 2016 se jubilaron a través de la moratoria previsional”
Este relato lo escribió la periodista y politóloga Tali Goldman en una nota publicada el 1 de mayo de 2019 en la Revista LATFEM, en el contexto de amenaza a las moratorias jubilatorias que por entonces estaba haciendo el gobierno de Mauricio Macri.
Mi vieja falleció en mayo de 2022. Jamás olvidaré cuanto cambió su realidad con la jubilación ni lo imprescindibles que fueron las prestaciones de PAMI (aún con limitaciones y deficiencias) en los últimos meses de su vida. Quizás por eso es que pienso en tantas personas, especialmente mujeres, que serán perjudicadas gravemente por el anuncio del gobierno nacional.
PRIMERA PERSONA DE MILES DE PERSONAS
Según los datos que surgen del boletín estadístico de la Secretaría de Seguridad Social de la Argentina, ocho de cada diez jubilaciones dadas de alta en 2023 por la ANSES requirieron de un plan de moratoria. Concretamente, de las 488.490 nuevas prestaciones, 396.330 (81,1%) fueron para personas que no acumularon los 30 años de aportes que exige la ley para acceder al beneficio, un dato que refleja la realidad de un mundo laboral que parece profundizarse.
Entre la población mayormente alcanzada por las moratorias se encuentran las mujeres. Como lo hemos comentado en otras ediciones al traer los informes de La Cocina de los Cuidados del CELS (un programa dedicado al monitoreo de las políticas gubernamentales de género), las moratorias jubilatorias constituyen la política de justicia social más importante para las mujeres desde el retorno de la democracia.
Para las mujeres alcanzadas por este beneficio el acceso a la jubilación no sólo significó la garantía de un ingreso regular y la cobertura de salud de PAMI, sino el reconocimiento de todos aquellos trabajos que tuvieron que realizar en la informalidad y de todas aquellas tareas de cuidado y crianza que hicieron posible que sus familias funcionaran.
Ahora bien, a pesar del enorme peso sobre la población de mujeres, las moratorias no sólo versan sobre la realidad de este universo, sino sobre la posibilidad de jubilarse (o no) de una importante masa de trabajadores.
El sistema previsional tal como lo conocemos y como funciona en la Argentina, fundado en un sistema contributivo, fue creado hace más de cien años atrás, en tiempos de la Alemania de Bismark, y modificado hacia la década de 1940 en Gran Bretaña. Eran tiempos en los que la gran mayoría de trabajadores ingresaba en el mercado laboral alrededor de los 18 años, a través de empleos de larga duración, y se jubilaban allí, con treinta años de aportes o más. Claramente, se trata de una realidad que no existe desde hace décadas y que es impensada para las nuevas generaciones.
“Llamativamente la CGT guarda silencio sepulcral al respecto, como si los sectores que representan vivieran en un universo paralelo o en otra galaxia”
En nuestro país, según datos del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo publicados por CIPPEC, un cuarto de los jóvenes argentinos está desempleado y la tasa de desempleo en esa población casi triplica a la de adultos. Por esta razón la Argentina cuenta con la mayor tasa de desempleo juvenil del Cono Sur.
Asimismo, el desempleo afecta más a los jóvenes que más necesitan trabajar: los provenientes de hogares de menores ingresos. Mientras el 26% de los jóvenes del quintil más bajo de ingreso es desempleado, solo el 9% de los jóvenes del quintil más alto está en esa situación. El género es otro predictor de vulnerabilidad laboral: el 25% de las mujeres jóvenes están desempleadas frente al 15,4% de los varones.
Con este mapa de situación e indicadores que señalan la profundización de empleo informal y el semi-empleo ¿cómo se financiará en un futuro muy próximo al sistema previsional? ¿cuántos miles de personas quedarán fuera de él?
A diferencia de lo que propone el gobierno de La Libertad Avanza, los organismos internacionales, incluida la Organización Internacional del Trabajo (OIT), sugieren a los Estados del mundo apostar al desarrollo de sistemas previsionales con prestaciones básicas universales como único mecanismo para garantizar los derechos humanos y sociales básicos de las mayorías y contribuir a la prevención de la exclusión que se traduce en conflicto social.
Llamativamente la CGT guarda silencio sepulcral al respecto, como si los sectores que representan vivieran en un universo paralelo o en otra galaxia, como si los trabajadores y trabajadoras que están próximos a jubilarse tuvieran el camino allanado y todo resuelto.
Una vez más, parece que la gestión de Milei va a salirse con la suya, dejando una herencia que en breve será imposible de afrontar. Nuevamente, a contramano delo que los países “racionales” del mundo señalan, el libertarismo arremete a toda velocidad y, en esta carrera, dejará a gran parte del pueblo chocado y con las cuatro ruedas para arriba.
captura de pantalla
por Tati Peralta
cocoon (ron Howard, 1985)
Una de las recurrentes del cine de Telefe de los 90. Clasicaso. De Ron Howard, que venía de hacer Splash, una historia de amor entre una sirena y un humano. Dos tanques sci fi al hilo. Dos formas del amor en las que el cine no había reparado demasiado: cómo aman las sirenas y cómo aman lxs viejxs.
grace and Franky (M. Kauffman – H. Morris, 2015)
La vejez, la sexualidad en la tercera edad, la posibilidad de reinvención personal a cualquier edad. Todo eso en formato comedia, en capítulos de media hora y con un ícono entre los protagonistas, la señora Jane Fonda.
the father (Florian Zeller, 2020)
Una visión un poco más inquietante de los últimos días. Con actuaciones superlativas de Olivia Colman y Sir Anthony Hopkins, la película narra el deterioro mental y la demencia senil desde la perspectiva de quien lo sufre.