ALGO MÁGICO ESTÁ POR ACONTECER

UN ÁRBOL, UNA DOCENTE Y 50 ALUMNOS

ALGO MÁGICO ESTÁ POR ACONTECER

La segunda clase abierta impulsada por el grupo de estudiantes de Ciencia Política y Trabajo Social de la UNER tuvo a Marta Ledri, profesora de Lengua y Literatura, como docente invitada. Su experiencia, sus palabras, los molinos de viento y Borges. El texto fue escrito el mismo día que la clase.

Texto: Marta Ledri

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Fotografía: Luciano Peralta

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Un árbol gigante, centenario y por eso sabio, en su tronco una pizarra. Bajo la sombra, algo mágico está por acontecer. Es una de las plazas más importantes de la ciudad de Gualeguaychú y muestra indicios de otoño, aunque aún se busque el refugio umbrío. 

Uno de sus frentes mira al Palacio Municipal. Es también una plaza de barrio, por la que transitan vecinos que hacen compras, trámites. Leo en sus ojos el asombro ante lo inusual. Más de cincuenta jóvenes se han reunido y musicalizan esa parcela, mientras acomodan lo imprescindible para que suceda el milagro de una clase abierta.

Son nuevos peripatéticos que se encuentran en estado de alerta. Son alumnos de los últimos años de las carreras de Trabajo Social y Ciencia Política, a quienes un triángulo de poder los ha desatendido. No les han concedido un territorio para el dictado de clases, no han nombrado el cuerpo de profesores, no aseguran el pago de los viáticos. Marzo llega a su fin y nadie garantiza el comienzo del ciclo lectivo. 

Sin banderías políticas, estos alumnos, en constante asamblea, deciden como modo de protesta asistir a clases abiertas. Aunque no venga del palo de la educación pública, recibo la invitación, el llamado. Un docente, un educador siempre está del lado de los alumnos. Siempre descree de las decisiones que nacen de burócratas que jamás pisaron el aula. 

Medio centenar de estudiantes se dieron cita en la sombra de uno de los grandes árboles de la plaza Urquiza  

Esta profesión-vocación es pasión y nos vuelve Quijotes. Hoy se trata de arremeter contra gigantes que no son más que envejecidos molinos que solo acarrean agua para ellos. La sed por aprender es mucha y en esta oportunidad yo los acompañaré en su batalla. Estos jóvenes adultos viven democráticamente el proceso. Buscan el consenso, la palabra del reclamo, sin agresiones.

Yo, en medio de ellos, llevo un texto. La literatura es ambigua, carece de un único referente, siempre se reescribe en el lector y dialoga con sus circunstancias. En el cuento elegido hay símbolos que se expanden y ellos los reconocen y “se reconocen” en esos Juanes a quienes “les tocó una época extraña”.

Saben que su “planeta”, su mundo de libros y exámenes, ha sido parcelado y se arrinconan para defenderlo. Conocen sus “derechos, sus mitologías” y sufren los “agravios” de los poderosos. Son “Abel y Caín” juntos, sin fratricidio, con sororidad, bajo el árbol del conocimiento buscan restaurar el Paraíso.

Yo estoy con ellos para guiarlos. ¿Voy a perderme este regalo?, ¿puedo quedarme en la tibieza del confort cuando hay tantos jóvenes que me han elegido para que los acompañe en su lucha?

Soy educadora por elección, por marca y nadie se jubila de esto.

Allí, bajo la sombra de un árbol alcanzo a ver que el alumnado crece. Los vecinos se sientan en los bancos. ¿Quién puede desoír un cuento de Borges?

En medio del bullicio del mediodía, asistimos al milagro que ocurre cuando muchas almas palpitan juntas en el acto de leer.

Estamos transformados. Es otoño, pero florecemos. 

Esto ocurre en “un tiempo que no podemos entender”.

Lectura en clase abierta: Juan López y John Ward, en Los Conjurados (1985) Jorge Luis Borges. (Memoria para los héroes de Malvina en un mes tan movilizador y que nos hace decir Nunca Más)