AL TROTE

RELATO PORTEÑO

AL TROTE

Una mañana, como tantas. Una mole de cemento, los márgenes de la pobreza. Una vuelta cotidiana y una realidad que angustia. El relato de Gustavo Abu Arab, al trote por el bajo.

Texto: Gustavo Abu Arab

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Ilustración: Diego Abu Arab

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Algunas cosas que ocurren cuando salís al trote por la senda para bicis y corredores a pie del Paseo del Bajo, a la altura de la sede de Prefectura, en Perón y Alicia Moreau.

ARMARIO UNO


Veo tirado un armario de un metro por 50 centímetros, pintado todo de gris oscuro con una de sus puertas caídas, aparte, sobre una de las manos de la bicisenda. La tomo y la tiro hacia las vías de tren que corren paralelas y me aparece un joven desde detrás del muro de cemento que protege ese camino, diciéndome «eh que hacés» y le respondo: mirá, esto puede traerle problemas al que vaya a pasar por aquí con su bicicleta.

Tiene unos 25 años, está despeinado y sucio, viviendo con una precaria lona y dos palos apoyados. Tengo un dinero, se lo doy. Y le digo que es mejor sacar ese gran objeto extraño del lugar. Continúo corriendo.

PIEDRAS PESADAS


Me encuentro a otro joven descalzo con un enorme adoquín, lo azota repetidas veces contra un artefacto de metal y plástico: obvio que busca separar la parte de metal para hacerla plata con los reduccionistas.

A su lado una mujer, también mal vestida y en silencio, sentada en el piso, busca entre bolsas de residuos. Escuchar cada sonido es doloroso: sentí que ante mí, se consumaba la era de piedra.

OTRA PIEDRA


En la Avenida Alicia Moreau de Justo, sobre el carril para estacionar de uno de los lados, camina apresurada una persona con una piedra, haciendo cruces en el piso de la calzada, marcando cocheras libres para comercializar, delimita su territorio de otros trapitos.

PRECIOS BARATOS Y ALTA DEMANDA


En ese momento advierto una cola que tiene más de dos cuadras de, también, toda gente joven. Cruzo la avenida y pregunto de qué se trata, y una chica, a la que ya llega su turno, me dice que es para comprar hamburguesas en oferta.

ARMARIO DOS, A LA VUELTA


De regreso, paso por el lugar donde estaba el armario abandonado. No lo veo, me sonrío al darme cuenta del gesto del chico, que, viviendo una situación extrema, tirado a un costado de las vías, sigue con algo de sentido común y solidaridad.

Qué paradoja, el magnífico y eficiente Paseo del Bajo, con historias de este tipo, costó 700 millones de dólares.