MEMORIA, VERDAD Y JUSTICIA
ADIÓS A UNA MADRE
Hace unos días falleció Olga Piedrabuena de Corfield, la última de las Madres de Plaza de Mayo de Gualeguaychú. Una de las once mujeres que, con pañuelos blancos en sus cabezas y desde este pedacito del territorio argentino, lucharon contra la dictadura y en contra de la impunidad. Por supuesto, su partida nos entristece, pero, aún más, nos interpela en estos tiempos aciagos ¿Qué será de la memoria cuando, algún día, nos toque despedir a la última de las Madres de Plaza de Mayo?
La historia de nuestro país está signada por hechos espectaculares, procesos políticos y sociales complejos, por la injerencia de poderes extraterritoriales y por la emergencia de liderazgos extraordinarios que torcieron los destinos. Y, en medio de toda esa maraña de elementos tan singulares, están las Madres de Plaza de Mayo, como símbolo mundial de la lucha contra las dictaduras militares, en favor de la democracia y de la defensa de los derechos humanos. Ellas, mujeres sencillas, la mayoría sin formación política, dispersas por todo el país, distintas entre sí, excepto por una sola cosa: ser madres de las víctimas de la represión estatal de la última dictadura militar, desesperadas por el secuestro y la desaparición de sus hijos e hijas.
En nuestra ciudad fueron once las mujeres que frente al dolor del atropello dictatorial decidieron involucrarse en la lucha colectiva y, como las demás madres, atarse en la cabeza un pañuelo blanco. Entre ellas estaba Olga Piedrabuena, la madre de Eduardo Emilio Corfield, “Buqui”, detenido desaparecido el día 2 de marzo de 1978 en Lanús, provincia de Buenos Aires, militante de la Juventud Universitaria Peronista.
Olga nació en Nogoyá, el 14 de diciembre 1930. Fue en ese pequeño y tranquilo pueblo entrerriano donde vivió la primera etapa de su vida y formó su familia hasta que, en 1956, por razones de trabajo, emprendió viaje con su marido e hijos hacia Gualeguaychú donde se desempeñó, hasta el día que se jubiló, como encargada de ropería en la Escuela Técnica N° 2.
“Juntas, con otras mujeres, familiares, ex presos políticos y militantes de Derechos Humanos, transitaron el resto de sus vidas bajo la consigna Memoria, Verdad y Justicia”
Pero además de ser responsable en el laburo y dedicada con su familia (compuesta por su esposo y sus cuatro hijos), Olga era tremendamente solidaria. Entre otras actividades, atendió, ad honorem, la obra social OSPLAD durante 30 años. Esas ganas de dar una mano, de ver las necesidades de los demás, de desear mayor justicia son los rasgos que todos los compañeros de militancia de Buqui recuerdan en él y que, seguramente, Olga inculcó con su ejemplo.
Tras el secuestro y desaparición de Eduardo, fue Aurora Fracarolli quien la acercó al espacio en formación de Madres de Plaza de Mayo. Ella también estaba buscando a su hijo, Humberto. Juntas, con otras mujeres, familiares, ex presos políticos y militantes de Derechos Humanos, transitaron el resto de sus vidas bajo la consigna Memoria, Verdad y Justicia.
Despedir a Olga nos recuerda el irreversible paso del tiempo y nos pone frente a un hecho difícil de aceptar: llegará el día en el que, como generación, nos toque despedir a la última de las Madres de Plaza de Mayo, a la última de esas mujeres sencillas y extraordinarias que son el símbolo más nítido de resiliencia y esperanza. Porque la esperanza que representan las Madres (y Abuelas) de Plaza de Mayo no refiere sólo a un plano de conquistas institucionales o materiales que efectivamente lograron (la realización de juicios por la verdad y juicios penales por delitos de lesa humanidad, la restitución de la identidad de niños/as apropiados, etc.) sino al valor de la vida que no se rinde, que no baja los brazos, que no claudica en sus causas y que sigue creyendo en la justicia y en el bien a pesar de los horrores del mundo.
Es frecuente que, en medio de la desazón política, las malas noticias, la exaltación de la crueldad o los embates contra los principios más básicos que protegen la dignidad humana, pensemos en las Madres de Plaza de Mayo como ejemplo y como bálsamo. Porque allí las vemos aún, con sus sillas de ruedas y bastones, en los actos y las rondas, como quien logra proclamar, con la sólo presencia de su vida, todas las consignas de justicia.
“Si las Madres no aflojaron, no podemos aflojar”
Al verlas allí, humanas, vulnerables pero estoicas, decimos: “Si las Madres no aflojaron, no podemos aflojar”; “si ellas siguieron luchando con una sonrisa y con tanto amor por la vida, ¿cómo no vamos a poder?”; “si siguieron creyendo en este pueblo y levantando las banderas de un mundo más justo en soledad, frente al poder dictatorial o la impunidad ¿cómo vamos a claudicar?”.
Entonces, cuando ya no podamos verlas ¿qué diremos? Pues, antes que el paso del tiempo nos obligue a la última e inevitable despedida, tenemos que hacer un compromiso fundamental que nos encuentre en nuevas plazas, en nuevas rondas, sin mezquindades ni discusiones estériles. Un compromiso con la memoria de las víctimas de la represión estatal de la última dictadura, sus nombres, sus militancias y sus historias. Un compromiso con la verdad sobre lo sucedido y, por tanto, con llamar a las cosas por su nombre, sin concesiones a quienes quieren tergiversarlo todo para justificar nuevas formas de odio, represión e impunidad. Un compromiso con la defensa del Estado de Derecho y los principios fundamentales de los Derechos Humanos, única garantía posible de la libertad verdadera, esa capaz de realizar a las personas y a los pueblos.
En estos tiempos de vasijas rotas, de descrédito y desconfianza, ahí tenemos el recuerdo de Olga, su historia de vida, y el recuerdo de las otras Madres que caminaron delante, como ayuda vital para lo que hoy nos toca transitar.
Gracias por todo, Olga, sin vos este mundo hubiera sido más oscuro e injusto. Ojalá te hayas reencontrado con los tuyos. No dejes de ayudarnos en nuestro andar.
A la familia Piedrabuena – Corfield y al Equipo de Apoyo de Madres de Plaza de Mayo Gualeguaychú nuestro más afectuoso saludo y un especial agradecimiento a Jorge Corfield por su colaboración en esta nota.
Eduardo Emilio Corfield ¡Presente! ¡Ahora y Siempre!