ENTREVISTA A SANTIAGO GARCÍA
MICA, LA CHICA DE LA SONRISA ETERNA
Ayer, 9 de agosto, Micaela García hubiera cumplido 29 años. Como cada año desde el femicidio, su familia se propone recordarla con amor y con actos de solidaridad, siendo fieles al modo en el que la “Negra” vivió sus intensos 21 años. Para sumarnos a su recordación, a su causa y a su historia, desde La Mala entrevistamos a Santiago García, el autor del libro “Micaela García: la chica de la Sonrisa Eterna”, que nos permite no sólo conocer los detalles de un caso que movilizó al país sino la esencia de una joven que aún sigue motorizando militancias y sueños.
-Mica, la chica de la sonrisa eterna ¿Por qué?
-El libro cuenta la vida de Mica a través de las personas que las conocieron y denuncia la impunidad que todavía cubre con un manto su femicidio por la libertad de Néstor Pavón. Si bien hay una recomendación del Procurador General para que la Corte ordene un nuevo juicio en su contra, muchas veces los tiempos de la Justicia no son los tiempos de las víctimas y sus seres queridos. La familia de Micaela contribuyó mucho en la escritura del libro. Me abrieron su vida, sus contactos, sus pertenencias. Sin conocerme, sólo porque confiaban en el proyecto y en mí, un desconocido periodista del interior. Lo primero que tengo que hacer siempre es agradecer por esos gestos. En todas las fotos que me mostraron de ella, y en el testimonio de sus amigas y amigos, la sonrisa de la Negra siempre está presente. Me parecía que era algo que la identificaba. Y eterna por el hecho de que la familia decidió, parafraseando a Dora Barrancos, convertir un océano de dolor en un océano de oportunidades. Que exista una Ley y semejante Ley que lleve su nombre, hace que se haya vuelto bandera de lucha para siempre. Gobierne quien gobierne.
-¿Cómo describirías a Micaela?
-Mica era una líder positiva. Una chica que tenía sueños muy grandes (cambiar el mundo, transformar este lugar tan desigual en un espacio más justo y con igualdad de oportunidades), pero sin perder la sensibilidad y el contacto con sus afectos de siempre. Una joven que maduró desde muy chica, con una red de contención familiar y afectiva que le dio herramientas y opciones para desarrollarse en las cosas que le interesaban. Mica amaba el deporte, había sido deportista de élite y estudiaba para enseñar y hacer accesible el deporte para infancias y juventudes. Era amiguera, muy buena y muy incondicional con sus amigas y amigos, y muy franca para las discusiones. No careteaba nada. La Negra amaba la política. Entendía que era una herramienta de transformación indispensable, y formaba parte de un Movimiento Evita que en aquellos años tenía un trabajo territorial muy importante. A su vez, es una organización que se forjó combatiendo al menemismo y su continuidad, y en la cual Mica se destacó por su propia predisposición para convertirse en un cuadro político.
Por ahí, una de las cosas que más destaco de ella es esa integralidad, la capacidad de ser militante en el profesorado de educación física, y de ser deportista en la militancia barrial. De andar con una remera de Evita en un ámbito sin discusión política, y con unas zapatillas de correr en un barrio. Ser siempre auténtica.
-¿Por qué su caso marcó tanto a la sociedad?
-Desde mi humilde opinión en la sucesión de femicidios a lo largo de la historia de la humanidad (incluso antes de que se llamaran así) operan dos procesos. Por un lado, existe una cuestión cuantitativa que es tan dolorosa, pero que también necesita visibilizarse porque evidencia que se trata de un problema real independientemente de la actitud de las y los dirigentes de turno. Y por el otro, existen determinadas historias, que tras la acumulación cuantitativa, en determinadas condiciones de acumulación de fuerzas y disputa de poder, implican un salto cualitativo, una transformación. Pasó con Chiara Páez y el NiUnaMenos y antes con María Soledad Morales por mencionar un par.
Creo que en la historia de Mica quedó de manifiesto que el Estado tenía que hacerse cargo de los acuerdos que tenían rango Constitucional y no estaba cumpliendo. Que había que capacitar a las personas que toman decisiones que pueden marcar el destino de las mujeres y diversidades. Como razón secundaria, tal vez, debe mencionarse que tuvo mucha repercusión mediática por algunos ribetes espectaculares, en el sentido más negativo. La semana de búsqueda, su remera del NiUnaMenos, el hecho de que haya sido víctima de desconocidos.
Y sin lugar a dudas, volviendo a lo que decía al principio, por la decisión que tomaron Andrea y Yuyo en el momento que les dieron la peor noticia que nos pueden dar a quienes tenemos hijas e hijos. Transformar el dolor en educación, y encima en educación popular, que es tan parecida al amor.
-En tu libro se siguen los detalles del caso de su femicidio ¿Qué te pareció más impactante de lo que sucedió y cuál es la situación hoy?
-Un treinta por ciento del libro encara la cuestión judicial. Si bien está escrito con perspectiva de Derechos Humanos, gracias a la edición de Nadia Fink y de Chirimbote, eso no le quita el peso de la investigación periodística profunda. Volvimos sobre el expediente, sobre algunos testimonios del juicio, y otros que sólo declararon para el libro, y llegamos a la conclusión de que Néstor Pavón tiene que dar explicaciones ante la Justicia. Tenemos la seguridad de que participó más de una persona en el femicidio de Mica y sólo se encuentra pagando por su autoría Sebastián Wagner. Existen otras pruebas, aparte de su testimonio, que fundamentan esta cuestión. El caso de Pavón está esperando la resolución de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Las fuentes judiciales que consultamos aseguran que cuando el Procurador recomienda hacer un nuevo juicio, en la mayoría de los casos, la Corte le da la razón, por lo cual sospechamos que algún día podemos esperar Justicia completa para Mica y su familia y amigxs.
-Con el tiempo te sumaste a la Fundación Micaela García La Negra y pudiste vivir de cerca el laburo de sus papás ¿Cuál ha sido tu experiencia?
-Cuando estuve en el Abrazo a Mica pude ver el embrión de la Fundación. Me parecía increíble que esa familia tuviera la fortaleza para encarar ese proyecto en el medio del dolor. Después de tantos años de compartir con Andrea, Yuyo, Graciela, Mili, los hermanos de Mica, y demás amigas, compañeras y voluntarias de la Fundación, nada de lo que logren me va a parecer mucho. El compromiso es total. Se han podido sobreponer a todo tipo de condicionamientos externos y falta de apoyo de la dirigencia.
«Cuando estuve en el Abrazo a Mica pude ver el embrión de la Fundación. Me parecía increíble que esa familia tuviera la fortaleza para encarar ese proyecto en el medio del dolor«
El trabajo en el curso de replicadorxs en Ley Micaela fue una experiencia muy especial en mi vida. Me quedaron afectos, amistades, compañeras de lucha, de todo. Fue la primera vez que viví una experiencia de educación popular en serio, y no de palabra. Es algo que te pasa por el cuerpo. Espero poder seguir viviendo muchas experiencias con la Fundación.
-¿Cómo crees que es justo que se recuerde a Mica?
-Creo que lo justo es recordar a Mica cómo vivió. Cómo fue con sus amigas y amigos, cómo representó a su país en la gimnasia aeróbica deportiva, cómo se comprometió con la política sin esperar nada a cambio. Creo que el resumen es recordarla cómo eligió vivir y cómo su femicidio en vez de ser el motivo de una venganza fue la semilla de cambios que vamos a disfrutar dentro de décadas. Hay que ser muy generoso para contribuir a cambios que uno no va a disfrutar, y eso es lo que creo que hace la familia de Mica. En mi caso la recuerdo en la palabra y la emoción genuina y amorosa de las personas que la conocieron. A las personas que la conocieron les dejó su huella. «No pasaba desapercibida», decían sus amigxs.
“Su femicidio en vez de ser el motivo de una venganza fue la semilla de cambios que vamos a disfrutar dentro de décadas. Hay que ser muy generoso para contribuir a cambios que uno no va a disfrutar, y eso es lo que creo que hace la familia de Mica”
EXTRACTO del capítulo 2 de “Micaela García: la chica de la Sonrisa Eterna”
Fue un día muy frío el miércoles 9 de agosto de 1995. “Estaba todo escarchado”, precisa Graciela, que esa tarde se convirtió en abuela. A las 7 de la mañana Andrea se despertó con pérdidas y algunos dolores. Yuyo trabajaba en una obra en Buenos Aires, pero esa semana estaba en casa. Andrea se pegó un baño sin perder la calma y partieron juntos a la Maternidad Concepción, donde la esperaba su ginecólogo. Originalmente la fecha prevista para el nacimiento de Micaela era el 21 de agosto, pero “como siempre ella primera”, se adelantó. En la clínica, ubicada a una cuadra y media de la plaza Ramírez, le hicieron los controles de rutina. Como la dilatación todavía no era suficiente la mandaron a moverse. “Me caminé todo Concepción del Uruguay”, bromea Andrea. Cerca del mediodía, al no haber muchos avances, le hicieron goteo. Yuyo pidió permiso al médico para poder presenciar el parto. El doctor Chabeuf le dijo que sí, pero le advirtió: “Bastante trabajo voy a tener con tu mujer, como para cuidarte a vos”. Como la enfermera no llegaba tan arriba, Yuyo se arrodilló para que le pusieran la bata. Fue motivo de carcajada generalizada. En ese clima distendido, a las 16.45, nació la beba. La habitación de la clínica tenía dos camas y, como no había nadie en la de al lado, Yuyo se quedó toda la noche mirando la cuna para que Andrea descansara.
Mientras tanto, afuera de la clínica, los preparativos para recibir a Micaela en su casa eran intensos. Graciela había realizado un curso de costura para ayudar a Andrea a hacer todo el ajuar. La habitación, el revestimiento del moisés, el bolso, el porta pañal, la babita, la sabanita, el porta mamadera, la primera mudita, el porta chupete. Todo estaba dispuesto con anterioridad. La misma ceremonia se repitió con los otros tres hijos.
A la salida de la clínica hubo fotos para todos los gustos. Graciela, Chiqui y Coco tuvieron la suya. También estuvo la abuela de Yuyo, quien sostenía a su bisnieta con la mano izquierda mientras la observaba con una sonrisa. Al llegar a casa, Yuyo también tenía una sorpresa preparada. Pegando páginas impresas, una al lado de otra, armó un enorme cartel de tres metros de largo que atravesaba la puerta y tenía un mensaje que la beba todavía no podía leer:
“Micaela: Bienvenida a casa. Que te sientas a gusto como en la panza de mamá”