CIERRE DE LISTAS PARA OCTUBRE

DISCIPLINA Y EL PERONISMO (ROTO) ENTRERRIANO

La discusión por la llamada disciplina partidaria irrumpe en cada cierre de listas. Detractores y defensores argumentan sus posiciones para dar un marco discursivo a lo que a veces parecen decisiones personales o sectarias, más que ideológicas. La reciente inscripción de alianzas para las legislativas de octubre muestra a la dirigencia peronista dividida. Enfrente: una mega alianza oficialista, tanto en la provincia como en la nación.

Texto: Agustina Díaz | Ilustración: Diego Abu Arab
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En términos muy generales, todos los (y las) dirigentes están a favor de la disciplina partidaria cuando responde parte de sus decisiones, beneficia sus posiciones de poder o garantiza un lugar en la estructura política. Allí es cuando la obediencia de la militancia es ponderada y las disidencias malinterpretadas o combatidas. Ha sido así desde siempre, aun cuando los partidos políticos se vacían de sentido y traicionan sus propias causas.

Quizás, como a ningún otro partido político, el interrogante sobre los límites de la disciplina ha estado presentes en el PJ y sus vaivenes ideológicos que permitieron, entre otras mieles, diez años de menemato ultraliberal y el crecimiento de figuras como el del ahora ministro libertario Daniel Scioli o el ex senador entrerriano Edgardo Kueider.

Sin embargo, en honor a la verdad, no hay espacio político de la República Argentina que pueda escapar a estos señalamientos. Pensemos en aquella Convención de la UCR en el Teatro Gualeguaychú cuando, a puertas cerradas, los dirigentes decidieron rifar el partido centenario a las pretensiones presidenciales de Mauricio Macri, mientras las juventudes de la Franja Morada cantaban “dirigentes, dirigentes, no se lo decimos más, si se van por la derecha, qué quilombo se va a armar”.

Volviendo al peronismo, al que se lo ve tan desorientado por estos tiempos, la disciplina partidaria no ha garantizado un constructivo proceso de unidad que siente las bases de una reconstrucción identitaria urgente. Los “sapos” en las listas, que estuvieron desde siempre, se tornaron cada vez más indigeribles para las bases cuando el proyecto nacional convocante se fue diluyendo y otro tanto pasó en la provincia de Entre Ríos.

Fue inmediatamente a la derrota nacional del peronismo del 2015 cuando el entonces gobernador Gustavo Bordet decidió construir un peronismo “conciliador” con el macrismo a través de múltiples gestos políticos y, sobre todo, garantizando el acompañamiento legislativo con los senadores Guillermo “Pemo” Guastavino y Sigrid Kunath, quienes pasaron de ser entusiastas kirchneristas a compañeros de interbloque con Ángel Pichetto.

Desde entonces, el peronismo nunca volvió a ganar las elecciones legislativas en la provincia, y eso se debe mucho más a las listas con escasa representación que a un “viento de cola” de la tendencia electoral general.

“Volviendo al peronismo, al que se lo ve tan desorientado por estos tiempos, la disciplina partidaria no ha garantizado un constructivo proceso de unidad que siente las bases de una reconstrucción identitaria urgente”

La militancia peronista fue confirmando que los dirigentes que integraban las listas no tenían compromiso con sus bases y, por tanto, la defensa de sus intereses, sino que la fidelidad estaba orientada a la mesa chica que había decidido que allí estén. En votaciones sensibles, la única certeza sobre la orientación del voto la aportaban los/as legisladores de La Cámpora, alineados a la conducción de Cristina Fernández de Kirchner, mientras que el resto estaban sujetos a los compromisos políticos del PJ provincial.

Por supuesto, para ilustrar el profundo divorcio de las bases peronistas con sus legisladores está la candidatura y banca como senador nacional de Edgardo Kueider, quien salió eyectado no sólo del partido sino del propio Congreso de la Nación, cuando se vio en el centro de un escándalo internacional por un obsceno caso de corrupción. Y había sido Kueider, como mano derecha del gobernador Bordet, quien digitó las orientaciones de la disciplina partidaria por ocho años y quien cerró las listas que incluyeron a todos/as los legisladores/as nacionales del peronismo de la última década.

LA “LIBERTAD” AVANZA Y EL PERONISMO SE DIVIDE

En Entre Ríos, once partidos se agruparon en tres frentes electorales para competir por las bancas legislativas el próximo octubre. El gobernador Rogelio Frigerio aceptó todos los condicionamientos de la gran armadora Karina Milei con tal de garantizar un triunfo y no correr el riesgo de salir tercero, en medio de un gobierno golpeado por las políticas de ajuste libertarias que asfixian a las provincias. Con la novedosa “Alianza la Libertad Avanza”, los libertarios engulleron a la Unión Cívica Radical (UCR), el Movimiento Social Entrerriano, el Partido Fe y el Partido Libertario.

Por su parte, el peronismo no logró la unidad y dos frentes se disputarán la oposición a las políticas nacionales y provinciales. De un lado quedó conformada la alianza “Fuerza Entre Ríos”, integrada por el Partido Justicialista, el Frente Entrerriano Federal y el Partido del Trabajo y el Pueblo, con las figuras de Guillermo Michel y Adán Bahl a la cabeza. Del otro lado, el Movimiento por Todos y el Frente Grande cerraron filas con la alianza “Ahora la Patria”, que tiene como portavoz a Carolina Gaillard, diputada nacional 2013-2017 y 2019 a la actualidad, por el PJ que ahora enfrenta tras quedar fuera del cierre.

Claro está que nuevamente el PJ entrerriano (como el resto de los partidos políticos) no asistió a un proceso participativo, convocante, ni horizontal. Sus puertas no se abrieron a las bases siempre excluidas de toda decisión, ni a nuevas referencias, menos a nuevas ideas. Desde ya, como otras veces, esto será una importante dificultad a la hora de consolidar una propuesta atractiva para todo aquel electorado que no se identifica con la ola libertaria o que, viendo los resultados de la experiencia, no está dispuesta a ponerle otra vez el voto a un proyecto económico y social que lo está perjudicando.

Por eso será difícil llamar a las militancias para ponerle el cuerpo a una campaña que impulsa candidatos y candidatas que conoce poco o con quienes no tienen un lazo construido de confianza política e identificación, y mucho más difícil recuperar ese orgullo alegre y contagioso que el peronismo bien de abajo supo cultivar para torcer estos tiempos de crueldad. 

“El PJ entrerriano no asistió a un proceso participativo, convocante, ni horizontal. Sus puertas no se abrieron a las bases siempre excluidas de toda decisión, ni a nuevas referencias, menos a nuevas ideas”

No obstante, los modos del pejotismo de hoy no han cambiado un ápice respeto a los modos de ayer. Los mecanismos han sido los mismos todos estos años, cambiando tan sólo alguno de los integrantes de las mesas chicas. Las lógicas de elección y designación son las mismas que colocaron a cada una y cada uno de los que hoy ocupan una banca nacional por el peronismo y que se beneficiaron de una disciplina partidaria que hoy, aparentemente, quieren combatir o, al menos, condicionar.

La grieta entre “Fuerza Entre Ríos” y “Ahora la Patria” no parece sustentarse en la participación de militancias activas que disputan el sentido del peronismo provincial sino, más bien, en la falta de acuerdo de un grupo de dirigentes que pueden llegar a debilitar aún más al electorado del campo popular.

¿Cómo buscarán distinguirse un frente del otro? ¿Cómo explicarán que sus diferencias son tan profundas que no pudieron ponerse de acuerdo para enfrentar al gobierno más cruel, represivo y ajustador de la historia democrática?

La condena, el encarcelamiento y la exclusión política de Cristina, la fallida experiencia en el gobierno del Frente de Todos, las inentendibles internas bonaerenses nacionalizadas, escándalos como los de Insaurralde y Kueider y la ausencia casi absoluta de dirigentes con sentido de responsabilidad y coraje con la gente dan cuenta de una situación extraordinaria para la historia del peronismo desde su emergencia: la carencia de una conducción que ordene, lidere, entusiasme y seduzca a un pueblo perturbado y ensombrecido, a tal punto de votar a alguien como Javier Milei.

En el Manual de Conducción Política, Juan Domingo Perón explicó: “De manera que la obediencia partidaria y la disciplina partidaria son dos de las grandes formas indispensables para la conducción. Vale decir, para que la idea del conductor que conduce una unidad de acción basada en su unidad de concepción sea ejecutable, ha de mediar en la masa organizada la obediencia para marchar sobre el objetivo, y la disciplina para no pelearse en el camino. Eso es todo”.

Ya que está todo tan roto, bueno sería ponerse a trabajar en la construcción de esa unidad de concepción que acerque a todas las personas de buenas intenciones con inquietudes sociales y públicas. Gente que considere que el Estado tiene un rol imprescindible en el desarrollo del país, que el trabajo es la columna vertebral del pueblo porque organiza la vida de las familias, que las leyes deben cumplirse, que la honestidad no es de boludos y que los más débiles deben ser protegidos. Cuando algo de todo eso vuelva a plasmarse en el peronismo, la disciplina no será un castigo.