El 3 de junio de 2015 se hizo masiva la rabia que genera la injusticia y el hartazgo. El 10 de mayo de ese año, el femicidio de Chiara Pérez, una joven de 14 años que embarazada fue asesinada por su novio, se sumó a una larga lista de víctimas cuyos rostros, reflejados en las pancartas con sus fotos, se acumulaban en las marchas. Por aquellos días, la cobertura de la mayoría de los medios de comunicación indagó acerca de la moralidad y la vida privada de las mujeres asesinadas, hostigando a sus familias, mientras que el Estado, en todos sus órdenes, se mostró insensible e ineficaz.
Salimos a las calles por las muertas y por ser ellas la punta del iceberg de una estructura de violencia, desigualdad y discriminación mucho más compleja, profunda, entrampada e invisible. Salimos por hartazgo y por miedo. Porque detrás de cada femicidio está ese miedo constante que nos inoculan y con el que nos educan como forma preventiva.
De gurisitas, sin explicitarlo del todo, nos dijeron “si un tipo te quiere agarrar, vos gritá y corré”. Está ahí, siempre presente, el miedo a que nos violen o nos toquen, miedo que se reafirma con decenas de hechos funestos que nos van quedando como cicatrices: las obscenidades que tuvimos que escuchar desde niñas sobre nuestros cuerpos; los tocamientos en los “asaltos” y boliches en nuestra adolescencia; los exhibicionistas en la calle o el transporte público y mil etcéteras más. Ninguno de esos hechos (a los que podría seguir enumerando por largo rato) es una excepción en la vida de las mujeres; por el contrario, es parte de lo vivido y sufrido. Es lo que hablamos con nuestras hermanas y amigas. Es lo que nos ha condicionado en nuestra manera de habitar el espacio público y otros espacios de desarrollo personal y comunitario. Y la verdad es que vivir así cansa, agota, resta ánimos, dispersa nuestra energía.

Fue ese cansancio, el miedo latente a la muerte violenta y la denuncia de la complacencia y la impunidad la que nos encontró a miles distintas en un movimiento social, político y cultural, difuso, extraordinario y complejo que lleva una década de vida y que nos cambió la vida desde hace una década.
¿QUÉ CAMBIÓ EN ESTOS DIEZ AÑOS?
El movimiento Ni Una Menos alimentó la presencia masiva y popular de los feminismos en las calles y su irrupción en la opinión pública. Los Paros Internacionales de Mujeres fueron masivos en 2017, 2018 y 2019 y se continúan hasta hoy, así como las movilizaciones de la “marea verde” en defensa del derecho al aborto libre, seguro y gratuito con epicentro en 2018.
Las demandas de los colectivos feministas tuvieron diversas formas de traducción institucional que lograron consagrar formalmente derechos o ampliar los recursos destinados a la prevención y el tratamiento de la discriminación y violencia por motivos de género.
Se sancionaron leyes como la Ley Micaela (N° 27.499, de capacitación obligatoria en perspectiva de género para el Estado); la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE); la Ley Johanna (N° 27.733, de asistencia y acompañamiento a las mujeres frente a la muerte perinatal); la Ley Olimpia (N° 27.736, de protección a las mujeres de la violencia digital); la Ley de Paridad de Género en los Ámbitos de Representación Política y las Leyes de “Violencia Política” (N° 27.533) y de “Acoso Callejero” (N° 27.501), que ampliaron la Ley de Protección Integral a las Mujeres.
Además de todos estos progresos normativos se crearon y/o fortalecieron áreas específicas de género en municipios, gobiernos provinciales, dependencias judiciales y policiales, sindicatos y empresas e, incluso, a nivel nacional existió el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidades en el período 2019-2023.
“El feminismo nos interpeló de mil maneras, a todas las personas y nos abrió mil posibilidades”
Pero la fuerza de los colectivos y las causas feministas no sólo pudo observarse en el acompañamiento político y la traducción institucional, también cambiaron muchas cosas en la cotidianidad, en la forma de vernos y pensarnos y de comprender el mundo. El feminismo nos interpeló de mil maneras, a todas las personas, y nos abrió mil posibilidades. Hoy hay más niñas jugando al fútbol y en los actos escolares hoy aparece la figura de Juana Azurduy para que las mujeres del mañana sepan que pueden protagonizar la historia de su patria. Hoy callamos menos y peleamos más, aunque siga teniendo costos. Hoy, también, muchos varones, especialmente adultos jóvenes, se han permitido vivir la masculinidad de otra manera, rompiendo cercos de estereotipos que no los dejaban vivir una vida más libre y menos prejuiciosa.
LA VIOLENCIA SIGUE IGUAL Y LA JUSTICIA IGUAL DE INJUSTA
Aquel 3 de junio de 2015, unas trescientas mil almas se ubicaron en las intersecciones del Congreso Nacional y otras miles se reunieron en las plazas de todo el país. En Buenos Aires, Diana Sacayán levantó un cartel que decía “#NiUnaMenos. Basta de travesticidios”. Cuatro meses después la hallaron asesinada en su departamento en el barrio de Flores. Su caso se resolvió con la condena de uno de los responsables, mientras que otro sigue prófugo. Sin embargo, la Corte Suprema de Justicia de la Nación dijo que su homicidio no fue un travesticidio, es decir, negó que la violencia que sufrió fue por su condición de género. Decenas de crímenes a las mujeres travestis y trans quedan impunes. Aquí no más, en Gualeguaychú, las historias de muertes violentas de la Pequeña P y de Gisela “la Rony” nos golpean la cara.

También, aquel 3 de junio de 2015, Micaela García movilizó a sus amigas y compañeras de militancia para asistir a la jornada en Concepción del Uruguay. Posó con una remera que llevaba impresa una ilustración del dibujante Liniers, donde se veía a su conocido personaje “Enriqueta” entristecida, con el puño en alto y la frase “Ni una Menos” como título. El 1 de abril de 2017, la joven entrerriana de 19 años fue víctima de femicidio, en un caso que, otra vez, reveló la falta de perspectiva de género en el Estado y sus consecuencias en nuestra vida y derechos.
Un año más tarde, se sancionó una ley que obliga a todas las personas que se desempeñan en la administración pública a capacitarse en temas de género. La Ley lleva su nombre y generó miles de talleres y jornadas a lo largo y ancho de todo el país. Uno de sus femicidas está cumpliendo condena perpetua, mientras que el otro fue sólo condenado por encubrimiento y está en libertad. La Corte Suprema ordenó al Superior Tribunal de Justicia de Entre Ríos que haga un nuevo juicio, esta vez por co-participación en el femicidio, pero el observado Superior Tribunal se toma sus tiempos…
“En el 85 % de los casos el femicida pertenecía al círculo íntimo o era conocido de la víctima”
Según el Observatorio “Ahora Que Si Nos Ven”, entre el 3 de junio de 2015 y el 25 de mayo de 2025 son 2827 femicidios (2543 directos y 284 vinculados), es decir, en promedio, un femicidio cada 31 horas. En el 85 % de los casos el femicida pertenecía al círculo íntimo o era conocido de la víctima. El 64 % de los casos tuvieron lugar en la vivienda de las víctimas. El 17% de las víctimas de femicidio habían realizado al menos una denuncia y el 10% (1 de cada 10) tenían una medida de protección judicial. Al menos 2.507 niñxs quedaron huérfanxs. El 23% de las jóvenes asesinadas fueron desaparecidas con anterioridad y el 21% de ellas sufrió ataques contra su integridad sexual… Y en lo que va del 2025 hubo 108 femicidio en nuestro país, en un contexto de desguace de las oficinas de género y los programas específicos de prevención de las violencias.
EL FEMINISMO, EL HECHO MALDITO DE LA CULTURA PATRIARCAL
En todos los procesos sociales, políticos y culturales siempre aparecen movimientos que propugnan la conservación del statu quo y sus estructuras de desigualdad. No es novedad, pasó siempre a lo largo de la historia. Y, por supuesto, pasó también frente al ascenso de las consignas feministas, la visibilización de la violencia por motivos de género y las conquistas de igualdad. Las mismas fuerzas políticas que, por ejemplo, votaron a dos manos la Ley Micaela cuando garpaba comprometerse con el tema, son las que ahora se asocian a las ideas de la lucha “anti woke” para alinearse al triunfante espacio de La Libertad Avanza.

En el marco de esa lucha cultural y simbólica con todo lo que se asocia a la justicia social es que el gobierno de Javier Milei destruyó prácticamente todo el andamiaje burocrático y de políticas públicas de género, y lo hizo, aparentemente, con muy bajo costo político. No hubo movilizaciones masivas reclamando contra estos recortes, ni conmovió el corazón de amplios sectores de la sociedad. Esto nos lleva a la pregunta acerca de la eficacia y efectividad de las políticas desplegadas años anteriores. Es una pregunta vital e importante porque, como en otros episodios de nuestra historia, el ciclo de oscurantismo conservador cultural y liberal económico culminará más temprano que tarde y se abrirán nuevas oportunidades para construir un país más justo. Será entonces cuando tengamos que achicar los márgenes de error y ampliar la creatividad.
¿DÓNDE ESTÁN LAS FEMINISTAS?
Y seguiremos estando ahí, revisando nuestras vidas lesionadas por desigualdades que quebraron, antes, a las mujeres que nos precedieron y dieron la vida. Junto a las que denuncian y a las que aún no se atreven. Daremos fuerza a la que se siente derrotada por un sistema que todo el tiempo te prefiere más bien callada. Acompañaremos a la que abre las puertas de su casa para hacer un mate cocido para los que no tienen nada. Intentaremos ser quienes queremos, en un mundo que nos destinó a agradar. No olvidaremos a todas esas que hoy no pueden ser ni estar. Quizás, por diversas razones, hoy no podamos llenar avenidas como supimos hacerlo hace algunos años atrás (pareciera que son tiempos en los que casi ningún colectivo pudiera hacerlo), pero eso no quita el recorrido, tan profundo y vital.
Por todo eso, a todas ustedes, compañeras de lucha, y a todos los compañeros de buena voluntad que se sumaron porque entendieron que la violencia machista nos caga la vida por igual… ¡Gracias!
Y a no bajar los brazos hasta que #NiUnaMenos sea una realidad.