“Hay viento y hay cenizas en el viento,
se dispersan el día y la batalla
deforme, y la victoria es de los otros.
Vencen los bárbaros, los gauchos vencen”
Con estos versos Jorge Luis Borges inauguró su extraordinario “Poema Conjetural”, para ficcionar el pensamiento del doctor Francisco Laprida, antes de ser asesinado por los montoneros de Aldao el 22 de setiembre de 1829.
Tomándome una muy atrevida apropiación de esos versos, el domingo, ante el triunfo de La Libertad Avanza (LLA) en la ciudad de Buenos Aires y su buena performance electoral en distintos distritos, pensé para mis adentros “vencen los bárbaros, los libertarios vencen”.
Está claro que, en términos generales, el gobierno LLA fue coherente con sus promesas electorales. La motosierra, el achicamiento abrupto de la administración pública, los recortes en las inversiones estatales, el virtual cierre de la obra pública, las medidas pro-mercado, la “mano dura” con la protesta social, la clausura de la agenda de género y la liberalización económica, son algunos de ejes de campaña cumplidos.
Igual de cierto es que otras promesas también se hicieron realidad a pesar de parecer imposibles por el derrotero de la Argentina en la última década y, sobre todo, con el desastre económico del gobierno de Alberto Fernández y la gestión Guzmán-Massa: el fin de cepo y la caída abrupta de la inflación.
Desde ya, los salarios reales cayeron estrepitosamente, el nivel de consumo también representa caídas importantes, pero la ya clásica inflación de dos cifras mensuales, que desorganizaba las economías domésticas, cedió.
El costo social del proyecto político y económico era funesto y predecible. Al respecto, Milei no se comportó como Mauricio Macri en el ballotage de 2015, diciendo que los derechos conquistados no se tocarían. El líder libertario fue más sincero. Y ahí estamos, en un país cada vez más re-primarizado, endeudado y expuesto a los avatares de una economía global que nunca ha sido favorables para los sures.
Si se le puede señalar algo en lo que no han sido para nada sinceros los libertarios es en su discurso anticasta. Más “bolaceros” imposible, bien diríamos los entrerrianos. Porque negocian y hablan por nuestros intereses señores como Federico Sturzenegger y Toto Caputo, y porque forman parte de las altas esferas gubernamentales dirigentes como Scioli y Bullrich.
“YO, QUE ESTUDIÉ LAS LEYES Y LOS CÁNONES”
A este crítico escenario económico se agrega la dimensión social y cultural del proceso. La institucionalización de la agresión y el hostigamiento mediático y digital como mecanismo de disciplinamiento de la opinión pública y la represión desmedida e injustificada de la protesta social.
Somos la sociedad argentina que convive con imágenes semanales de jubilados golpeados, sacerdotes ensangrentados y camarógrafos apaleados por las fuerzas de seguridad en una re-edición de la tolerancia a la violencia institucional que parecía ya superada como rechazo a los vestigios dictatoriales.
“Porciones del electorado con tendencias más “progresistas” han ido transformando su voto hasta conciliarse con una derecha que se muestra bruta, abiertamente discriminatoria y reaccionaria.”
En ese sentido, incluso en la culta, clase mediera y universitaria Ciudad de Buenos Aires, LLA logró lo que parecía imposible: correr del centro político al PRO tras veinte años de hegemonía. Claro que el partido creado por Mauricio Macri no está muchísimo más a la izquierda que las ideas libertarias, pero su forma de presentarse públicamente siempre estuvo más cuidada en la ciudad del tango y los cafés. Porciones del electorado con tendencias más “progresistas” han ido transformando su voto hasta conciliarse con una derecha que se muestra bruta, abiertamente discriminatoria y reaccionaria.
“SIN ESPERANZA NI TEMOR, PERDIDO”
Las mayorías viven mal, con muchos trabajos e ingresos magros, con el abandono de los Estados (municipales, provinciales y nacional) a los requerimientos básicos de la infraestructura urbana y con índices de inseguridad que dejan la sensación de arrebato de lo poco que se tiene. Y esas mayorías están eligiendo, como opción de representación política, a LLA.
En el marco del triunfo electoral porteño del hasta ahora vocero presidencial Manuel Adorni, apareció la lectura de que es una mayoría “no tan grande” la que elige al oficialismo nacional, y es verdad. No son números exorbitantes, pero son números ganadores. Y lo son en el marco de elecciones legislativas, por lo que, mucho más, lo serían en elecciones ejecutivas.
La performance electoral libertaria golpea las entrañas del PRO y del radicalismo que quedan cada vez más debilitados para negociar acuerdos y seduce a dirigentes peronistas siempre dispuestos a “ayudar” a la gobernabilidad del poder. Como en su momento lo hizo el gobernador Gustavo Bordet (y su operador político Edgardo Kueider), cuando las bancas pejotistas en ambas cámaras del congreso ayudaban a Macri en su gestión nacional.
Pero aún el peronismo dispuesto a actuar como verdadera oposición no muestra potencia para ser una opción elegible para gran parte del electorado. Por un lado, está el recuerdo inmediato del estrepitoso fracaso del Frente de Todos, con Alberto Fernández a la cabeza, pero con un salpicón que alcanza a todos los sectores que lo integraron, incluso a la propia figura de Cristina Fernández, ideóloga de aquella candidatura exitosa en lo electoral y terriblemente fracasada en todo lo demás. Por otro lado, está la desorganización interna del movimiento justicialista, con una atomización creciente de los liderazgos.
Están en esa ensalada los dirigentes no peronistas con representación en el peronismo que constituyen una alternativa digerible para algunos sectores más progresistas y con formación política menos dura, como Leandro Santoro. Están los dirigentes peronistas del peronómetro (o del kirchnerómetro) que se autoperciben la encarnación del verdadero espíritu justicialista, actuando como un politburó de purga que conspira contra una convocatoria más amplia, urgente, por cierto. A todo ese caldo de cultivo se le suman las internas, algunas hasta parecen personales, que se dirimen en arenas lejanas a las preocupaciones vitales y diarias de las y los laburantes argentinos. Chicanas, contra punto de declaraciones mediáticas y chisporroteos por “X” o Instagram, desconocimiento de los méritos ajenos y soberbia respecto a los propios, son las armas con las que se tirotean frente a la mirada impávida no sólo de la “gente común” sino de las militancias agotadas y castigadas.
“Las viejas tensiones entre la Costa del Paraná y la Costa del Uruguay y entre la militancia de base y la superestructura se reeditarán una vez más”
“LA NOCHE LATERAL DE LOS PANTANOS ME ACECHA Y ME DEMORA”
¿Qué pasará en la provincia de Entre Ríos cuando, en pocos meses, el pueblo panza verde concurra a las urnas? ¿Es inevitable una nueva paliza histórica para el peronismo? ¿Frigerio buscará distinguirse del oficialismo nacional o licuará su propuesta en nuevos legisladores para LLA?
Lo que es seguro es que ahí estará, como un perro fantasmagórico, persiguiendo los tobillos de cualquier dirigente peronista, el nombre de Edgardo Kueider. Su recuerdo no será molesto por ser el senador desplazado por flagrante delito, sino porque él fue quien confeccionó los armados políticos de la provincia desde la llegada de Gustavo Bordet a la gobernación, en 2015. Las viejas tensiones entre la Costa del Paraná y la Costa del Uruguay y entre la militancia de base y la superestructura se reeditarán una vez más, pero en un contexto inédito: después de décadas, el peronismo es la oposición al gobierno provincial y oposición en muchísimos municipios importantes.
Y Frigerio ¿qué márgenes tiene para tratar de distinguirse y hacer campaña en contra de un gobierno nacional que necesita en pleno retroceso del PRO y del radicalismo?
¿NO QUEDA OTRA?
Escribió Borges en ese excelso Poema Conjetural
“Yo que anhelé ser otro, ser un hombre
de sentencias, de libros, de dictámenes
a cielo abierto yaceré entre ciénagas;
pero me endiosa el pecho inexplicable
un júbilo secreto. Al fin me encuentro
con mi destino sudamericano”
Ojalá no seamos como el Don Laprida que hizo hablar Borges y no tengamos que decir que, necesariamente, nuestro cruel y triste destino sea libertario.