UN LEGADO QUE CONTINÚA

CENTRO ANA FRANK ARGENTINA

UN LEGADO QUE CONTINÚA

¿De qué sirve tener presente un relato de más de 80 años? ¿Cómo nos puede ayudar la mirada de una niña de 13 años a pensar los discursos que escuchamos todos los días? Charlamos con Raúl Zuñiga, guía del centro que difunde las enseñanzas de Ana Frank en nuestro país.

Texto: Agustina Díaz

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Isidro Alazard

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Fotografía: Centro Ana Frank Argentina

Ana Frank era una niña que escribió un diario. Tristemente, ella nunca pudo ver que al día de hoy su relato fue traducido a más de 70 idiomas, vendiendo más de 35 millones de copias. La Casa de Ana Frank es una organización independiente encargada de preservar la Casa de Atrás, una representación de donde estuvo escondida Ana Frank y su familia durante la Segunda Guerra Mundial.

¿Qué nos enseña este relato del genocidio perpetrado por el régimen nazi, escrito por esta chica de trece años? Para conocer un poco más de este legado hablamos con Raúl Zuñiga, guía del Centro Ana Frank desde el 2018 y asistente de coordinación de proyectos.


-Raúl, ¿qué es la Casa Ana Frank y cómo surgió?

– El Centro Ana Frank Argentina abrió sus puertas el año 2009, en el barrio de Coghlan, donde recibimos una bella casona, conocida como “La Casa de Hilda”. Tenemos la responsabilidad de representar en toda América Latina los proyectos que difunden el legado de Ana Frank. A través de distintas herramientas pedagógicas, promovemos los valores democráticos para la construcción de una sociedad más justa, donde todas las personas conozcan cuáles son sus derechos y que deben ser respetados y garantizados.

-¿Cómo conociste el Centro Ana Frank?

-Es importante para mí escribir de dónde vengo para que puedan entender un poco quien soy hoy. En el año 2017, a la edad de 18 años me mude de Entre Ríos a la Ciudad de Buenos Aires para entrar en la facultad. Salir de mi zona de confort me costó muchísimo, estaba en una ciudad totalmente desconocida, aunque me sentía acompañado por mis hermanas mayores que hacían que me sienta menos solo. Pero mi rutina no iba más allá de la casa a la facultad, por el momento no me encontraba en algún espacio que pudiera ayudarme a formarme como persona y descubrir lo que quería hacer en ese momento. Me encerraba en los libros porque en la facultad no me sentía muy a gusto y uno de los libros que leí fue el Diario de Ana Frank. Como a cualquier adolescente, me encantó sentirme reflejado en ella, logré conectar con las emociones de una niña que a pesar de todo lo que estaba viviendo por parte del régimen nazi, tenía esperanzas de salir algún día. Una Noche de los museos, mis hermanas, que conocían el Centro, me enviaron el flyer para capacitarme como guía voluntario. No sabía lo que iba a pasar después, sinceramente no me veía como guía, me costaba mucho desenvolverme y que las palabras no se quedaran atascadas en mi garganta cuando quería hablar en público.

-¿Cómo fue arrancar a trabajar ahí?

-Empecé con miedo, como cualquier otro, fui aprendiendo muchísimo en el camino y hasta el día de hoy sigo aprendiendo, me ayudaron mis responsables de turno y guías con más experiencia, ellos hicieron que me sienta más seguro de mí mismo. Mucha gente, que hoy en día podría considerar amigos y compañeros, hizo de esta casa un lindo espacio. Por fin pude encontrar un espacio donde hablar y debatir sobre los temas que tanto me importan, un espacio donde los jóvenes pueden ser escuchados.

-¿Qué te deja trabajar en el Ana Frank?

-A lo largo de este recorrido puedo rescatar varias cosas, como sentir que los jóvenes son portadores de la historia de Ana Frank, se identifican y se convierten en transmisores de su legado para visibilizar estos hechos con el fin de que no vuelvan a pasar nunca más. También lo veo cuando voy a capacitar a otros chicos de distintas provincias del país, para que sean guías de las exposiciones itinerantes que viajan por la Argentina. No puedo decir que soy la misma persona que entró al museo porque no lo soy, y todo eso se lo debo a un espacio que me sigue brindando muchísimo. Hasta el día de hoy sigo conociendo personas maravillosas, que me ayudaron a darme cuenta que hay cosas por las cuales vale la pena luchar y vale la pena seguir formándonos en materia de derechos humanos, porque creo en el mensaje positivo y esperanzador que transmite el CAF.

«No puedo decir que soy la misma persona que entró al museo porque no lo soy, y todo eso se lo debo a un espacio que me sigue brindando muchísimo»


-¿Cómo vinculás ese trabajo educativo con el resto de las luchas históricas por los derechos humanos en nuestro país?

-Me parece importante seguir construyendo nuestra memoria, no hace falta ser experto en el tema para saber que lo que ocurrió en nuestro país fue gravísimo. Pensamos que después de la Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948, enterándonos de las atrocidades que cometió el régimen Nazi en la persecución de judíos y de otras minorías, este tipo de hechos no volvería ocurrir, pero aun así sigue pasando a lo largo y ancho del mundo. Hace 40 años en nuestro país pasó un proceso similar, con un régimen militar que venía avasallar a todo aquel que pensara diferente, un pensamiento “peligroso”, militantes políticos, periodistas, profesores, estudiantes, obreros y, entre otros, no tenían espacio en la nueva sociedad que venían a imponer. Eran un “tumor” que había que extirpar del país. Pero no fue un proceso que pasó solo en Argentina, se dio en toda América Latina. Hablar del pasado, tenerlo vigente en nuestro presente, nos ayuda a construir memoria, para que las futuras generaciones conozcan que hay cicatrices en nuestro país que todavía están sanando, hay familias que están esperando que sus hijos vuelvan a sus casas o saber dónde están sus familiares. Rescatar nuestra historia reciente nos permite construir democracia en una gran diversidad de voces.

«Hablar del pasado, tenerlo vigente en nuestro presente, nos ayuda a construir memoria, para que las futuras generaciones conozcan que hay cicatrices en nuestro país que todavía están sanando»

-¿Por qué historias como la de Ana Frank nos siguen sirviendo hoy para reflexionar como sociedad?

-A través del testimonio que nos dejó Ana Frank podemos reflexionar sobre los acontecimientos relacionados a la Shoa (Holocausto), al régimen nazi y sobre las víctimas que perjudicó a lo largo de la historia, pero también nos permitió ver que hubo personas quedecidieron arriesgar su vida para ayudar a las que fueron víctimas del nazismo.Trabajamos desde lo que llamamos Pedagogía de la memoria y la esperanza, y desde allí elaboramos distintos proyectos que apuntan a visibilizar, cuestionar y profundizar en situaciones de violencia y discriminación y, de esa manera, encontrar los recursos para detenerlas.Además, habilitamos constantes debates sobre lo que nos atraviesa en la actualidad, puntualizando en los distintos desafíos y acontecimientos y comprometiéndonos con el pasado para transformar nuestro presente.

-El conflicto en Oriente se profundiza, así como la crisis humanitaria y las posturas político-ideológica se tornan cada vez más virulentas ¿Qué pensás al respecto?

-La situación en medio oriente es crítica. En este contexto de tensiones bélicas, donde las posturas están polarizadas y sesgadas, necesitan una mirada pacifista para resolver el conflicto. Repudio el atentado que orquestó Hamas el 7 de octubre. Hoy, no podemos pensar en dos estados para dos pueblos con grupos fundamentalistas. Por eso, me gustaría pensar en espacios de diálogo y encuentro, donde a partir del entendimiento podemos encontrar soluciones y una salida humanitaria para todas las víctimas. En una guerra no hay ganadores, solo hay víctimas y familias que quieren volver a su casa. El lunes 21 de octubre a las 18 horas en el centro Ana Frank, vamos a realizar un encuentro por La Paz. Lo hacemos en conjunto a ‘Mujeres activan por La Paz’: mujeres israelíes y Palestinas, que son mujeres que no quieren criar a sus hijos en un contexto de guerra.