REFLEXIONES SOBRE MIEDOS Y MASCULINIDADES

¿Y LOS VARONES QUÉ? LA AUTOCRÍTICA MASCULINA FRENTE AL AUMENTO DE FEMICIDIOS

El miedo no se reparte igual. Mientras las mujeres caminan con temor, a los hombres no se les pasa por la cabeza. ¿Qué pasa cuando un varón decide dejar de mirar desde afuera y empezar a hablar? El texto que sigue propone una reflexión íntima y colectiva sobre las masculinidades y su rol frente a la violencia.

Texto: Zul Bouchet | Fotografía: Luciana Jazmín Marrero
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Los femicidios no frenan, la violencia no avisa ni espera. Siempre las mujeres. Resistiendo, sosteniendo, aguantando. ¿Y los varones qué? Hace unos años se les pidió silencio, y por un tiempo se lo tomaron demasiado en serio, hegemonizado absolutamente todas las conversaciones, excepto, el feminismo. Ahí no tenían nada para decir, o no se esperaba que dijeran nada, no estaban autorizados, no debían. Como prefieran decirlo. Pero ahora la situación empeora y exige hacer algo. Aunque sea, conversar.

El movimiento feminista ha producido, sin dudas, un cimbronazo en las estructuras sociales. Ha obligado a poner en palabras lo que por años se calló y a denunciar las violencias sistemáticas. Sin embargo, en ese proceso, la participación masculina (cuando no es a través de la violencia) ha sido ambigua. A veces aliada, a veces hostil. La mayoría de las veces, silenciosa. Ese silencio —tan cargado de poder— parece ahora dejar de ser útil. Es momento de hacerse cargo, de recuperar el sentir, pero fundamentalmente el hablar. 

Por otro lado, es importante reconocer que el patriarcado también ha causado daño a los varones, generando modelos rígidos de masculinidad que los limitan y afectan profundamente. Este dolor y padecimiento puede ser un punto de entrada para muchos hombres que hoy se sienten excluidos o distantes de la conversación feminista, para, desde ahí, empezar a involucrarse activamente en la lucha contra la violencia de género.

En ese sentido, es común escuchar frases como “quería ir, pero no sabía si estaba bien que fuera”, al realizarse movilizaciones. Son sentimientos que revelan cómo, incluso los varones que están dispuestos a participar activamente, no saben si serán recibidos. El no saber, algo que parece tan simple, muestra la complejidad del proceso para los hombres que a menudo están en la periferia de estas conversaciones. 

¿Qué lugar ocupan entonces en esta historia?

En diálogo con La Mala, Ignacio Rodríguez, coordinador del Espacio de Atención con Varones de la Secretaría de Igualdad de la Municipalidad de Rosario, lo describe así: “Hay un grupo marcadamente reaccionario que cree o piensa que el avance de derechos de mujeres y diversidad es el retroceso en los derechos de los varones. Entonces, esos movimientos vienen a quitarles algo, por lo que construyen, en el plano imaginario, al feminismo como un enemigo al que hay que darle batalla. Hay otro gran ámbito de varones en donde se viven los movimientos feministas como una ajenidad, donde al no identificarse con el femicida o el violento, creo en esa lucha, pero no me convoca a interrogarme o reflexionar íntimamente y en comunidad sobre mis prácticas. El tercer colectivo son esos varones que se sienten interpelados, que ven en los reclamos feministas reivindicaciones que van más allá de la justicia y el castigo, y que invitan a reflexionar sobre los modos de vincularse entre nosotros en nuestras relaciones homosociales, en los vínculos de pareja, con las diversidades, etcétera”.

“La mayoría de los varones cree que cuando se habla de género se refiere a mujeres y diversidades, que son asuntos que no les competen”

Antes bastaba con no ser violento (como si fuera poca cosa) y no meterse donde no eran invitados, ahora el varón que calla también puede estar sosteniendo la estructura. Como señaló para este artículo el escritor y docente universitario Agustín J. Valle: “Los que siempre repudiamos a violadores y asesinos también participábamos —aunque no lo notáramos— de una cultura en la que esas formas extremas de violencia coexistían con otras que eran socialmente aceptadas. Muchos, sin ser violadores ni asesinos, fuimos parte de una lógica que los producía. Y ahí, inevitablemente, se abrió el auto-cuestionamiento en tanto partícipes de una cultura que produce y producía a esos violadores y asesinos”.

Ese cuestionamiento no ocurre en el vacío. Requiere conversación y vínculos donde discutir. Ignacio Rodríguez advierte: “Es difícil hablar de esto en grupos de varones que se reúnen por otros motivos, o se termina hablando desde posturas defensivas en las redes sociales. Falta un proceso largo para que la perspectiva de género forme parte de los significantes privilegiados en el discurso social. Personalmente siento que la mayoría de los varones cree que cuando se habla de género se refiere a mujeres y diversidades, que son asuntos que no les competen”.

APLAUDIR EL CHISTE O PERDER AMIGOS

Ningún proceso que modifique algo real es cómodo. “Frenar un chiste es desarmar una complicidad machista, con el riesgo cierto de quedar solo”, dice Rodríguez. “Quizás saliendo del señalamiento moral, quizá interviniendo en búsqueda de provocar la reflexión… hay que encontrar las formas de problematizar sin moralizar”, sostiene.

En tanto, Valle da cuenta de lo pequeño que puede ser el gesto que lo cambie todo, con un ejemplo: “Nuestro grupo se llamaba Pibes. En un momento, discusión mediante, un amigo iba a recibir una visita en su casa e hicimos chistes con que iban a tener intimidad. Él se plantó y eso armó una discusión de cómo hablábamos de las mujeres y del vínculo intergénero que estuvo buena, incómoda, difícil, con enojos, pero muy interesante. Eso cambió en adelante la forma en la que hablábamos”.

No es fácil hacerse cargo de los privilegios, ni reconocerse dentro de prácticas que fomentan la violencia. “Los privilegios están sostenidos en un sistema patriarcal donde habitamos y reproducimos prácticas de las cuales no somos conscientes, porque son parte de la dinámica social relacional. Hasta ahora creo que solo podemos visibilizarlos en los señalamientos que nos hacen aquellas y aquellos que padecen el ejercicio de los mismos. Quizás más que pretender tomar conciencia solos, al menos debemos pretender tener la suficiente permeabilidad para trabajar y reflexionar sobre los señalamientos”, sostiene el responsable del Espacio de Atención con Varones de Rosario. 

Involucrarse puede tener muchas maneras. No se trata de esperar órdenes u aprobación, ni de ser llevados de la mano. “No es la idea unirse y amalgamarse en espacios feministas, sino crear espacios propios generados a partir de los debates y discursos que nos brinda el feminismo”, agrega Rodríguez. Quizás lo importante se encuentre ahí: pensar las violencias desde el lugar que toca. 

Señalaba Rita Segato que los varones no pueden entender el miedo de las mujeres porque no es su experiencia corporal. Quizás no deban entenderlo, sino respetarlo e intentar hacer lo posible para que se reduzca. 

“Hay miedos que te salvan la vida; son umbral de cautelas propias de un saber estar entre cosas y entre otros (no toques el enchufe…), asumiendo que somos rompibles, o mejor, sensibles, simplemente. Otros miedos crispan reacciones ultra violentas. Por supuesto, para los varones es difícil concebir la medida y forma de los miedos que ‘desde siempre’ tuvieron las mujeres; difícil… pero no tanto (y vaya si el feminismo lo facilitó)”, escribió Agustín J. Valle hace unos días, para Revista Urbe.

Si un hombre camina solo por la calle y alguien lo sigue de atrás, puede pensar “por favor, que no me robe”. Si es la mujer la que camina sola y alguien la sigue, su pensamiento podría ser “por favor, que sólo me robe”.

“Tenía internalizado el miedo de las mujeres. Vi una mina sin miedo, y me llamó la atención”

La experiencia cotidiana tiene incorporadas diferencias abismales que no todos pueden captar.  La comprensión no nace sola cuando el cuerpo no es interpelado directamente. Aunque un poco enoje, a veces sí es necesario el relato de una amiga, una hermana o una pareja para tomar conciencia de lo que pasa. En esta línea, aporta Rodríguez: “Quizás es con las experiencias y vivencias de las mujeres de nuestro círculo íntimo como podemos incorporar una ‘empatía’ sobre lo que viven las mujeres y diversidades. Con las violencias extremas es más fácil cruzarse de vereda y tildar a ese otro varón de monstruo o psicópata para sostener nuestra tranquilidad ética/moral. Pero para sensibilizarse puede ser necesario algo que ‘nos toque de cerca’ y justamente por estar cerca necesariamente nos toca”.

Valle, quien es coautor de A quién le importa. Biografía política de Patricio Rey y autor de De pies a cabeza, ensayos de fútbol, entre otras publicaciones, también se detiene en esa distancia emocional y corporal frente al miedo. Lo hace desde lo personal, con una escena que lo marcó en la infancia: “Una noche llegó mi hermana que tiene diez años más y me acuerdo escuchar que un chabón le grita ‘vení que te chupo hasta los pelos’, y ella contestó ‘¿por qué no te vas a cagar, hijo de puta?’. Me angustió un montón, me dejó asustado. Desde ahí tengo cierta conciencia”.

Y más tarde, en un viaje al exterior, otra situación cotidiana le reveló la profundidad de ese temor: “En 2011 un amigo era azafato, consiguió pasajes y nos fuimos a China. Una noche caminábamos en una zona tranqui, con poca gente, y doblamos en una esquina, quedamos atrás de una mina, caminando en su mismo sentido. A unos diez metros. Y la mina no se dio cuenta. A mí me sorprendió que no se inmutaba por tener tres tipos atrás. Ahí me di cuenta lo naturalizado que tenía que los chabones éramos de temer. Tenía internalizado el miedo de las mujeres. Vi una mina sin miedo, y me llamó la atención”. Frente a esto, se hace eco una contradicción: es difícil sentir por completo la experiencia del miedo, pero también es incoherente pensar que alguien no puede tener la capacidad de ponerse en el lugar de otro. 

Nadie tiene todas las respuestas, aunque sí están claros los horizontes. Hubo un pedido contundente estas últimas semanas, invitando, reclamando y recriminando a los varones a implicarse, moverse, estar.

¿Cuántos compartieron el pedido de Justicia por las muertas recientes?

Habrá que empezar de a poco. A fin de cuentas, todos vamos aprendiendo sobre la marcha, el dolor y la esperanza. Ya tuvieron tiempo de observar y escuchar, ahora hay que empezar a conversar.