POESÍA

TIEMPOS DE MIRADAS VACÍAS

“No es un texto cómodo”, advierte Valentín Freri, quien suele elegir escribir desde la incomodidad de las realidades que duelen, que no cierran, que miran desde la periferia.

Texto: Valentín Freri | Ilustración: Diego Abu Arab
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No es un texto cómodo.

No busca agradar.

Exige detenerse

y asumir la incomodidad.


No pretendo hablar desde la nostalgia ni desde el pasado.

Me atrevo a escribir desde una lucidez incómoda,

para denunciar —sobre todo— el vaciamiento del presente.


Propongo una alerta ética sobre esta época

y sus vericuetos emocionales.

Animarse a hacerse preguntas,

y tener el coraje de aceptar

que no se responderán en lo inmediato.


Esto no pretende explicar la época,

sino exponerla.

No busca cerrar sentidos,

sino habilitar preguntas.

No se escribe desde afuera,

se incluye en el problema.


Vivimos en tiempos de destino incierto,

donde los minutos ya nacen colapsados,

donde los estímulos luminosos desdibujan, a pedazos, nuestra dopamina.


El deseo hackeado de manera constante

por estímulos continuos,

que prometen mucho

y dejan poco.


Abundan las publicidades,

las caídas y las levantadas,

las resistencias y las resiliencias.

Pareciera que hay todo

y, al mismo tiempo, no hay nada.

Al final, un poco,

el vacío se lee en las caras.


La fragilidad y la dureza

como antagónicos sociales.


Del vino y la merca,

del consumo desenfrenado de likes

que trae insomnio, ansiedad, desinterés.


Tiempos de palabras en inglés

que intentan explicar

cómo carajo es el amor,

siempre los piratas colonizando

incluso

nuestro pensar y sentir.


Tiempos de red flags

y esas giladas de moda

que traducen, en clave cool,

lo etéreo de la trascendencia sexoafectiva.


El amor,

pero sin cuerpo simbólico,

sin tiempos,

sin proyectos.

Existe,

pero se desvanece rápidamente.


En fin:

tiempos donde hay todo

y no hay nada,

donde los solos y las solas abundan,

donde los suicidios se adelantan en edades

y la incertidumbre

se vuelve cada vez más nociva.


Habrá que empezar a preguntar

qué hay detrás de las caras vacías.

De los ojos apagados,

que solo se permiten el brillo

cuando se enciende un iPhone.


Revolver en los cajones

y traer a los poetas viejos con sus narrativas,

a los filósofos viejos con sus inquietudes.


Esta era,

creo yo,

pareciera ir más rápido

de lo que la mente

y los dedos

puedan viscerar.


Tiempos de miradas vacías.