21 AÑOS CONTRA LA CONTAMINACIÓN

NO HAY PEOR CIEGO QUE EL QUE NO LUCHA POR SU FUTURO

Este domingo tendrá lugar una nueva marcha al Puente Internacional General San Martín para sostener el “No a las Papeleras”. En esta nota, la contaminación en números y la palabra, no sin una profunda autocrítica, de Martín Alazard, uno de los referentes icónicos de la lucha de Gualeguaychú.

Texto: Isidro Alazard | Fotografía: Facundo Finelli
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 “La deuda externa de los países pobres se ha convertido en un instrumento de control, pero no ocurre lo mismo con la deuda ecológica. De diversas maneras, los pueblos en vías de desarrollo, donde se encuentran las más importantes reservas de la biósfera, siguen alimentando el desarrollo de los países más ricos a costa de su presente y de su futuro”

Papa Francisco, Carta Encíclica Laudato Si’

La planta de celulosa UPM Fray Bentos, conocida por nosotros como “las papeleras”, inició sus operaciones el 8 de noviembre de 2007 y está ubicada en la costa del río Uruguay, a 5 kilómetros de la ciudad de Fray Bentos y en frente del balneario Ñandubaysal, de Gualeguaychú.

Según lo declarado por la propia empresa, que opera las 24 horas alrededor de 350 días al año, para producir 1 millón de toneladas de pasta celulósica anuales (produce más 1,3 millones de toneladas), las emisiones atmosféricas diarias contendrían, 86 kilogramos de compuestos clorados, 190 de material reducido de azufre, 929 de dióxido de azufre y 4.838.000 de gases de efecto invernadero, entre otros compuestos.

Si hablamos de afluentes líquidos al río Uruguay, diariamente se vuelcan 60 kilos de fósforo, 600 de nitrógeno y 2.900 de sólidos en suspensión, sin nombrar muchas otras sustancias.

Tomando un ejemplo de los remanentes anteriores, el dióxido de azufre es un gas incoloro con un olor fuerte que puede causar irritación a los ojos, garganta y vías respiratorias. Al combinarse con el agua en la atmósfera, forma lluvia ácida. Además, puede causar problemas de salud como asma, bronquitis crónica y otras afecciones respiratorias. Si hacemos la cuenta, los 929 kilos de dióxido de azufre emitidos por día se convierten en 325.150 kilos por año.

Siguiendo con los números, podemos volver a los gases de efecto invernadero (de los cuales, como dijimos, se liberan 4.838.000 kilos por día): en estos 17 años se liberaron 28.786.100.000 kilos. Pero eso son solo cifras en el aire (y en el agua). Si vamos a las consecuencias, este impacto provoca un daño ambiental continuo, progresivo e irreversible a la biota del río. Adicionalmente, la planta utiliza 1.000 litros de agua dulce por segundo (o sea, más de 86 millones por día), devolviéndola contaminada y a una temperatura mucho mayor.


Anteriormente a la instalación y puesta en funcionamiento de la empresa UPM en Fray Bentos, fue constituida la Asamblea Ciudadana Ambiental de Gualeguaychú: surgió luego de la marcha del 30 de abril de 2005, en la que la instalación de la pastera era inminente. Días antes de una nueva marcha al puente General San Martín, este domingo 27 de abril, La Mala dialogó con uno de sus exponentes, Martín Alazard, quien viene exponiendo la problemática en los últimos 20 años.

– Martín, ¿cómo es la cadena para producir pasta de celulosa?

– La pasta de celulosa se produce para hacer el papel, pero la cadena empieza muchísimo antes. Podemos pensar el recorrido con los árboles: el principal es el eucaliptus, que tiene una madera que es muy apta para este tipo de producción. Esta se muele, formando ‘chips’, que son como papel picado. Para desintegrar esa fibra y hacer las planchas de pasta de celulosa se le tiene que agregar una serie de elementos. UPM utiliza el método Kraft que, a través de productos, va blanqueando el material. Una vez que se logra tener la pasta, se desecha un residuo llamado “licor negro”, que contiene dioxinas, furanos, ácido sulfúrico, nitrógeno, fósforo, entre un montón de contaminantes más.

– Entonces, empieza por los árboles, ¿de dónde salen?

– Claro, ahí empieza el proceso contaminante. Y nuestro país, nuestra provincia e, incluso, la ciudad está implicada en esto: donde había montes de espinillos, con pájaros, con zorzales, con cardenales, con calandrias, vino una topadora, sacó los espinillos y plantó eucaliptus. Para plantar esos árboles tuvieron que talar el monte nativo y fumigar (primero con agroquímicos para matar las malezas y después contra todos los elementos que pueden atacar el eucaliptus). Entonces, ya de entrada, existen varios efectos contaminantes, más allá de la desertificación que producen esos montes de eucaliptus. Desde ambos márgenes del río Uruguay hasta Misiones está plantado con eucaliptus o pinos, dos especies que son exóticas y que necesitan ese cuidado especial. Se plantan mil plantas por hectárea, y a pocos kilómetros tenemos alrededor de 200.000 hectáreas de eucaliptus. Cada árbol consume en promedio 40 litros de agua por día. Y podemos seguir sumando: en la plantación, cuando descortezan el eucalipto para llevarlo a la chipera, quedan tirados los restos, que tienen tóxicos que van al suelo. O sea, se contamina la tierra, el agua y el aire con la producción.


– Entonces, te hago una pregunta con respuesta obvia: ¿cómo podemos luchar contra esta contaminación?

– Y es claro: no darle más materia prima a una industria contaminante. La madera era exportada hasta que, de la mano de Osvaldo Fernández (actualmente, director Legal y de Gestión Ambiental del Agua de Entre Ríos), se implementó la “Ley de la madera”, que prohibió la venta de madera de rollizos de eucalipto, sin valor agregado, a empresas demostradamente contaminantes. Luego, el gobernador Bordet, con una relación cercana a la Asociación Forestal Argentina, derogó esta ley. Y Frigerio mantuvo así las cosas. Después de años de haber luchado por la ley (un pequeño logro), ahora vos vas al puente internacional y te encontrás colas de camiones cargados de rollizos que van a Fray Bentos. Incluso, tuvimos reuniones con reservas cercanas (que venden madera), pero todas ellas eran para convencernos de que aflojemos nuestra lucha. Uno no puede comprender semejante entrega.

– ¿Todas las pasteras contaminan tanto?

– En realidad, hay otras pasteras, pero esta particularmente está fuera de escala. La producción de 1.300.000 toneladas al año, vertiendo sus efluentes en un punto (el río Uruguay, un río playo de andar lento), hace que sea muy contaminante, que afecte la biota del río y, por supuesto, por los efluentes gaseosos, también termine afectando la vida de los ciudadanos de Gualeguaychú.

“Después que los políticos te reciben y se sacan las fotos, se desinfla todo, cada uno agarra para su lado y se acomoda”

– La lucha lleva 21 años: en estos 21 años, ¿hay batallas ganadas?

– Bueno, la primera batalla que ganamos fue haber puesto sobre la mesa el tema de la contaminación. No hay ningún partido político o plataforma política, desde que nosotros empezamos, que no haya incorporado el problema de la contaminación como caballito de batalla. Es más, todos se sumaron cuando nos vieron arriba del puente internacional, gritando No a las papeleras. Pero el éxito más grande es que nosotros comenzamos desde abajo, con las escuelas, con los niños, a dar charlas en todos lados. No solamente en Gualeguaychú, hemos recorrido el país. Hemos estado en la Facultad de Medicina de La Plata, en la de Ingeniería de Rosario, en el Paseo La Plaza de Buenos Aires, en lugares que uno nunca hubiese pensado estar difundiendo la problemática de la pastera, el efecto de todos estos contaminantes, que son cancerígenos, que alteran el sistema endócrino.


– El gobernador actual ¿los escucha? ¿Y en el ámbito local?

– No. Es más, fuimos a hablar con Frigerio cuando estuvo reunido en una estancia del potrero con la Asociación Forestal Argentina y no nos permitieron la entrada. En cuanto a los gobiernos municipales, en mayor o menor medida nos han ayudado, porque esto uno no lo hace por afán político, partidario, religioso o económico, entonces nos abren las puertas. Hubo épocas en que esto era un furor y la Municipalidad ponía hasta los camiones recolectores en la marcha al puente; otras veces uno tiene que estar insistiendo para que tengan en cuenta estas cosas. Pero, después que los políticos te reciben y se sacan las fotos, se desinfla todo, cada uno agarra para su lado y se acomoda. Siempre se quedan ahí en algún escalón: nosotros hemos asistido a muchas traiciones, pero somos un grupo que sigue peleando.

– ¿Y por qué vienen acá empresas como UPM?

– Porque acá la mano de obra es más barata, al igual que la materia prima, que la tienen al alcance de la mano. Además, tienen posibilidad de “charlar” con los diferentes gobiernos y lograr cosas non-santas, lo que les permite, indudablemente, arrasar con todo. Cada hombre tiene su precio, ¿no? El poder económico es muy influyente, y hay que ser muy grande y muy poderoso para vencerlo.

– Eso debe ser frustrante, ¿no?

– Sí, claro. Además, acá muchas veces te encontrás con gente que lamentablemente dice “ustedes siguen hinchando con eso”. No son conscientes de lo que están diciendo. Pero no hay que tirar todo por la borda, porque no se hunde el barco mañana, vamos a sufrirlo bastante. Y si hoy uno se pone a pensar en su familia, en sus amigos, ¿cuántos casos de cáncer tenés? ¿Y de dónde vienen tantos casos de cáncer? Sin embargo, no hay estadísticas serias que a vos te digan que acá tenemos un polo de contaminación que está cargando sobre la población.


– ¿Por qué crees que los uruguayos no tienen este tipo de manifestaciones y no están en contra de la contaminación?

– Yo creo que esto se gestó a través de un error táctico de la Asamblea Ambiental: haber cortado el puente. Ahí se generó un rechazo a la asamblea. Sin embargo, hay que aclarar que el corte del puente se hizo en el 2006 y nosotros empezamos la lucha en el 2000. O sea, después de seis años de lucha, de haber golpeado todas las puertas. Pero a la pregunta “¿con qué derecho la Argentina corta los puentes?”, podemos responder: ¿con qué derecho nos ponen una planta contaminante enfrente? Cuando vos hablás con los uruguayos, son inexpugnables con eso: “preferimos morirnos de contaminación, pero no morirnos de hambre”.

“Muchas veces te encontrás con gente que lamentablemente dice “ustedes siguen hinchando con eso”. No son conscientes de lo que están diciendo. Pero no hay que tirar todo por la borda, porque no se hunde el barco mañana, vamos a sufrirlo bastante”

– ¿Y qué se siente que pasen 21 años y no cambie casi nada?

– Tenemos una gran frustración por no haber logrado convencer a mucha gente. Pero sabemos que esa gente resistente a la convicción es por algún interés, generalmente económico. Porque si fuéramos todos soldados rasos acá, que nadie estuviera enganchado con nada, ¿quién puede no luchar en contra de la contaminación? Sería irracional, porque es de naturaleza del ser vivo defenderse. Es una frustración enorme, te dan ganas de decir “qué pelotudo, en vez de estar con mi nieto charlando, estoy en estas cosas, saliendo a la radio, invitando a la gente que participe, etcétera. ¿Por qué no me dejo de joder? ¿Me quedo tomando mate, escuchando los pajaritos, dándole a comer a mi gallina y que se maten?” Pero no puedo, tengo muchas generaciones atrás, a las cuales me debo.