BAUTISMOS DEPORTIVOS
«ME RAPARON, NADA MÁS»
Fútbol, básquet, rugby. En la mayoría de los deportes de grupo podemos ver a chicos sin pelo y no por gusto. Para pasar a formar realmente parte del grupo es necesario un “bautismo”. ¿Qué hay detrás del pelo rapado en los más jóvenes de un equipo?
Para todo jugador debe ser un sueño debutar con la camiseta de su equipo. Seguramente pasó muchos años y entrenamientos para llegar a ahí, para codearse con otros miembros del equipo que tal vez sean sus referentes. Pero esto, en varios casos, viene de la mano de un ritual tan viejo como naturalizado: el bautismo.
“Lo que se hacía era pelarnos y, como es rugby, todos teníamos fuerza, hay forcejeos para el que no quiere que lo pelen. Entonces, lo que te conviene es sentarte y dejar que te afeiten la cabeza. Si te resistís es peor porque te agarran entre cuatro, te doblan entero, para que alguien te corte el pelo mientras vos no querés”, dice, para esta nota, un joven ex jugador de rugby, aunque el ritual se extiende a otros tantos deportes.
¿De qué trata este rito de iniciación?
Para responder a esta pregunta, nos contactamos con Rubén Campero, quien, además de ser psicólogo y sexólogo, es docente, especializado en géneros y masculinidades.
“En los rituales de iniciación funcionan las lógicas grupales de los equipos. Equipos corporativos: arman un cuerpo único para enfrentar al rival. Podemos pensar en un batallón, que tiene una lógica muy rígida para poder funcionar como cuerpo común. Eso hace que el nuevo integrante deba pasar por una serie de rituales de iniciación para dar prueba de su misión como individuo, su sumisión ante las lógicas grupales”, sostuvo Campero.
“Los bautismos o novatadas tienen que ver con esto: producir un ritual en donde el novato renuncie a la vida (no es tan así en el deporte, pero para ponerlo en términos simbólicos) y se someta a las lógicas grupales”, expresó. Y agregó: “Esto está muy relacionado a las corporaciones masculinas: hacen cuerpo común, se apoyan mutuamente. Esto se ve a nivel disciplinario, a nivel empresarial, a nivel deportivo”.
«Hay forcejeos para el que no quiere que lo pelen. Entonces, lo que te conviene es sentarte y dejar que te afeiten la cabeza. Si te resistís es peor porque te agarran entre cuatro, te doblan entero, para que alguien te corte el pelo mientras vos no querés»
-¿Cuál es el objetivo de rapar a un compañero?
– La función de ese bautismo estaría relacionada con el ritual de iniciación para que el sujeto, en clave masculina, jure lealtad a la lógica grupal, lo cual está muy bien para ciertos objetivos, pero también tiene sus derivas peligrosas, violentas. Con esta concepción de masculinidad tradicional lo que se genera es una corporación para enfrentar al enemigo y destruirlo. En esta lógica se produce una armadura y ahí se despoja de cualquier posición de con-tacto, que está relacionado con la empatía, y se enfrenta con el otro. Eso, lógicamente, produce también mucha explosión de guerra. No solo tiene que ser una guerra física, también lo vemos en redes sociales.
-¿Qué entendés por masculinidad tradicional?
-Lo masculino es un relato que se entrena constantemente. Desde el nacimiento (la educación sexual informal, que se da en la familia y en distintos espacios de socialización) y se repite acríticamente en cada una en las interacciones sociales. Dentro del orden patriarcal, que es un orden de dominación, a lo masculino se lo ve como lo rústico, lo fuerte, lo distante, lo protector, incluso lo violento. De una manera, esto se plantea para justificar esta dominación, anclándolo a través de prácticas sociales hacia otros cuerpos, para así hacerlo pasar como algo natural y exclusivamente propio de lo biológico, cuando en realidad lo masculino pertenece al plano de lo cultural, que, por supuesto, interacciona con otros factores como lo histórico.
«Dentro del orden patriarcal, que es un orden de dominación, a lo masculino se lo ve como lo rústico, lo fuerte, lo distante, lo protector, incluso lo violento»
-¿Y cómo se relaciona con el deporte?
-El deporte de competición tiene sus reglas y su lógica funcionalista, de hacer funcionar al cuerpo de acuerdo a un objetivo. Si miramos deportes hegemónicos, el fútbol, por ejemplo, la competición tiene que ver con el enfrentamiento, con un símil de guerra, que no necesariamente satisface las pulsiones bélicas de los homo sapiens porque, de alguna manera, se estimula: da dinero, es un gran negocio, una gran religión, un gran show. Hay una relación particular con el ejército, con armar el cuerpo. El entrenamiento del soldado era un factor central, porque transformaba al soldado que combatía en el campo de batalla: debía ser un cuerpo fuerte y sobre todo un cuerpo duro, que soportara justamente el embate del enfrentamiento.
REFLEXIONES
Esta nota surgió de anécdotas de varios conocidos, que se podría resumir en una frase de uno de ellos: “Tenía un significado y si bien uno lo padecía también pasabas a ser parte del grupo, y era una rapada nomás”. Pero, ¿hasta dónde llegan estos ritos de iniciación? ¿Hay “bautismos” más peligrosos?¿Es realmente necesario para pertenecer a un grupo someterse a este tipo de prácticas? Ni jugar a la pelota en el club de barrio queda exento de encontrar un lugar de masculinidades “tóxicas”. Es verdad que estas prácticas (por suerte) van quedando cada vez más lejanas, sobre todo las partes más violentas de ellas.
Tal vez, en palabra de los jugadores “no sea para tanto”, pero no deja de ser un rito en el que un grupo de personas decide por sobre la voluntad de la corporalidad ajena.