Ya lo dijimos más de una vez: sostener un medio de comunicación no es tarea sencilla. Es una responsabilidad enorme y también un esfuerzo colectivo. Para que cada nota llegue a la web, debemos coordinar un montón de elementos, hay todo un engranaje detrás.
Primero, elegir de qué hablar: encontrar ese tema que queremos contar, que nos pica, que creemos necesario. Después viene escribirlo con mirada periodística, editarlo, sumarle imágenes —a veces fotos, a veces ilustraciones, a veces video—, subirlo a la web, pensar el contenido para redes, mandarlo a nuestras lectoras y lectores, y esperar que algo pase: que genere reacción, que sirva, que abra una conversación. Que den ganas de seguir leyendo.
Dicho así, parece un simple punteo de pasos a seguir, pero la cosa cambia cuando entendemos que detrás de cada paso hay una persona distinta encargada de una tarea específica. Escribir y publicar una nota, un informe, no es una tarea individual, involucra a varias personas que hacen su parte para que todo salga bien. Y si este engranaje se repite por cada nota que publicamos, son cinco por semana, hacé la cuenta… las tareas se multiplican.
Todo eso lleva tiempo. Y no cualquier tiempo, es tiempo de trabajo. Tiempo real, concreto, de vida puesta al servicio de un proyecto colectivo. No es ocio, no es pasatiempo. Y en este mundo, incluso con toda la pasión, la vocación y las convicciones que tenemos, el tiempo de trabajo se remunera. Y ese camino es el que también recorre La Mala.
“Muchas veces pensé si asumir aquellas tareas que nadie quiere tomar es resignación, o sería que hay algo del orden y de la construcción colectiva que me entusiasma profundamente”
Soy María Eugenia Trillo, Mariú como me llaman en todas partes. Hace poco más de un año me sumé al proyecto de la revista: al comienzo colaboré con la producción audiovisual de su lanzamiento y, como los buenos vínculos no se rompen, cuando me fletaron de mí trabajo en el estado Nacional, La Mala me extendió una propuesta. No sería una propuesta que resolvería mí situación económica (con mí pareja sostenemos un hogar con tres gurises). Pero al toque fue una propuesta que me sostuvo anímicamente y me permitió revalorizar mi persona como trabajadora (que te despidan sin causa carcome un lugar del ánimo en el que sentís que sos una verdadera nada).
Llegué con un perfil más técnico que periodístico: me invitaron a participar desde lo administrativo y organizativo, desde ese lugar que a veces se percibe como “de detrás de banbalinas”, pero que sostiene, todos los días, la posibilidad de que un proyecto exista. La experiencia cooperativa anterior que tuve siendo cofundadora y secretaría con la Cooperativa de trabajo Ñandé Revolución me permitió encontrar disfrute de las tareas administrativas: las planillas, la organización, la redacción de informes y proyectos. Muchas veces pensé si asumir aquellas tareas que nadie quiere tomar es resignación, o sería que hay algo del orden y de la construcción colectiva que me entusiasma profundamente.
En La Mala asumo el rol de gestión administrativa: me vinculo con quienes publicitan, con quienes aportan económicamente al proyecto, administro las suscripciones, intento cuidar el lazo con nuestra comunidad y, sobre todo, administro los recursos económicos. Nada de todo esto lo hago sola, ni en piloto automático: mi intención es que todo lo que sostengo sea legible, compartido y replicable por el resto del equipo. Por eso me obsesionan las planillas claras, los documentos accesibles, los sistemas que puedan leerse, entenderse y continuarse.
No concibo otra manera de trabajar que no sea desde una lógica cooperativa: donde haya roles definidos, sí, pero también una comprensión integral del proyecto por parte de todas las personas que lo integran. Tener responsabilidades diferenciadas no significa desconocer cómo opera el conjunto. Para mí, ese es uno de los pilares del cooperativismo: hacer del trabajo un espacio en el que cada persona es parte integral del todo, sin importar desde dónde aporte.
A veces me defino como la loca de las planillas, pero no porque me guste la burocracia. Sistematizar cada proceso no es burocratizar el trabajo, es construir memoria organizativa. Es dejarle el camino más allanado a quien venga después, para que no tenga que empezar de cero, sino continuar, mejorar, hacer crecer lo que entre todos armamos. Me entusiasma lo que habilita: una estructura que sostiene el contenido, un marco que le da continuidad a las ideas, para que no queden sólo en nuestras cabezas, para que no se pierdan con los cambios de etapa o de roles.
“Me interesa desmitificar la idea de que los números son lo opuesto a la creatividad. La mirada contable, administrativa, puede alimentar la estrategia política, organizativa y comunicacional de un proyecto”
Desde ese lugar, me interesa desmitificar la idea de que los números son lo opuesto a la creatividad. La mirada contable, administrativa, puede alimentar la estrategia política, organizativa y comunicacional de un proyecto. Entender las finanzas de un medio es también una forma de proyectar a futuro, de prever crisis, de sostener espacios laborales dignos, de imaginar cómo crecer.
Formo parte de un proyecto de comunicación con todas las letras. Un proyecto que no es sólo un medio, es un espacio de pensamiento colectivo, una apuesta política y una resistencia de trabajo autogestivo que enfrentamos con los cuerpos al límite del multiempleo (en mi caso, del multitrabajo).
La Mala es un medio que se piensa a sí mismo como un actor social, que quiere decir algo en el contexto en el que vive, y que también quiere ser justo hacia adentro. No se trata solo escribir, editar, diseñar, programar o ilustrar. También de generar estrategias para que el proyecto pueda existir más allá de las voluntades individuales.
Creo profundamente en la autogestión como forma de habitar el trabajo. No como salida de emergencia, sino como elección política. Ojalá cada vez más personas encuentren en el trabajo cooperativo, más allá de una herramienta de subsistencia, una manera de ganarle la pulseada al individualismo. De construir comunidad.
Celebro estos dos años de La Mala porque los siento también propios. Y celebro ser parte, no solo de lo que se ve, sino también de lo que permite que eso exista.
