EL ROL BOVINO EN LA CONFORMACIÓN DE LA ECONOMÍA NACIONAL
LAS VACAS DE LA PATRIA
La presencia de la vaca en tierras criollas es inherente a la existencia de la patria. Reseñar su vida es contar un pedazo de la historia de nuestro país. El docente y amante de la historia argentina Eduardo Héctor Martiné nos invita a pensar el rol del animal en la conformación de la Nación y en su importante papel en la economía nacional.
En razón de su situación geográfica y de las características propias de la conquista española, las colonias del Río de la Plata se mostraban poco atrayentes para la metrópoli. Estaban desprovistas de metales preciosos y de yacimientos mineros importantes. Además, con excepción de las regiones del noroeste que se encontraban bajo el influjo económico del Alto Perú, estos territorios estaban poblados por algunas tribus nómades. Todo ello cambió con la introducción del ganado vacuno, una verdadera revolución que trajo un alimento fácil de conseguir, motor de los transportes y tracción de la agricultura. Además, el cuero aportó la principal mercancía de exportación durante dos siglos.
Originarias de la Península Ibérica, las primeras vacas llegaron al Paraguay a mediados del siglo XVI y cuando Juan de Garay refundó Buenos Aires
Con el transcurso del tiempo, vacas y toros se se alejaron de los corrales y las quintas suburbanas, olvidando su mansedumbre y adentrándose cada vez más en la llanura. Las escapadas de los bovinos fuera del poblado porteño originaron las vaquerías, que eran incursiones de caza del ganado cimarrón en campo abierto.
A principios del siglo XVII el Cabildo de Buenos Aires concedió las primeras licencias para vaquear. El derecho a la vaquería se transmitió por herencia, donación o venta y llegó a confundirse la propiedad de las tierras con la acción de vaquear. Una vaquería necesitaba perros y jinetes duchos, que a fines del siglo XVIII fueron conocidos como “gauchos”. Los vacunos cimarrones eran rodeados y heridos en el garrón. Una vez seccionados los tendones de su miembro posterior el animal caía al suelo y los jinetes lo mataban, sacándoles el cuero, el sebo y la lengua. El resto quedaba para alimento de fieras y perros salvajes.
“Gracias al bovino, Buenos Aires dejó de vivir a expensas del intercambio entre España y el interior”
Son las vacas y no la tierra las que inauguran en la historia argentina el derecho de propiedad.
El vacuno salvaje fue extendiéndose por la llanura bonaerense, lejos del cristiano y fuera de su vista. Ello fue consecuencia del escaso consumo interno, las trabas al comercio que imponía el monopolio español y los obstáculos de los comerciantes limeños.
La apertura ocasional del régimen colonial y, sobre todo, la organización en gran escala del contrabando, con la ayuda y la complicidad de los intereses comerciales británicos, permitieron alguna expansión económica en Buenos Aires a partir del siglo XVIII.
El Tratado de Utrecht (1713) otorgó a Inglaterra, por 30 años, el derecho exclusivo al comercio de esclavos negros, aprovechado subrepticiamente para introducir manufacturas británicas y llevar cueros. A fin de contrarrestar esta situación, España concedió franquicias para que pudiere realizarse un intercambio comercial legal. Gracias al bovino, Buenos Aires dejó de vivir a expensas del intercambio entre España y el interior, y acumuló considerables saldos exportables que le dieron poder adquisitivo para absorber los excedentes tucumanos, paraguayos y cuyanos que no tenían salida al exterior. Este es el origen de la hegemonía económica porteña y la causa principal de la creación del Virreinato del Río de la Plata.
El incremento de las exportaciones de cueros dio vida propia a la región pampeana próxima al puerto, tanto en lo comercial como en lo pastoril. Y, como consecuencia de ello, las vaquerías aumentaron su radio de acción en medio de la lucha contra el indio.
HACIA UNA EXPLOTACIÓN MÁS RACIONAL
A mediados del siglo XVIII surge la estancia colonial, establecimiento pastoril donde el vacuno se asienta como animal doméstico. Y con ello cobra importancia la propiedad de la tierra. A final de siglo, media docena de propietarios poseían centenares de miles de leguas cuadradas: En 1744 un censo de Buenos Aires reveló que sobre 6.000 habitantes que poblaban la campaña y 10.000 que habitaban en la ciudad, sólo el 1% (186 personas) eran propietarios y poseían 28.000 km2.
En la estancia cambió la relación entre el estanciero y los peones, quienes, hasta entonces, colaboraban temporariamente en las vaquerías y pasaban ociosos el resto año, viviendo a expensas del ganado cimarrón. Esta forma de vida chocó con las necesidades del hacendado, que empezó a poseer rodeos propios, por lo que comenzaron a proliferar los reclamos de los ganaderos contra los “vagos y mal entretenidos”, quienes no se resignaban a perder su independencia y a conchabarse definitivamente como personal estable.
LAS VAQUITAS SON AJENAS
El 8 de junio de 1806 una flota británica llegó al Rio de la Plata. Para el historiador H. S Ferns, en esa fecha comenzaron las relaciones anglo-argentinas. El comodoro Home Riggs Popham, comandante de la expedición invasora, advirtió la diferencia de intereses entre los que respaldaban al gobierno virreinal y los comerciantes y terratenientes, señalando que estos últimos apoyarían una política de libre comercio. Según Popham, Buenos Aires era el mejor punto comercial de América del Sur y ofrecía un mercado de clientes a las manufacturas británicas a cambio de cueros y sebo. La realidad confirmó las presunciones del comodoro: los ingleses fueron derrotados militarmente, pero triunfaron comercialmente.
Cuando la Revolución de Mayo terminó con el sistema monopolista y estableció el libre comercio se consolidó la relación del Río de la Plata con el capital británico y el puerto de Buenos Aires se convirtió en punto de intermediación del comercio exterior.
En los primeros años del siglo XIX se desarrolló el saladero, establecimiento destinado a producir carne salada y seca conocida como tasajo o charque, que se vendía para consumo de los esclavos negros de las Antillas y Brasil. Pero, fueron las exportaciones de cueros las que predominaron ampliamente.
La extensa tierra pampeana, apropiada primero a través de vaquerías, luego alquilada por el gobierno a un grupo reducido de individuos que la vendía en forma ventajosa, y sometida a sucesivas “campañas al desierto” contra el indígena, constituirá la base de un modelo económico, social y político que será caracterizado como agro-exportador.
Por otro lado, la incorporación del alambrado en el paisaje rural argentino consolidó los derechos de propiedad sobre la tierra. Antes de su introducción existieron otras prácticas de delimitación de los campos, tales como el zanjeado, los corrales de palo a pique, los corrales de lienzo o de piedra y el denominado “cerco vivo”, conformado por ramas y plantas espinosas y enmarañadas. Pero el alambre lo cambiaría todo.
“La expansión e integración creciente de la economía mundial y la gran extensión de tierras fértiles escasamente pobladas en la zona pampeana fueron las bases del modelo agro-exportador argentino”
El estanciero inglés Richard Newton introdujo, en 1845, el primer alambrado importado de Gran Bretaña que servía para proteger jardines y huertas de su estancia, “Santa María”, en Chascomús. Y, diez años más tarde, la estancia “La Remedios”, ubicada en Ezeiza y propiedad del cónsul prusiano Franz Halbach, criador de ovinos, se conoció como la primera delimitada íntegramente por un alambrado.
En 1876 llegó a Buenos Aires “Le Frigorifique”-primer buque equipado con cámaras de frío para transportar carne congelada a Europa- y revolucionó la industria cárnica y la economía. El mercado europeo, sobre todo el inglés, sería determinante para el desarrollo de la industria frigorífica en Argentina.
Asimismo, a fines del siglo XIX, en Estados Unidos, principal proveedor de carnes de Inglaterra, el consumo interno aumentó considerablemente y quedaron con poca oferta para la exportación. Por esa razón aparecieron las inversiones norteamericanas en el Río de la Plata. Los frigoríficos de capitales estadounidenses comenzaron a desarrollar el sistema del enfriado, que abrió al vacuno de calidad un mercado más amplio, pero mucho más exigente.
Vladímir Ilích Uliánov (Lenin) afirmaba en 1916 que la República Argentina gozaba formalmente de independencia política, pero “en la práctica, está atrapada en las redes de la dependencia financiera y diplomática: tan dependiente financieramente de Londres, que casi debe ser considerada como una colonia comercial inglesa.”
La expansión e integración creciente de la economía mundial y la gran extensión de tierras fértiles escasamente pobladas en la zona pampeana fueron las bases del modelo agro-exportador argentino. La gran inmigración extranjera aportó la mano de obra, debido a la escasez de población argentina incorporada al mercado laboral. Pero los inmigrantes sólo pudieron acceder a la tierra como arrendatarios o peones de los grandes latifundistas y terminaron quedándose a vivir en las grandes ciudades, donde trabajaron de peones urbanos o bien desempeñaron diferentes oficios.
Al comienzo de la obra “Venimos de muy lejos”, un emblemático espectáculo del grupo de teatro Catalinas Sur, estrenado en 1990, la República, encarnada por una mujer vestida con túnica y un gorro frigio, lanza una arenga a los gringos que desembarcan en suelo nacional: “¡Soy yo, Argentina! ¡La de las vacas gordas!”. Acto seguido, los títeres cabezudos que encarnan las figuras de Avellaneda y Roca prometen tierra y progreso. La escena termina con los inmigrantes ingresando a un conventillo en el barrio de La Boca.
Para el inmigrante, al igual que para el arriero, las vaquitas siempre fueron ajenas. Para nosotros también lo son.
captura de pantalla
por Tati Peralta
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