LAS RELACIONES INTERNACIONALES EN EL GOBIERNO DE JAVIER MILEI

ARGENTINA Y EL MUNDO

LAS RELACIONES INTERNACIONALES EN EL GOBIERNO DE JAVIER MILEI

Al menos un conflicto con otro país por cada mes de gobierno y más países extranjeros que provincias argentinas visitadas. Son algunos de los números que analiza Diego Dalena en la nota que sigue. “La política exterior actúa como un reflejo de la política interna. Ambos sistemas, doméstico e internacional, se retroalimentan constantemente”, dice el docente, investigador y licenciado en Relaciones Internacionales.

Texto: Diego A. Dalena

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Ilustración: Diego Abu Arab

Al menos un país por mes. Es el cálculo generoso de conflictos diplomáticos que ha tenido el presidente Javier Milei en su primer semestre como mandatario. Pasando por Brasil y China –principales socios comerciales– hasta Colombia, México o recientemente España, son algunos de los casos que permiten ilustrar las tensiones generadas por una improvisación notable en el manejo de las relaciones internacionales por parte del gobierno argentino.

Todo ello en el marco de un escenario internacional convulsionado, caracterizado por dinámicas complejas: un vertiginoso y disruptivo desarrollo científico-tecnológico, una reconfiguración del sistema en términos de poder expresada en la disputa Estados Unidos-China, como así también cambios vinculados al propio capitalismo y la democracia como sistemas. En términos generales: podríamos hablar de una nueva crisis de globalización.

Para llevar a cabo este artículo se ha realizado una breve selección de episodios y variables de análisis que ilustran el nuevo periodo de la política exterior argentina.

Partiendo de la caracterización realizada del escenario internacional, los desafíos que se presentan no son pocos. Es importante señalar que el vínculo existente entre la política exterior de un estado y la vida cotidiana de la gente es algo que deberíamos mirar con mayor detenimiento, sobre todo si damos por cierto una de las máximas premisas de nuestra disciplina: la política exterior actúa como un reflejo de la política interna. Ambos sistemas, doméstico e internacional, se retroalimentan constantemente.

EL CASO CHINO

Un ejemplo concreto, que ilustra esta relación, es la manera en que el gobierno tensionó las relaciones con China –a quién en más de una oportunidad acusó de “comunistas” y “asesinos”–. Estos calificativos pasarían inadvertidos o, quizás, como un chiste de mal gusto del presidente Javier Milei, si China no fuera el acreedor del swap del cual depende el gobierno argentino para lograr una relativa estabilidad en nuestra frágil economía.

Luego de estos agravios, el presidente argentino tiene en carpeta un viaje al gigante asiático para reunirse con su par chino Xi Jinping y negociar la renovación del swap. La reunión se celebraría el 4 de julio, Día de la Independencia de Estados Unidos, y los representantes que viajen deberán rendir, como se realiza tradicionalmente, homenaje simbólico a Mao Zedong. Perlitas del viaje.

En el caso que la negociación no resulte exitosa, Argentina deberá pagar el vencimiento del swap chino, estimado en unos 5 mil millones de dólares. Esto ilustra cómo decisiones de política exterior repercuten en la política doméstica. Todo tiene que ver con todo.

EL LADO “CORRECTO” DE LA HISTORIA

Otro de los puntos centrales del análisis discute la tesis presidencial de estar “del lado correcto de la historia”. Desde la perspectiva de Javier Milei, esto implica un alineamiento irrestricto con Occidente, donde Estados Unidos e Israel constituyen socios estratégicos. Nada más alejado de la realidad.

Principalmente porque otra de las máximas en relaciones internacionales implica reconocer que el análisis no puede determinarse a partir de una visión dual de los actores: buenos o malos, amigos o enemigos. Esto constituye técnica y conceptualmente un análisis equívoco de la situación. En contraposición, las relaciones internacionales deben interpretarse a partir de la gestión de intereses: no existen buenos y malos, sino intereses que deben gestionarse en pos del interés nacional cualquiera sea que éste fuese–.

El desempeño de la política exterior norteamericana ilustra esta idea: Estados Unidos comercia con la Unión Europa o Canadá, pero también con China, Rusia y Arabia Saudita. No existen buenos o malos, sino intereses políticos y/o comerciales. Mucho menos existe un lado correcto –o incorrecto– de la historia en este plano.

BRICS Y ABANDONO DEL NEUTRALISMO

Otra de las señales de debilidad en materia de política exterior fue la renuncia argentina a los BRICS –el foro conformado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica –. Este espacio reúne a las principales economías emergentes del mundo, posee en términos aproximados, el 40% de la población, el 25% del PBI y casi el 30% del territorio del mundo.

El amateurismo en política exterior tiene costos, estos costos son caros e impactan en la vida cotidiana de las personas.

La inclusión de Argentina en el Grupo Ramstein, un grupo de aproximadamente 60 países que apoyan a Ucrania en el conflicto bélico con Rusia, y las pretensiones de convertirse en socio global de la OTAN, muestran nuevamente un análisis improvisado de los asuntos internacionales, ciñendo el accionar de nuestro país a la lógica amigo-enemigo y rompiendo una tradición de neutralismo de la política exterior argentina.

Todo esto llega en un momento en el que el presidente ruso, Vladimir Putin, planteó en su reciente discurso en la sede del Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia, los puntos principales para un acuerdo de paz con Ucrania.

La jugada argentina, ¿llega tarde o es un acto simbólico para Occidente? Seguramente, ambas cosas.

CONSIDERACIONES FINALES 

Bajo este panorama de marchas y contramarchas, improvisaciones y desventuras en el manejo de los asuntos internacionales, ¿qué perspectivas hay? Analicémoslo.

Uno de los desafíos más importantes del actual gobierno reside en la elaboración de un plan sólido y pragmático para el manejo de la política exterior, que contemple las vicisitudes del mundo en el que vivimos. Por un lado, resulta imperioso reforzar lazos políticos y comerciales con la región para incrementar, como bloque, la relevancia en los diversos foros e instituciones internacionales. Analizar en esta vinculación, qué nichos de oportunidad podemos explotar y cómo reforzamos nuestras debilidades. Por otro lado, insistir en la importancia del multilateralismo como estrategia de diversificación de vínculos por sobre el bilateralismo. 

Hace ya muchos años, uno de los mayores exponentes de la política exterior argentina, Juan Carlos Puig, incorporó la categoría de autonomía heterodoxa para el estudio de las relaciones internacionales. Sintéticamente, esta categoría pretende dar cuenta del máximo nivel de decisión propia al que puede aspirar un estado teniendo en cuenta los condicionamientos del sistema que lo rodea. Es una estrategia que puede desarrollar un estado en la búsqueda de la mayor autonomía posible para abandonar un estadío de dependencia.

Hasta el momento, la política exterior del gobierno de Javier Milei evidenciaría un abandono en la búsqueda de la práctica autonómica y un retorno a una situación de dependencia nacional, estadío en el cual un estado acepta su condición de subordinado sin confrontaciones con la potencia dominante.

Este viraje en la política exterior argentina también se expresa en la forma y el lugar que se le da al federalismo en la agenda del presidente, quien lleva visitados más países extranjeros que provincias argentinas. Promover una política exterior federal que contemple ecuánimemente los intereses de la totalidad de las provincias que representa la nación es, sin dudas, uno los desafíos a tener en cuenta.

Y todo ello, sin mencionar que asistimos lentamente a una crisis de recursos, de los cuales, nuestra región, en general, y Argentina, en particular, poseen grandes reservorios.

En estos días, en los que en nuestro país se discute la Ley Bases, resulta particularmente importante el capítulo vinculado al RIGI (Régimen de Incentivos para Grandes Inversiones). Aquí nos jugamos una de esas posibilidades, ¿queremos poner a disposición de las principales empresas extranjeras los recursos de nuestro país a cambio de escasos e inciertos beneficios futuros? ¿o será que podemos pensar una estrategia de desarrollo que integre las principales cadenas de valor argentinas y obtener mayores beneficios por la explotación de los recursos que son por ley, propiedad de todos/as los argentinos/as?

Las respuestas a estos interrogantes terminan siendo, ineludiblemente, decisiones políticas de personas específicas. No hay magia para mejorar nuestro futuro.


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