LAS PANTALLAS NO CUIDAN

LOS NIÑOS Y EL USO EXCESIVO DE LOS DISPOSITIVOS

LAS PANTALLAS NO CUIDAN

En un mundo mediado por las pantallas, el problema de cuánto tiempo exponemos a los niños a las mismas y de qué manera es actual y transversal a toda la sociedad. María Laura Esteybar, especialista en psicoanálisis con niños, se refirió al tema. “Hay que encender las alarmas cuando un niño empieza a no poder jugar, a retraerse, se pone ansioso frente a algunas situaciones y se frustra cuando no puede estar frente a las pantallas”, explicó.

Texto: Isidro Alazard

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Ilustración: Diego Abu Arab

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Muchos de nosotros somos conscientes que pasamos varias horas al día delante de las pantallas, por cuestiones de trabajo o para entretenernos. La tele, la computadora y (¿en qué momento no?) el celular. Las consecuencias para nosotros pueden ser dolores de cabeza, cuello o espalda, pero ¿qué les pasa a los niños? Más aún: ¿qué sucede cuando desde los primeros días de su vida un bebé es expuesto a las pantallas?

Para adentrarnos en esta problemática, que a priori está normalizada (no nos extrañamos si vemos un bebé en un cochecito viendo “La granja de Xenón” o si un niño pasa horas jugando en la computadora), desde La Mala entrevistamos a María Laura Esteybar, psicóloga psicoanalista (MP 608), especialista en psicoanálisis con niños, en estimulación temprana y certificada en crianza respetuosa.

Además de tratar pacientes en su consultorio privado, trabaja en la Sala de Neonatología, en la consultoría de alto riesgo y en estimulación temprana del Hospital Centenario de Gualeguaychú. Adicionalmente, es docente en la Carrera de Especialización en Psicoanálisis con Niños (UCES), referato de la Revista Cuestiones de Infancia (UCES) y miembro del equipo de Desarrollo Infantil de la Dirección de Maternidad e Infancia de Entre Ríos.

-¿A partir de qué cantidad de tiempo frente a la pantalla se considera que hay un uso excesivo?

-La Sociedad Argentina de Pediatra brinda recomendaciones en función del uso de las pantallas, donde desaconseja totalmente el uso de las pantallas desde los 0 a 2 años, luego aconseja que si un niño entre los 2 y 5 años esta expuesto a pantallas, lo haga entre media hora y una hora. A partir de los 5 y 12 años aproximadamente se aconseja como tiempo máximo entre una hora y una hora y media. Por supuesto, se recomienda que la exposición a las pantallas o su uso en niños, sea acompañada y supervisada siempre por un adulto.. 

-¿Hay casos en que bebés son expuestos a pantallas? ¿Cómo puede impactar esto en su desarrollo?

-Yo creo que en principio debemos contextualizarnos dentro de la época y no dejar por fuera lo que fue la pandemia y su impacto. Con esto me refiero a dos cuestiones que, al menos yo, pienso como puntos importantes.

El primero es que nosotros veníamos de una cultura donde lo digital estaba muy presente tanto en el ámbito laboral como dentro de nuestras casas. Creo que en Pandemia adquirió un valor increíble, ya que fue un medio de sobrevida prácticamente. La tecnología nos permitió seguir trabajando, seguir comunicándonos, sentirnos más cerca; hacer videollamadas con aquellos que no podíamos ver, seguir acompañando y sosteniendo.  Fue un medio para poder entretener a los niños para que los adultos pudieran sostener largas horas de homeoffice.

Para muchos niños fue el medio para seguir conectados con la escuela, con los amigos, abuelos y para muchos, los videojuegos fueron la forma de  transitar el encierro, encontrarse con amigos y seguir “jugando” (en red).

Segundo, considero que todo esto tuvo su efecto pospandemia. La mayoría de nosotros los adultos (aclaro que no todos), estamos muy atentos a las pantallas y distintos dispositivos, desde ahí trabajamos, nos comunicamos, estamos en redes sociales, tenemos toda la información que necesitamos “a mano”.  Aparece esta idea de la inmediatez en la respuesta, el estar pendientes segundo a segundo en el WhatsApp, de las historias de Instagram, y demás aplicaciones.

Muchas veces a los adultos nos resulta difícil hacer el celular a un lado cuando llegamos a casa, dejarlos por fuera de los momentos en que compartimos una mesa para comer, o para contar como estuvo el día de la familia. Pasamos muchas horas mirando las pantallas y muchas veces esto nos resta tiempo de poder poner la atención en otras cosas o estar realmente presentes en momentos con nuestros hijos.

Entonces , ¿Por qué no cobraría este aparato valor para nuestros hijos? En un punto creo que se ha naturalizado el uso de las pantallas en los niños. Ya no es raro ver niños de todas las edades, aun en cochecitos con un celular en mano escuchando canciones, mirando la granja de Xenón, otros mirando YouTube o tal vez jugando al Roblox, entre otras cosas.  En su gran mayoría los adultos no se quedan asombrados frente a esto. De hecho muchas veces es valorado como otro juguete.

Podemos ver esto en la calle, en las salas de espera, en lugares donde debemos esperar o hacer cola, aun en nuestras propias casas. Muchas veces es utilizado como modo de callar (¿calmar?) un niño que llora o que esta inquieto en espacios o lugares donde se suponen deberían permanecer quietos, o muchas veces para que nosotros podamos hablar con otros sin ser interrumpidos.

-¿Por qué quedan hipnotizados?

-El niño queda capturado frente a tantos estímulos que proponen las pantallas. Si observamos, no se da una interacción, un ida y vuelta. Con la pantalla el niño no está interactuando, está pasivamente siendo observador de algo que está dentro de esa pantalla. Muchas veces sin poder tramitar psíquicamente lo que esta viendo. La pantalla no está interactuando con él: por eso remarco la diferencia entre que un niño, frente al llanto, un estado de angustia o un estallido, u otra situación en particular, sea alzado, acunado, abrazado, mirado, calmado a través de la palabra, y todo ese baño de subjetividad que un adulto le puede dar (que es como el adulto lo puede llegar a calmar), a que se calle porque se le da una pantalla.

-¿Hay efectos por el uso excesivo?

-Creo que hay distintos efectos, de acuerdo a las etapas de la vida, etapas del desarrollo y sobre todo cuando es un uso sin otro adulto que cuide, que acompañe, que anticipe y que regule este uso. El uso responsable de las pantallas nunca está del lado del niño, porque el la función de cuidado y responsabilidad queda del lado del adulto. Sino el niño queda expuesto a un mundo que no puede tramitar y queda en un lugar de mucha vulnerabilidad.

Todos sabemos que en cuando hablamos de los primeros años, cuando hablamos de desarrollo, hablamos de etapas muy importantes, de momentos estructurales del psiquismo. Entonces en estas etapas fundamentales puede llegar a tener un impacto nocivo para este niño.

Quiero decir: un niño claramente necesita de un otro que lo acompañe, que lo sostenga, todo lo que implica la crianza y el cuidado. En este sentido, nosotros podemos pensar que, para que un niño hable, debe ser hablado por otro, que le pone una entonación, que le pone un afecto, que le pone una mirada, que le pone significado a todo aquello que él dice, que puede jugar con la imitación, que puede jugar con sus propios sonidos y devolverle otra cosa. En cambio la pantalla, no lo hace. Entonces si un niño queda mucho tiempo frente a una pantalla y ese uso es tan prolongado, probablemente este esto genere un impacto. Se está viendo mucho en las que son cuestiones de la adquisición del lenguaje, pero se ven también en otras situaciones.

– ¿Existen diferencias en el impacto del uso de las pantallas según la edad?

-El uso de las pantallas pareciera, en algunos casos, empezar a sustituir o a ocupar más tiempo que el juego. Sin embargo, no podemos dejar por fuera que también los adultos estamos muy ocupados, los adultos pocas veces tenemos tiempo y los adultos cada vez jugamos menos. Hay que ver cuando la pantalla va ganando lugar a todo lo que tiene que ver con el jugar, con el compartir, con el estar con otros, con salir y explorar, etc. Muchas veces vemos que estamos en una mesa y tal vez estamos todos juntos, pero estamos todos mirando un celular. Entonces se pierden espacios comunes, se pierden espacios de intercambio, se pierden espacios de exploración, y sobre todo se empiezan a perder cuestiones del orden del juego

-¿Y cuál es la importancia del juego?

-El juego es para los niños un modo de lenguaje, un modo de elaboración, de comunicación, de encuentro, de tramitación, el juego es constitutivo. De hecho, nosotros los psicoanalistas, le damos al juego y al jugar un lugar predominante en la infancia. De hecho nos resulta es muy preocupante que un niño no juegue. Hay que encender las alarmas cuando un niño no juega o va abandonando el juego y empieza a no poder jugar, a retraerse, se pone ansioso frente a algunas situaciones y se frustra, o estalla cuando no puede estar frente a las pantallas o se las limita.

“El juego es para los niños un modo de lenguaje, un modo de elaboración, de comunicación, de encuentro, de tramitación, el juego es constitutivo”

-¿Qué recomendaciones les darías a los padres para despegar a los chicos de las pantallas?

-Yo creo que en principio, no tenemos que culpabilizar a nadie, mucho menos a los niños por uso excesivo de las pantallas. También creo que estamos en momentos complejos y que criar no es fácil, sobre todo cuando hay muchas crianzas en soledad y en estados de vulnerabilidad, por lo que muchos padres, abuelos, tíos o cuidadores están haciendo lo que pueden.

Por otro lado, es real que los niños ingresan al mundo de las pantallas porque los adultos se lo permitimos, porque es lo que pudimos, porque es algo “que se fue dando”, etc. Puede ser por un montón de motivos, que ninguno es juzgable. Por ejemplo, en la pandemia muchos padres necesitamos seguir trabajando dentro de nuestras casas, y una forma de poder trabajar era que el niño estuviera con la pantalla. Adicionalmente, los chicos nos miran, están muy atentos a lo que nosotros hacemos. Entonces si nosotros estamos permanentemente mirando el celular y le damos prioridad, y los hacemos esperar porque tenemos que contestar el mensaje, y de repente nuestro hijo nos está queriendo mostrar lo que está haciendo y nosotros estamos con la mirada en la pantalla, y no los miramos, bueno, creo que en realidad tiene que ver un poco con cómo los adultos nos posicionamos en relación a eso que nosotros mismos habilitamos: un celular a un niño pequeño no llega de la mano de un niño pequeño, llega a través de ese adulto que lo habilita y que le abre la puerta y lo ingresa a ese mundo, que después se torna muy atractivo, y es difícil después poder salir.

De todas maneras, no quiero generalizar, la mayoría de las familias hacen lo que pueden y muchas veces termina siendo “necesario en algún momento”, darle un celular al niño para cumplir con algunas cosas nuestras.

Como dije, creo que cada familia va haciendo lo que puede. Hoy es sumamente difícil, cuando los padres tienen que trabajar ambos, donde ya no hay un montón de abuelos y tíos, o una red que cuide, y son los padres que están criando en mucha soledad. Entonces a veces uno cuenta con el recurso de las pantallas, que en realidad terminan haciéndonos creer que funcionan.

Los niños no pueden anticipar cuáles son las consecuencias ni cuáles son los riesgos de los dispositivos. Tampoco pueden reordenar en qué tiempo pueden usarlos y en qué tiempo no. Entonces creo que siempre esto tiene que estar pensado desde los adultos.

¿Y en qué lugar el adulto debe posicionarse?

Para los adultos estaría bueno poder pensar sobre esto, reflexionar y al menos tener conocimiento del impacto de las pantallas en los niños, por lo que dije anteriormente y por los riesgos que ellos claramente desconocen. Creo que el mensaje nos es claro para todos y quienes estamos de este lado tenemos la responsabilidad de transmitir que las pantallas no crían, las pantallas no les devuelve la mirada a los niños, las pantallas no los calman, no los acompañan a conciliar el sueño, las pantallas no devuelven una respuesta con una voz entonada, con intencionalidad para ese niño, las pantallas no los abrazan, no tienen la capacidad de cuidar.

“Los niños no pueden anticipar cuáles son las consecuencias ni cuáles son los riesgos de los dispositivos. Tampoco pueden reordenar en qué tiempo pueden usarlos y en qué tiempo no.”

-Y en tu trabajo, ¿has visto un cambio en los problemas de las consultas?

-Yo creo que las problemáticas que hoy llegan a la clínica son diferentes porque no pueden estar descontextualizadas de la situación sociopolítica y económica que atraviesan todas las familias. Las cuestiones epocales son el contexto que no hay que dejar por fuera.

Las crianzas de antes, con los abuelos, con los tíos, con una red (con una tribu, como se decía antes) en muchos casos ya no están. Hoy tal vez hay muchos padres que crían en soledad, con mucho amor pero como pueden. Entonces creo que cada situación debe contextualizarse, hoy hay una complejidad bastante importante detrás de todo eso. Cada época es como constitutiva de subjetividades y me parece que eso no puede quedar afuera de lo que nosotros tenemos que pensar también.

– Una pantalla no puede reemplazar la presencia humana…

Es importante saber que no, nunca y de ningún modo. Los chicos necesitan una interacción verdadera, de calidad. Necesitan el contacto, una respuesta sensible. Como dice Ivana Raschkovan: “una reacción de un otro semejante, donde todos los sentidos intervengan”. Entonces es importante poder pensar que el desarrollo del aparato psíquico y la constitución subjetiva, no podría darse a través de una pantalla, sino a través justamente de un otro humano referente significativo, un otro adulto, que en un vínculo con ese niño, lo acompañe a descubrir y conquistar el mundo.

Se ha hablado mucho del  concepto de “nativos digitales”,  pero creo que es importante sostener que en realidad nosotros somos nativos vinculares, no nativos digitales. Todo ser humano fue y seguirá siendo un nativo vincular, no un nativo digital. Esto quiere decir que para poder relacionarse con otros, constituirse como sujeto y demás, va a necesitar siempre de un otro y del vínculo.

-¿Qué recomendaciones se pueden dar a las familias o a los cuidadores?

-Creo que no  se trata de hacer una lista de lo que está mal y lo que está bien. Me parece que hay que poder repensar situaciones y modos de encuentro o reencuentro con nuestros hijos, desde  volver a contar historias, a contar relatos familiares, a volver a leer cuentos, que lleven a poder desplegar fantasías. Volver a los juegos, a los libros, a las historias. No hay nada que los chicos les encante más que las historias que la familia le puede contar, y me parece que eso es algo que deberíamos poder retomarlo.

Uno siempre está atento a las sugerencia y recomendaciones, como las de la Sociedad Argentina de Pediatría con que iniciamos la entrevista, o estos libros acerca de de lo que implica el uso sano y responsable de las tecnologías, el lugar de la seguridad digital, de los riesgos que se pueden tener cuando maneja la tecnología. Creo que uno a veces siendo adulto tampoco puede dimensionar la implicancia y la dimensión que puede tomar lo que uno maneja en las redes. Pero en realidad, yo no digo tantas horas de pantalla sí, o tantas horas no. Creo que eso queda bajo la responsabilidad, la elección, o la posibilidad de cada familia.

Como profesional de la salud y sobre todo de la Salud Mental, uno no queda ajeno a poder hablar y poder mencionar cuáles son las alertas, cuáles son los modos de cuidado, cuáles son las advertencias que uno puede compartir con otros. Pero insisto: siempre en función de cómo acompañar en el cuidado de las infancias.