AGROECOLOGÍA
Hacia un futuro mas ¿verde?
Hace un par de semanas se desarrolló en “La loma de los quinotos” el seminario intensivo “Bases y fundamentos para repensar la agricultura desde la agroecología”. Fue dictado por Maximiliano Níssero y Nicolás Indelángelo, este último habló con La Mala sobre un tema que cobra cada vez más relevancia.
¿Por qué hablamos de la agroecología? Porque las cosas no son como antes: salimos a la calle y nos damos cuenta que hoy hace mucho calor, pero que hace dos días teníamos que salir con buzo y campera. Hace unos meses vimos en las noticias que en España hicieron más de 40° durante semanas e incluso murieron miles de personas por ello. Los ríos crecen y nuestras ciudades se inundan cada vez más seguido y por más tiempo.
Y esto ¿qué tiene que ver? La producción de alimentos se basa mayormente en la agricultura tradicional: Ésta no es sustentable: atenta contra la diversidad biológica, deteriora el ecosistema (los suelos, el agua, el aire, los bosques y una cantidad enorme de etcéteras) e incluso perjudica nuestra salud. De más está decir que el intento de aumentar la producción a cualquier costo no ha podido (¿ha querido?) satisfacer el hambre de nuestro país y mucho menos del mundo.
Para conocer más sobre el tema charlamos con Nicolás Indelángelo, ingeniero agrónomo que, junto a otro ingeniero, Maximiliano Níssero, hace muy poquito dictó un seminario de tres días llamado “Bases y fundamentos para repensar la agricultura desde la agroecología”. Personas de Santa Fe, Rafaela, Viale, Paraná, Gualeguaychú, Gualeguay, Concepción del Uruguay, Colonia Elia, Rosario, CABA e incluso de la República Oriental del Uruguay se sumaron a participar.
El seminario, que tendrá una tercera edición el año que viene, “tuvo un abordaje con bastante profundidad sobre algunos temas, nosotros planteamos esto de repensar la agricultura porque en realidad estamos utilizando la agroecología como nuestro paradigma o nuestra disciplina, pero lo que estamos queriendo recuperar es la agricultura como ese vínculo hombre naturaleza que durante miles de años permitió una coexistencia del hombre con su entorno y con todas las especies en una suerte de armonía importante, que se quebró a partir de la Revolución Industrial y se aceleró en el último tiempo”.
“Abordamos las bases epistemológicas para reflexionar sobre la agricultura y luego los principios que sustentan las prácticas agroecológicas, poniendo énfasis en temáticas vinculadas al suelo y su salud, y a la biodiversidad de los agroecosistemas. Lo hacemos desarrollando algunos conceptos en forma más teórica, después siempre tratamos de ejemplificar y por último hacemos unas recorridas al campo, donde interactuamos con experiencias concretas”, contó Indelángelo sobre el seminario llevado a cabo en “La loma de los quinotos”, el campo que, en Pueblo Belgrano, alquila Viqui Veronesi, docente y apicultora que está al frente de este proyecto autogestivo de producción familiar de alimentos agroecológicos, concientización y docencia.
Maximiliano Níssero y Nicolás Indelángelo dictaron el seminario en el aula rural de “La loma de los quinotos”
“Cuando hablamos de agricultura no hablamos solo de una práctica, sino de habitar un lugar, con toda su historia, su cultura y con esa armonía hombre-naturaleza. En ese contexto también se ve que la técnica que se utiliza no es una tecnología que se reproduce prescriptivamente y universalmente, sino que es el resultado de la creatividad del hombre para resolver lo que tiene que resolver en ese intento de habitar armónicamente ese espacio. Ahí termina de cerrar esa idea de qué es la agricultura: cuando ves a la gente habitando el espacio, construyendo un ecosistema, integrando a su familia o a una comunidad de personas y que comparten la olla, cuando ves que hay una proyección de futuro, que se piensa en el que va a venir después”, explicó Indelángelo.
Asimismo, sobre el seminario desarrollado, contó que lo desarrolla junto a Maximiliano Nissero porque, además de ser técnicos y trabajar de ello, dedican parte de su tiempo a la producción. “No todo viene de la ciencia dura, hay mucho de lo vivencial que nos permite intuitivamente intervenir, como lo hicieron nuestros abuelos y muchos de los habitantes de estos territorios. La agroecología nos permite abordar la producción, pero también el intercambio, la distribución y el consumo de alimentos. No solo trabajamos a nivel de chacra o de parcelas, sino a nivel de comunidades, de región”.
-¿Cuáles son los pilares de la agroecología?
-El suelo y la biodiversidad. En ellos se encuentran los servicios ecosistémicos o procesos de regulación. Por ejemplo, en el suelo se da la dinámica de los nutrientes, que las plantas utilizan para crecer, se da la retención del agua, la purificación del agua, el almacenamiento de gases. Y en la biodiversidad también se alojan insectos benéficos, se purifica el aire, se generan microclimas. Entonces, nosotros tenemos que hacer énfasis en que nuestras prácticas promuevan sistemas con un suelo saludable, vital y un agroecosistema diverso para que todos esos mecanismos estén funcionando y sean los que nos permitan llevar adelante la producción y no tener un agro ecosistema con un suelo enfermo y una biodiversidad baja. Al no estar esos mecanismos de regulación, es cuando empezamos a necesitar insumos externos para intentar reemplazar ese proceso. Si el suelo no es vital y no entrega nutrientes a las plantas, tenemos que comprar el fertilizante. Si no tenemos sombra para los animales, tenemos que comprar una mediasombra. Si no tenemos insectos benéficos que controlen a otros, tenemos que comprar un insecticida. Por eso decimos que los pilares de la agroecología son el suelo y la biodiversidad, y se debe poner énfasis en las técnicas y las prácticas que potencian estas dos cosas.
“Tenemos que hacer énfasis en que nuestras prácticas promuevan sistemas con un suelo saludable, vital y un agroecosistema diverso para que todos esos mecanismos estén funcionando y sean los que nos permitan llevar adelante la producción y no tener un agro ecosistema con un suelo enfermo y una biodiversidad baja”
-¿Cómo ven esa experiencia en Gualeguaychú?
-En Gualeguaychú hay muchas experiencias por suerte, algunas más incipientes, otras con otro grado de desarrollo. Algunas de ellas fueron las que nos cobijaron, como La loma que los quinotos, y otras que pudimos visitar en Pehuajó Norte y en Costa Uruguay Sur. Está buenísimo todo eso que está pasando, hay un montón de otras experiencias, de horticultura y otro tipo de producciones. Pero también Gualeguaychú es departamento más sembrado de la provincia con commodities, con soja y maíz. O sea, el departamento que más sufrió el cambio de uso del suelo con el boom de la soja y la desaparición de la ganadería. En Entre Ríos pasa algo similar en el sentido de esta coexistencia conflictiva entre quienes quieren habitar el campo, quienes quieren hacer agricultura, y un modelo hegemónico que sigue creciendo, que se sigue profundizando. Y tampoco se ve que haya políticas regionales o nacionales que lo quieran frenar.
-¿Cómo conecta con tu vida la agroecología?
-Creo que no se puede separar el trabajo de los principios, de la ética, de la vida, de la familia. Me parece que la persona es una. Tiene que haber una coherencia también. Lo que yo pienso me atraviesa la vida, como decía la canción de León Gieco, Déjate atravesar por la realidad y que ella grite en tu cabeza. Uno elige eso porque la vida es tan hermosa que hay que honrarla: una necesidad de poder vivir y que todos puedan vivir sabiendo que hay lugar para todos y todas.
“Los escenarios posibles son bastante desalentadores si no se genera un cambio estructural profundo”
-¿Qué es necesario para cultivar ecológicamente?
-Para cultivar de esa manera hace falta aprender que uno antes que producir un alimento tiene que generar suelo, construir fertilidad y tener un agroecosistema con diversidad asociada y una diversidad que uno planifica y que promueve: corredores biológicos, diversidad genética, diversidad de cultivos, diversidad temporal. Poner el esfuerzo en eso, lo otro después viene solo. Te doy un ejemplo: si uno quiere hacer huerta y desconoce que tiene que abonar el suelo, probablemente los cultivos no rindan, aparezcan bichos, enfermedades y a veces uno termina abandonando la explotación. En cambio, si uno entiende que antes que pensar en qué sembrar tiene que ver cómo está el suelo, qué necesita, cómo lo puede mejorar, voy a lograr construir la fertilidad que voy a necesitar después. Cuando ponga el plantín de acelga voy a tener una acelga bárbara: no se me enferma, no aparece el bicho moro e incluso la puedo comercializar.
-¿Cuánto se ha podido avanzar hacia ese modelo?
-Está claro que la agroecología creció y crece desde abajo. Pero no hay que distraerse en pensar que la solución es hacer crecer la agroecología solamente, porque también hay que combatir el modelo actual. El límite que tiene ese modelo lo está poniendo la naturaleza, un límite que ya fue superado, ya se rompió. Venimos experimentando las consecuencias de habitar por fuera ese límite. Hoy el hombre se cree que puede manejar la naturaleza, pero todo lo que estamos viendo en relación al clima y a nuestro hábitat tiene que ver con que estamos por fuera de ese límite. Los escenarios posibles son bastante desalentadores si no se genera un cambio estructural profundo. En cuanto a lo agroecológico, hay un montón de gente que está construyendo cosas copadas, pero creo que el entusiasmo y la buena onda no nos tiene que impedir ver la complejidad de las cosas. Hay que ser cautos con lo que uno dice, soy un entusiasta, tengo mucha esperanza y de hecho trato de recostarme en la gente y en las experiencias que me que me dan esa esperanza y esa alegría. Pero no pero no dejo de ver todo lo otro y creo que hoy hay que cambiar muchas cosas.