ENTRE CALLES Y BANDERAS, SE CRUZAN ALEGRÍA Y MEMORIA

HACER VISIBLE LO COMÚN

Más de 70 mil personas llegaron a Corrientes para participar del 38° Encuentro Plurinacional de Mujeres y Disidencias, donde se debatieron y se pensaron herramientas colectivas para enfrentar el avance de los discursos de odio y la desmantelación de políticas públicas, reafirmando una vez más la fuerza de lo colectivo.

Texto: Zul Bouchet | Fotografía: Luciana Jazmín Marrero
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Donde hay poder hay resistencia, sostenía Foucault. Las relaciones de poder abren a cada instante las posibilidades de resistir. En un contexto de desmantelamiento de políticas fundamentales para la vida diaria de mujeres y disidencias, con el aumento de las tasas de femicidios y transfemicidios, con un crecimiento de los indicadores de denuncias por violencia de género, con niñeces que faltan en sus hogares y discursos crueles que acaparan las redes sociales, Corrientes creó un espacio colectivo poderoso. Fue sede del Encuentro Plurinacional 2025, viendo llegar a miles de personas de todos los rincones del territorio argentino, bajo el murmullo del río espeso y brillante.

Fueron tres días de reunión, debate y reflexión sobre todos aquellos temas que históricamente nos competen, pero también de las nuevas áreas que han sufrido los embates sin piedad de los métodos liberales. Tres días en los que las calles volvieron a ser espacios respirables y compartidos, donde la experiencia colectiva recupera su potencia revolucionaria.


Lo destacable, más allá de todo lo que pueda contarse, es que este tipo de encuentros nos recuerda que ninguna transformación nace del aislamiento. Frente a un gobierno que empuja a enfocarse en uno mismo, el encuentro refuerza eso de que nadie puede salvarse solo. En palabras de Butler: alejarnos de la acción colectiva es renunciar a cambiar el mundo.

Quienes transitan la vida deseando algo mejor para todxs encontraron esperanza en las rondas improvisadas en los suelos correntinos; entre lxs compañerxs que se abrazaban pese al calor y lxs que mojaban los pies en el río Paraná mientras sumaban sus gargantas a los coros, o entre quienes les pasaban una botellita de agua para calmar el cansancio durante las marchas. Allí, donde se proponía la supervivencia individual, se levantó otra apuesta: sostenerse en comunidad. Ante la intemperie política, emergen los afectos.


Este sentir colectivo se construyó no sólo a través de las discusiones, de los talleres y aquellos momentos que implicaban tener seriedad, sino también desde la alegría. Como cada año, la alegría rompió su ingenuidad y desarmó el orden de la crueldad. En cada esquina hubo sonrisas y un canto entre la multitud. Las risas podían convivir con las lágrimas y los pesares se mezclaban con los consuelos, sin contradicción. Fue la resistencia diciendo presente o, como dice Paul Preciado, incluso en un mundo donde el capitalismo captura el deseo, siempre queda un lugar vivo donde la transformación es posible. Bajo el sol feroz flamearon banderas, danzaron las mujeres y rugieron las disidencias. La fiesta se convirtió en una afirmación política: seguimos luchando en un espacio conjunto.

LUCHAS QUE SE EXPANDEN Y SE MEZCLAN

La dimensión intergeneracional se distinguió en esta edición del Encuentro, niñeces marcharon a la par de jubiladas. Madres que llevaron a sus hijxs, hijxs que llevaron a sus madres. Disidencias que recién inician sus trayectos caminaron junto a quienes durante años pelearon para abrir sus caminos. Pañuelos gastados con el tiempo sacudiéndose a la par de telas recién cortadas. 

Pese a los cascotes, la memoria se hereda y sigue andando. Ahí se evidencia lo que señala Rita Segato cuando dice que el poder no solo se desintegra y perece por los ataques desde afuera, sino que también se agusana desde adentro. La persistencia intergeneracional es un hilo que evita que las demandas se olviden y es, asimismo, lo que erosiona la fantasía de un patriarcado indestructible.


A su vez, sorprendió para bien la ampliación de quienes pueden participar de este evento. Las disidencias —y en particular muchos varones— marcaron un lugar que no tenía precedente, reconociéndose dentro de la lucha con una presencia activa. Ese espacio ampliado a ciertas masculinidades es un gran recordatorio de que el feminismo no es un club cerrado, ni un movimiento restringido, sino que debe interpelar a toda la sociedad por igual. Diría Segato: no luchamos solo por las mujeres, luchamos por una humanidad entera atrapada en estructuras que dañan a todxs, incluso a quienes parecen beneficiarse de ellas. El gesto de apertura, ensancha la lucha. Habilita nuevas responsabilidades y nuevas formas de estar.

Otro núcleo potente fue el transfeminismo, no solo por lo numeroso, también por la conciencia política que hicieron oír. La comunidad trans reafirmaba ser una parte constitutiva fundamental. Lo cual dialoga con otra idea de Preciado sobre lo necesario que es desbinarizar y descolonizar las estructuras, para poder existir sin ser perseguidxs, sin ser patologizadxs, sin ser expulsadxs. La presencia ocupa un lugar y marca un terreno, desplazando la conversación a horizontes que hace un par de años eran poco pensados.


CONTRA LA TRATA Y POR LA MEMORIA DE QUIENES FALTAN

El lema del Encuentro golpeaba con fuerza en los pechos, la celebración era atravesada por duelos, denuncias y memoria activa. La trata, una maquinaria de deshumanización que devora vidas, sigue siendo un problema latente de la violencia estructural y se sostiene sobre desigualdades profundas e históricas. Mientras la lista interminable de nombres de quienes faltan actúa como un llamado firme a no retroceder.

Y, ante lo difícil de no sucumbir al dolor, los miles de pasos que se mueven al mismo ritmo, hacia la misma dirección, con las manos que se agitan sincronizadas, producen una fuerza inexplicable. Lo colectivo no es una simple manera de organizarse, es un modo de sentir. Aunque se intente fragmentar, siguen existiendo hilos que encuentran, reconocen y resisten juntxs.

Quizás por eso la sensación final siempre es haber vivido algo irrepetible y necesario. Si donde hay poder hay resistencia, el Encuentro es la fiel muestra de que dicha resistencia no nace del heroísmo individual sino de las miradas compartidas. Cuánto más empujen hacia la soledad, más fuerte serán los abrazos.