ENCUENTRO PROVINCIAL DE DERECHOS HUMANOS

FRENTE A LA CRUELDAD, ORGANIZACIÓN Y TERNURA

En el marco del 30 de agosto, Día del Detenido Desaparecido, Gualeguaychú fue sede del primer Encuentro Provincial de Derechos Humanos. Cerca de 300 personas, provenientes de todos los rincones entrerrianos, se reunieron para pensar colectivamente estrategias frente al ajuste y el desmantelamiento de políticas fundamentales para el bienestar de la ciudadanía.

Texto: Zul Bouchet | Ilustraciones: Diego Abu Arab
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La fecha no fue casual. Tampoco lo fue el lugar: el Instituto Sedes Sapientiae, una escuela de gestión privada con orientación cristiana que abrió sus puertas tras la negación a ceder espacios en las instituciones públicas. Un gesto que resuena: la iglesia que fue tantas veces cómplice, hoy brinda un refugio para pensar el futuro. Los tiempos cambian, para bien o para mal, y con él se modifican las voluntades.

El encuentro se organizó en doce comisiones temáticas que llevaban una consigna como orientador: ¿A qué no renunciamos?

LAS VOCES UNIDAS CONSTRUYEN

La palabra circuló rápido y fácil en los grupos, la necesidad de hablar o de contar vivencias se resbaló con urgencia en momentos de tantos cascotes. La escucha también es una herramienta política, aunque no siempre haya conciencia de ello. Narrar lo propio, reconocerse en otros, es necesario para continuar sosteniéndose.

Los adultos mayores hicieron foco en la participación y lo intergeneracional. Hace falta debatir con los jóvenes lo que significa ser jubilado. Ya que, si la suerte acompaña, todos llegaremos a la vejez: no se renuncia a una vida digna.

En ambiente fue eje la soberanía de los bienes comunes: ríos, montes, humedales. Repitiendo una verdad contundente: sin justicia social, no hay justicia ambiental.


La comisión de discapacidad puso en la mesa una demanda: el Estado es quien debe garantizar derechos. Invitando también a revisar las barreras propias: mejorar un trato puede ocasionar en otro más de lo que parece.


Justicia y sociedad remarcó la urgencia de poder diferenciar al Poder Judicial de la justicia, dos conceptos que muchas veces se confunden, para poder recuperar el valor colectivo de lo justo.

La salud se pensó social y comunitaria, no es un servicio individualizado. Otra cuestión que debe atender el Estado.


El grupo de género habló de la necesidad de resistir a lo cruel, que, guste o no, también se organiza. Reivindicando el arte como herramienta de lucha, se propuso encontrarle la vuelta a la comunicación para que interpele desde la simpleza. Los tecnicismos no han funcionado demasiado.


“Cuando se rompen los lazos, cuando gana la miseria, el hambre y el desempleo, hace falta recomponer los vínculos, el cuidado y, sobre todo, la empatía”

En cultura se recordó la importancia de lo solidario y lo comunitario. La batalla cultural sigue pisando talones en lo simbólico: hace falta ver y entender qué sentidos organizan hoy el mundo y qué imaginarios queremos sostener.

La educación acaparó en cantidad y fue trinchera: la escuela es la caja de resonancia del contexto. Educar para la liberación, reivindicaron. La educación es un derecho social y el aula es, desde siempre, un lugar de disputa.

El trabajo no pudo evitar banderas históricas: participación, organización y justicia social (en loop). Porque frente a los retrocesos, hay que volver a decir lo obvio.

El equipo que abordó la violencia institucional habló también de la disputa simbólica, insistiendo en la necesidad de volver a narrar la seguridad desde lo social y de escuchar, a víctimas como a victimarios, para comprender los porqués de las violencias.


La comisión de Memoria, Verdad y Justicia no intentó escapar de su título. Lo innegociable son esas tres palabras que atravesaron el día y que se mezclan con todo el resto. Resignificar la simbología de Madres y Abuelas es imprescindible, sobre todo, frente a una juventud que perdió un poco de algo que a las generaciones anteriores les costó la vida: historia e identidad. Hace falta conocer el suelo que se habita y lo vivido que lo recorre para no perder de vista donde no se quiere volver. El Nunca Más se seguirá repitiendo con firmeza. 


ENFRENTAR EL ODIO CON AMOR

Si bien no dieron cierre al evento, el grupo de Salud Mental llevó una consigna que se elevó generando aplausos de todos los presentes: la ternura debe ser la resistencia frente a la crueldad. Una dirección ética en la búsqueda de no ceder a la deshumanización. Porque cuando se rompen los lazos, cuando gana la miseria, el hambre y el desempleo, hace falta recomponer los vínculos, el cuidado y, sobre todo, la empatía.


Parafraseando a Fernando Ulloa: hablar de ternura en estos momentos de ferocidades no es ninguna ingenuidad, es un concepto profundamente político.

En un contexto en el que las políticas de ajuste avanzan sin piedad, este encuentro fue un freno, un sentarse a mirar: quienes somos, de dónde venimos, dónde queremos ir. Una brisa de aire fresco para las angustias. Lejos de ser queja y llanto, fue un compartir de esperanza: nunca nos han vencido, tampoco lo harán ahora.