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ENFRENTARSE AL CÁNCER: ¿QUÉ SON LOS CASCOS FRÍOS?

Los cascos fríos, una técnica aún poco difundida, permiten reducir la caída del cabello durante la quimioterapia mediante la aplicación de frío en el cuero cabelludo. Andrea, paciente de Gualeguaychú, los utilizó durante todo su tratamiento y destaca no sólo su efectividad, sino también el acompañamiento emocional que encontró en otras mujeres que atravesaban la misma experiencia.

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Perder el pelo es ser uno de los efectos más visibles del tratamiento oncológico. El pelo está ligado a la identidad, a la percepción propia y a la manera en que los demás nos ven, lo que influye en la autoestima de cada uno. Por eso, aunque haya personas a las que no les importe cómo está su pelo, existen otras a las que les importa mucho. Es en esa línea que, según profesionales, la pregunta que surge el instante después del diagnóstico es “¿se me va a caer el pelo?”.

Afortunadamente, la respuesta no siempre es sí. En los últimos años, comenzó a difundirse una técnica poco conocida, pero efectiva para prevenir la alopecia (caída del pelo) durante la quimioterapia: los cascos fríos, también llamados gorros de enfriamiento. Andrea, una joven de Gualeguaychú diagnosticada con cáncer de mama a sus 32 años, los usó durante todo su tratamiento.

Los cascos fríos son sistemas de enfriamiento que se colocan antes, durante y después de la quimioterapia para enfriar de forma controlada el cuero cabelludo. El frío provoca vasoconstricción (es decir, contrae los vasos sanguíneos) y limita el paso de la droga hacia los folículos pilosos. Así, reduce el daño y ayuda a conservar el cabello sin afectar el tratamiento en el resto del cuerpo.

Hoy existen muchas versiones, incluso algunos poseen tecnología que los automatiza, pero la mayoría de los y las pacientes recurren a una versión casera accesible: geles fríos, cinta de embalar y pañuelos.

Andrea lo explica sencillamente: “son los mismos geles que uno usa cuando se esguinza. Se congela todo, se arman según la medida de la cabeza y se cambia cada 20 o 30 minutos, porque pierden frío. Por eso es clave saber cuántas horas dura tu quimio: según eso son los cascos que necesitás”.

Para que funcionen, los cascos deben aplicarse media hora antes de empezar la medicación, mantenerse durante toda la infusión y continuar una hora más al finalizar. Además, el cabello debe estar mojado y se recomienda contar con alguien que acompañe para ir realizando los cambios.

“Es importante tener una segunda persona. Además de cambiar los cascos, hay que ajustar los pañuelos que les dan sostén”, contó Andrea, que realizó su tratamiento en el Centro Oncológico Integral (COI). En su caso, se vio obligada a trasladar los cascos en conservadoras porque el lugar no contaba con freezer disponible. En Gualeguaychú, el Hospital Centenario sí permite guardarlos.

“Inicialmente me acerqué por el tema del pelo, pero terminé encontrándome con un montón de personas transitando lo mismo. Compartíamos qué hacer con las náuseas, qué comidas nos caían mejor… y ver que a todas nos pasaba lo mismo fue re importante”

La evidencia muestra que los cascos fríos reducen significativamente la caída del cabello en pacientes con ciertos tipos de cáncer (principalmente de mama) y con drogas específicas como doxorrubicina, ciclofosfamida o paclitaxel. Sin embargo, como todo tratamiento, no es para todos: no está indicado, por ejemplo, cuando hay riesgo de metástasis en el sistema nervioso central. La recomendación siempre debe evaluarse con el equipo médico. Esta información la brinda el Dr. Guillermo Córdoba, oncólogo del Hospital Universitario Austral.

Personalmente, Andrea fue muy optimista: “A mí me funcionó muy bien, y a un montón de chicas que los hicieron conmigo, también. A veces se pierde un poco de volumen o algunas partes donde el frío no llega tanto, pero en general el pelo se conserva”. Ella comenzó a investigar luego de escuchar comentarios y terminó contactando a Cascos Fríos Entre Ríos, coordinado por “Kari”. A partir de ahí, también conoció a la red nacional Quimio Con Pelo, impulsada por Paula Estrada, que difunde esta técnica en todo el país.

“Inicialmente me acerqué por el tema del pelo, pero terminé encontrándome con un montón de personas transitando lo mismo. Compartíamos qué hacer con las náuseas, qué comidas nos caían mejor… y ver que a todas nos pasaba lo mismo fue re importante”, resaltó, dando a conocer la importancia de las redes de contención en casos en los que el acompañamiento se vuelve esencial.

 “Va más allá de lo estético. En el tratamiento te dicen qué medicación usar, cómo, cuándo… Usar los cascos para intentar conservar tu pelo es quizás una de las pocas cosas sobre las que una puede decidir. Es algo que está en tus manos”

¿Por qué es importante conservar el pelo? Esta duda sobrevuela siempre, teniendo en cuenta que enfrentarse al cáncer puede ser una dificultad mucho mayor que toda preocupación estética. La realidad es que la respuesta a esa pregunta varía. Según Andrea, algunas mujeres quieren evitar el impacto en hijos pequeños; otras sienten que conservarlo les permite conectarse con su identidad en un momento donde casi todo se vuelve incierto. Para ella, “va más allá de lo estético, en el tratamiento te dicen qué medicación usar, cómo, cuándo… usar los cascos para intentar conservar tu pelo es quizás una de las pocas cosas sobre las que una puede decidir. Es algo que está en tus manos”.

Andrea fue diagnosticada a fines de septiembre de 2024, con 32 años. Se operó en octubre, comenzó la quimioterapia en enero de 2025 y la terminó el 20 de mayo. Fueron ocho sesiones: cuatro cada quince días y otras cuatro cada veinte. Hoy, continúa medicación preventiva a largo plazo. “A veces siento que fue un montón; otras veces lo vivo como si hubiera sido otra persona, en otro momento”, confesó, reconociendo que su círculo íntimo fue clave. Familia, amigas, trabajo, situación económica, fueron esenciales para que pudiera concentrarse en lo más importante: cuidarse.

La llegada de nuevas opciones —como los cascos fríos— permite que muchas personas puedan transitar la quimioterapia sin renunciar por completo a su vida cotidiana y sin perder aquello que sienten propio. Algunas salen a caminar, trabajan, continúan rutinas. Conservar el cabello, muchas veces, es parte de esa continuidad.