El valor de un libro

LEY DEL LIBRO

El valor de un libro

El proyecto de Ley Ómnibus de Javier Milei busca derogar, entra muchas otras, la
Ley 25.542 de Defensa de la Actividad Librera. Desde La Mala hablamos con trabajadores
de la cultura librera para saber acerca de la importancia de esta ley.

Texto: Laura Rothberg

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Fotografía: Luciano Peralta

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El distópico proyecto de Ley Ómnibus de Javier Milei y su equipo, cuyo nombre real es el de “Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los Argentinos”, contiene más de 500 artículos y modifica o deroga centenas de regulaciones en áreas tan disímiles como la cultura, la economía, la educación y la seguridad, y es algo que nunca antes sucedió a cargo de un gobierno democrático en nuestro país.

En medio de este mar de desregulación, achique y coso, las pequeñas librerías y editoriales independientes del país, y los trabajadores y trabajadoras de la cultura y el mundo del libro, alzaron su voz para advertir sobre el proyecto de derogación de la Ley 25.542 de Defensa de la Actividad Librera, prevista en el proyecto de Ley Ómnibus que pone en peligro el trabajo articulado entre la comunidad librera desde su sanción en el año 2001.

La Ley 25.542, es una ley que dispone que los editores deben definir el precio de los libros que publican y que ese precio debe respetarse por todos los vendedores, ya sean librerías pequeñas, medianas, cadenas y grandes superficies. De acuerdo con el comunicado que sacó hace unos días La Cámara Argentina del Libro (CAL), “el espíritu de esta ley entiende que el libro no es solo una mercancía, sino un bien cultural a través del cual se propagan las ideas, y el conocimiento, se genera cultura e identidad, por lo que resulta indispensable para el desarrollo social e individual de un país. En este sentido, el precio fijo favorece el fortalecimiento de una industria editorial nacional sustentable y diversa”. Un bien cultural, algo que ya vamos entendiendo, para Javier Milei no tiene ningún sentido.

En Argentina, según datos publicados por el Centro de Estudios y Políticas Públicas del Libro de la Universidad Nacional de San Martín (Unsam), existen 3,43 librerías cada 100 mil habitantes, y supera a países como Brasil, Colombia, Chile y México. Es el mercado de libros más grande de América Latina gracias, entre otros factores, a la actual Ley de Defensa de la Actividad Librera.

La Cámara Argentina del Libro Independiente (CALI) también manifestó su rechazo a la derogación de la ley 25.542, y además organizó, luego de una asamblea masiva con editoriales y librerías independientes de todo el país, la Feria del Libro Urgente, que se realizó el sábado 20 en la Plaza del Congreso en Buenos Aires, como medida de protesta ante el proyecto de Ley Ómnibus.

Desde La Mala hablamos con dos trabajadores y referentes de la cultura librera en Gualeguaychú para tratar de entender cuál es la importancia de la Ley 25.542 de Defensa de la Actividad Librera.

Nicolás Darchez es profesor de letras egresado de la UBA y lleva adelante la editorial independiente Oyé Ndén (en Chaná “Guardar memoria”), un proyecto nacido en Gualeguaychú con la impronta de publicar autores provinciales, para dar a conocer las voces, las historias y las memorias del suelo entrerriano; y que poco a poco ha ido incorporando el trabajo de otros autores y otras autoras por fuera de la provincia.

“Si yo como editor decido que un libro tiene que ser vendido a 7.000 pesos, lo tiene que vender a 7.000 pesos, ya sea la librería de acá a la vuelta, como una librería en Larroque, en Gualeguay, en Buenos Aires”

Para Nicolás, la ley de Defensa de la Actividad Librera, lo que hace es justamente “proteger a la pequeña librería, la librería de barrio, esas librerías que no son parte de cadenas, sino que son independientes, porque lo que establece la ley del libro, entre otras cosas, es que el precio de los títulos que se venden lo ponen las editoriales. No es que cada comercio decide a qué precio vender un libro, sino que el precio de venta al público, lo establecen las propias editoriales”.

Un ejemplo: “Si yo como editor decido que un libro tiene que ser vendido a 7.000 pesos, lo tiene que vender a 7.000 pesos, ya sea la librería de acá a la vuelta, como una librería en Larroque, en Gualeguay, en Buenos Aires, o incluso yo mismo como editor, en una feria o en venta directa, y también las grandes cadenas o franquicias de librerías, también los supermercados y las tiendas que venden libros. Eso lo que hace es que la competencia sea justa, que no haya desigualdades. Siempre las hay, pero que no haya grandes desigualdades en cuanto a cómo competir dentro del mercado del libro”

Carla Olivera es poeta, docente de Lengua y Literatura en secundaria desde hace 16 años, y en 2023 obtuvo el Premio Fray Mocho en Poesía, máxima distinción de la literatura entrerriana. También forma parte de la editorial local Palo Santo, dedicada a difundir autores locales, acompañando a su director Sebastián González en la corrección gramatical y estilística.

“Los libros de Palo Santo son artesanales, él los diseña, los imprime, los cose y pega en casa. Es un trabajo hermoso, pero súper demandante, y al ser artesanales se pueden hacer tiradas chiquitas. Además de amar los libros en nuestra casa, muchas veces ayudan a pagar cuentas”, cuenta Carla.

Cuando le preguntó cuáles serían las consecuencias en la derogación de la ley 25.542, responde: “Derogar esta ley daría mayor poder a las grandes cadenas, dejando fuera de juego a librerías pequeñas, quienes no van a ser capaces de competir contra monstruosas cadenas. Un hipermercado, por ejemplo, podría fijar el precio que quiera por el último título de la editorial Alfaguara, venderlo a mitad de precio si quiere, porque de todas maneras jamás perdería. Una librería chica no puede hacerlo sin que esto le genere pérdidas. El consumidor, ya empobrecido por una brutal devaluación, irá lógicamente tras la oferta, dejando a las librerías chicas sin clientes. Una vez aplastadas las librerías, las grandes empresas vuelven a subir los precios, puesto que no hay ley que regule esto”.

La capacidad de stock que tienen las diferentes librerías, que varía lógicamente de acuerdo a su capacidad de ingreso y su estructura, es lo que le permite por ejemplo a una cadena grande obtener mejores descuentos a la hora de comprar ejemplares de libros, porque cuanto más ejemplares compra, más baratos los consigue.

“Sin las librerías de cada pueblo y cada ciudad del país, la bibliodiversidad que hoy existe va a desaparecer, los autores y autoras, las editoriales independientes, no tendrán posibilidad de ofrecer sus libros»

“Los libros que yo publico en mi editorial, necesariamente, dependen de las librerías pequeñas, porque las tiradas que yo hago de ejemplares son chicas, 50, 100 ejemplares según el título, entonces no me da la capacidad para poder distribuir mis libros en las cadenas”, explica Nicolás. Y sigue: “Los libros de mi editorial están en librerías independientes que manejan otro tipo de volumen, otro tipo de títulos, no se guían solamente por títulos vendibles, sino que aceptan editoriales independientes con títulos novedosos, con propuestas novedosas u originales. Si la ley del libro se deroga y cada comercio puede poner el precio que quiera, y sucede esto de que la cadenas compran un montón de libros y ponen mucho más barato que el resto de librerías, además de que las librerías de barrio van a terminar perdiendo en el mercado y desapareciendo en la competencia, porque no van a poder vender los libros al precio que lo venden las grandes cadenas, también desaparecerían a la larga las editoriales pequeñas, porque si yo no tengo dónde dejar mis títulos en lugares físicos para que se puedan vender y sólo dependo de la venta directa, se me va achicando mucho el mercado y la visibilidad, y a las grandes cadenas no le va a interesar vender los títulos que yo tengo, porque yo tengo otra propuesta editorial”. 

“Sin las librerías de cada pueblo y cada ciudad del país, la bibliodiversidad que hoy existe va a desaparecer, los autores y autoras, las editoriales independientes, no tendrán posibilidad de ofrecer sus libros. Es una cadena que se va rompiendo por su parte más débil”, sintetiza Carla.

“Cultura es identidad”, dice el cartel que Carla Olivera sostiene en la movilización del miércoles en la que, entre otros sectores, el frente cultural de Gualeguaychú aportó una nutrida columna

Para los trabajadores y las trabajadoras de la cultura en general y para quienes habitan el mundo del libro en particular, los libros no son simplemente una mercancía, que se compra y se vende en el mercado como un par de zapatos. La cultura en su más amplia expresión no puede entenderse como un lugar de intercambio de objetos con un valor fijado por el mercado. Para Carla, “la cultura es la historia, la identidad, la memoria de los pueblos. Los libros son una herramienta fundamental para acceder a ella. Hubo un tiempo en el que los libros eran un bien anhelado por las clases trabajadoras, pero completamente inaccesible. Hoy están más a mano, llegan a las escuelas, se canjean, se regalan, se venden usados, se leen en bibliotecas populares, se digitalizan. Quienes escriben y no pueden pagar una publicación, se autopublican, arman sus propios libros. Quiero decir, el libro es un objeto vivo y en permanente transformación. La diversidad es maravillosa y nos hace a las personas más ricas, más tolerantes, más pensantes, más sensibles, más abiertas y más conscientes de quiénes somos, de qué deseamos para nuestra humanidad”.

Javier Milei ha dado sobradas muestras de venir por todo y un particular desinterés por todo lo que no genere ganancias, frente a esta adversidad cultural (política, económica y social, también), se hace necesario preguntarnos qué hacer.

“Creo que hay que alzar la voz, hablar de esto con las personas, ayudarles a conocer la importancia que la cultura tiene para un pueblo, para su identidad y su historia. Creo que los referentes culturales e intelectuales deben hacerse escuchar. Y quienes leemos y consumimos libros apostar por las librerías de nuestras ciudades, asociarnos a las bibliotecas populares, ayudar a sostenerlas, comprar libros de editoriales independientes, de autores y autoras de nuestra provincia. ¿Qué sería de nosotros sin la librería amiga que te consigue el libro que necesitás para la escuela, que te acepta el usado, que te recomienda un autor nuevo, que recibe tu libro y lo pone en la vidriera? ¿Qué sería de nosotros sin nuestros músicos, sin nuestro cancionero popular, sin nuestros teatreros, sin nuestros poetas, sin nuestros artesanos…? Seríamos un pueblo mudo, chato, alienado, autómata, ignorante, condenado a repetir lo que la tele le dice, incapaz de imaginar, de pensar por cuenta propia, incapaz de conmoverse, apático e insensible. Nadie quiere eso para su pueblo, ¿o sí?”, cierra magistralmente la poetisa de la ciudad.