RELATO Y RECLAMO, DESDE ADENTRO

DETRÁS DE LAS REJAS: CÓMO ES VIVIR EN LAS CÁRCELES ARGENTINAS

En el país las cárceles están desbordadas. Esto es un drama, para quienes padecen las condiciones de encierro, muchas veces de tortura, y para la sociedad toda. “En lugar de generar seguridad, estamos convencidos de que el sistema actual produce mayor inseguridad”, dice Andrés Tello, una persona de 37 años privada de la libertad.

Texto: Isidro Alazard | Fotografía: Luciano Peralta
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Argentina alcanzó a fines de 2023 la cifra más alta de personas privadas de la libertad desde que existen registros. Según datos oficiales, al 31 de diciembre del año pasado había 111.967 detenidos en establecimientos penitenciarios, lo que representa una tasa de 240 cada 100.000 habitantes. Si se suman las 13.074 personas alojadas en dependencias policiales o de fuerzas de seguridad, el número asciende a 125.041, es decir: 268 detenidos cada 100.000 habitantes. A esto se agregan casi 12.000 personas bajo prisión domiciliaria o con monitoreo electrónico. 

El panorama confirma una tendencia que, con algunas excepciones, se mantiene en alza desde los años noventa. Mayormente, la población penitenciaria tiene una destacada presencia de jóvenes argentinos con bajo nivel de escolarización: el 96% de las personas detenidas al 31 de diciembre de 2023 eran varones, el 94% eran argentinos, el 60% tenía estudios primarios o inferiores al momento de ingresar al establecimiento y el 54% tenía menos de 35 años de edad.

Además, sólo un 17% de las personas privadas de la libertad participaron en algún programa de capacitación laboral dentro de la institución; y 48% de la población penitenciaria había participado en un programa de educación. Por otro lado, gran parte de quienes poseen condena penal saldrán en pocos años: el 55% de los casos en el 2023 poseían penas de entre 3 y 9 años. En adición, la cantidad de encarcelados con penas menores a 3 años se incrementó un 144% en relación a otras sentencias.

Pero, ¿es posible la reinserción en las condiciones en las que un preso cumple su condena? Sobre ello, discutimos en el artículo “Cooperativas para la libertad y la integración social”. 

Esta vez, desde La Mala, dialogamos con Andrés Tello, una persona de 37 años privada de la libertad. Llegamos a él a través de un comunicado titulado “Las personas presas queremos trabajar”. En el mismo, se comparte, a través de sentimientos de dolor y frustración, una realidad cruel y perjudicial de los internos. “No solo para nosotros, sino para la sociedad en general. En lugar de generar seguridad, estamos convencidos de que el sistema actual produce mayor inseguridad”, sostiene el comunicado, que reclama la posibilidad de trabajar y aportar, en lugar de depender de recursos sostenidos por los impuestos de la ciudadanía. El documento destaca que el 64% de la población carcelaria no tiene empleo, que quienes trabajan perciben ingresos mínimos y que la mayoría no recibe capacitación laboral (83%) ni educación (52%).

“Si vos te sentís bien y digno, peleás por tus derechos. Si te quitan lo que te dignifica como ser humano, ni uno mismo podría creer que es capaz de dar amor o hacer algo bueno”

Plantea, además, que el trabajo y la educación son claves para rehabilitarse y reintegrarse, y pide a la sociedad apoyo y comprensión para transformar lo que ocurre dentro de las cárceles: más cárceles no son la solución, sino un sistema penitenciario justo, humano y restaurativo, que priorice la formación y el empleo.

Esta conversación se inscribe no sólo en la búsqueda de dar a conocer la falta de comunicación y conocimiento que hay sobre la situación penitenciaria, sino también en una advertencia: los presos son parte de la sociedad (aunque no queramos verlo) y, al recuperar la libertad, son los primeros en desear vivir en armonía y aportar positivamente.

PARTE I: VIVIR ENCERRADO

– Andrés, ¿cómo es vivir en la cárcel?

– Depende donde vivas, y del día. Entre semana hay algo de movimiento, el fin de semana es pesado, ya que hay encierro total. La luz solar es necesaria, pero lamentablemente tenemos poca. La gran mayoría compartimos, amontonados, celdas de 12 metros cuadrados con nueve personas más, lo cual es muy difícil, ya que cada uno tiene su cultura y sus hábitos. Desde el que lee, hasta el que fuma (lo que sea), o toma merca. También es difícil bañarse, no hay entrega de elementos de higiene como debería. Hablo de papel higiénico, cepillo de dientes, jabón. Podés imaginar el olor, las plagas, el ruido. Todo eso depende del pabellón, del referente y sus reglas. 


– ¿Y qué podés hacer adentro?

– No se nos deja hacer nada que sea bueno o productivo. Tenemos prohibido trabajar por uno o por los demás, si no tranzas. Sólo si sos un referente o pagas podés hacer algo. Esos son los menos, la población total está sometida a la violencia física o psicológica, la sobreabundancia de ocio y la droga.

– Nombrás el sometimiento y la violencia, ¿cuáles son las situaciones más frecuentes que enfrentan los internos en ese sentido?

– Lo más frecuente son los golpes. Abuso psicológico, filtración de información sensible, como los datos de la familia o los domicilios, o las trabas para progresar en el régimen. También hay abusos sexuales. Derechos Humanos (DDHH) acude en casos en los que hace falta tapar alevosías, no cuando se pide ayuda. Hay muertes que no han sido publicadas, otras que sí. A quienes no tienen familia, nadie los reclama.

– En cuanto al ocio, ¿qué genera estando allí?

– Mayormente, abuso de drogas, lo que lleva a todo lo peor: inestabilidad mental, violencia, aislamiento, resentimiento, automarginación, pérdida de la identidad, mala alimentación.

– ¿Qué tan fácil es acceder a la droga? ¿Qué rol cumple para las personas (ya sea por la distribución o el consumo)?

– Los que distribuyen se excusan con que lo hacen por su familia. Los que consumen, rogá que tengan condenas cortas. Acceder es facilísimo. El que maneja la droga tiene la plata y el poder. La droga potencia todo lo malo y la convivencia en estos términos, sumado a la superpoblación, es tortura. Sin embargo, nadie decide, por ejemplo, realizar reactivos para detectar si el preso consume o no sustancias. Se omite hablar de las cuestiones fundamentales como narcotráfico y movimiento de dinero, que literalmente…es fuga de capitales.

PARTE II: ¿NO TRABAJAN PORQUE NO QUIEREN?

– El comunicado menciona que la mayoría de los internos no tiene trabajo ni acceso a capacitación laboral. ¿Cuáles son los trabajos a los que sí pueden acceder? 

– Los trabajos a los que se pueden acceder de manera remunerada (acordé a los códigos laborales vigentes) no alcanzan. Por lo general, son trabajos de operarios textiles y empresas familiarizadas con los administradores de turno. En el área de carpintería y herrería, por ejemplo, no entran más de 20, 30 internos, hay máquinas increíbles en desuso.

“En los medios se difunde literalmente información con alto grado de distorsión. Cuando vienen inspecciones, siempre entran en lugares determinados”

– ¿Quiénes son los internos que pueden trabajar?

– Depende el penal. En algunos, los que llevan más tiempo o tienen un referente amigo de la administración interna.

– ¿Por qué crees que es tan limitado el acceso al trabajo? 

– Todo lo que te haga más fuerte y mejor persona es contrario a los objetivos de sometimiento. Si vos te sentís bien y digno, peleás por tus derechos. Si te quitan lo que te dignifica como ser humano, ni uno mismo podría creer que es capaz de dar amor o hacer algo bueno. Si no te crees merecedor, no te dan fuerzas ni siquiera de remarla por lo que corresponde. El trabajo cumple un rol fundamental: te puede mantener lejos de las drogas, actualizado política y socialmente, y consciente con la condena. Si trabajas, algo tiene que ir a parar a una parte de la sociedad, y en especial a la víctima (lo que dice la ley, pero no se cumple). Lo que se llama justicia restaurativa. 

– Señalás que no perciben un sueldo suficiente o que no perciben nada. ¿Cómo impacta esto en las familias y en tu vida cotidiana?

– La gente no llega a fin de mes, las familias se rompen, los vínculos se pierden, sin dinero no podés comunicarte, gestionar alimentos, etcétera. En algunos lugares los referentes te cobran el “canon” o una comisión de lo que recibís. Incluso algunos de ellos imponen los kioscos de drogas. Además, son quienes permiten que salgas a las diferentes actividades o no.

– ¿Qué tipo de trabajos les gustaría poder realizar dentro de las cárceles?

– El que sea, que represente un trabajo digno en forma continuada. Si pudiera tener una finalidad social, tanto el producto del trabajo como lo percibido, mejor. Al ser todo medio gris, el producto final se «desvía».

– ¿Cómo ves el rol de la política y de las instituciones en el manejo de las cárceles?

– En todas las provincias y el país usan la inseguridad como caballo de batalla política, para dispersar la atención de otras necesidades y problemas. El gasto es inconmensurable, y se gestan alrededor del servicio otras instituciones que pertenecen a los mismos grupos y familias de siempre, monopolizando partidas presupuestarias en alimentación, farmacia, limpieza, ganando siempre licitaciones. En los medios se difunde literalmente información con alto grado de distorsión. Cuando vienen inspecciones, siempre entran en lugares determinados. Antes los inspectores eran libres, hoy son guiados. Antes, el procurador de los internos ayudaba a los internos, ahora colabora con el servicio. Actualmente, todos los internos estamos mezclados sin distinción, somos más que nunca y menos agentes que nunca.

 Imagen de la ex Unidad Penal N°2 de Gualeguaychú

– Nombraste varias veces que se genera gasto con este tipo de unidades. ¿Cómo decís que se puede hacer valer su tiempo? 

– Políticas de estado, que trasciendan al gobierno de turno. Trabajo en proyectos sociales o que generen mejoras en la calidad de vida de las personas. Hay condenas tan largas que podés articularles oficios, profesiones, proyectando a futuro, o ponerlos a trabajar en lugares que requieran de proyectos sostenidos más de diez o veinte años. El 90% de los presos nos encontramos en edad de población activa y somos conscientes del gasto que representamos económicamente. Si quitamos el lado humano y vamos a los números, entiéndase que, con una buena política pública, si todos los internos trabajáramos en lugar de quitar puntos al PBI, podríamos subirlo.

 “Llama la atención el resentimiento que surge adentro. Es lamentable. Si a un perro bueno lo violentás todos los días, ¿qué creés que pasa?”

– Me hablaste de educación, ¿qué impedimentos existen actualmente para acceder a ella?

– En quienes son los que brindan la educación, un impedimento es la oferta salarial. Muchos profesores relatan persecución sobre las publicaciones en redes sociales si refieren a paritarias, o situaciones de la cárcel que enfrenten la política de turno, sobre todo a las autoridades superiores en educación, que no pertenecen a la institución, sino a las instituciones externas que tienen acuerdos para el ingreso.

– De poder acceder a la educación, ¿crees que es de calidad?

– Dependiendo el área, la institución y el penal. Pero, dado el contexto, «es lo que hay»: faltan recursos, gente, infraestructura y personal idóneo.

PARTE III: SI A UN PERRO BUENO LO VIOLENTÁS TODOS LOS DÍAS…

– El sistema actual, ¿genera más seguridad o inseguridad?

– Creo que esta pregunta se responde sola. Llama la atención el resentimiento que surge adentro. Es lamentable. Si a un perro bueno lo violentás todos los días, ¿quá creés que pasa? Los seres humanos somos domesticables: así como podés cambiar alguien con hábitos malos, también sucede con hábitos buenos. 

– Esta violencia, ¿es parte de la estructura?

– Es parte de la situación actual de las cárceles. Por ejemplo, existen arreglos entre los referentes, el servicio y la droga, a cambio del libre accionar sin leyes.

– ¿Qué medidas pueden contribuir para revertir esta situación?

– Podemos enumerar muchas. La aceleración e imparcialidad de la Justicia; el fortalecimiento de la autarquía; equiparar las Fiscalías y el Ministerio Pupilar de la Defensa; respetar las leyes; la inclusión de la ciudadanía; reglas a nivel nacional para las provincias respecto del orden de las instituciones penitenciarias y acceso a información real y transparente. La información que publican, te lo puede decir cualquier trabajador social de la propia institución, es falsa.

– ¿Cómo te imaginas un sistema penitenciario “justo, humano y restaurativo”? 

– Tendría que aplicarse lo que dice la ley: cárceles limpias y sanas. Además, es necesario un tratamiento individualizado, no según la condena, sino según la problemática de fondo (hay personas que provienen de la pobreza, otros nunca tuvieron educación desde el hogar o poseen patologías mentales y adicciones). Por otro lado, podemos hablar de las condenas. Si alguien perjudica, por ejemplo, estafando $30.000 o $300.000.000, ¿te parece justa una misma condena? O un robo: no se le puede dar de 3 a 6 años a alguien si roba para comer. Hay que realizar reformas profundas. 

– ¿Cómo sentís que la gente los ve? 

– La gente vive el día a día, tiene que llegar a fin de mes. Hoy hay tal crisis que es fácil echarle la culpa a quien no puede defenderse y decir lo de siempre: «los negros de mierda». Pero es necesario decir que volveremos a ser vecinos. Nosotros no estamos pidiendo nada, más allá de que suene a reclamo lo que describo objetivamente: estamos ofreciendo una fuerza productiva muy grande. Muchos queremos trabajar, por salud mental, para comer mejor y ayudar a nuestras familias. Pero no sólo se nos niega la voz, sino que se distorsiona la realidad.