La historia de la tierra está inscripta en esas cosas que sobreviven al paso del tiempo. Estos objetos pueden ser recientes (de décadas), centenarios o milenarios. Pueden haber sido parte de un animal, haber sido manipulados por otra humanidad o bien permanecido inocentes a la mirada humanizante.
Los tesoros escondidos no tienen por qué ser oro, tanto los bienes arqueológicos como los fósiles paleontológicos son preciados recursos culturales. Al haber sido parte del pasado su participación en los presentes humanos se vuelve un asunto de debate público. Más que el oro, el valor de estos objetos es científico y, por lo tanto, son invaluables.
A diferencia de Estados Unidos o Inglaterra, en Argentina y en la mayoría de países de América Latina los bienes arqueológicos muebles (objetos) o inmuebles (edificios o estructuras), que se vinculan con la historia humana, como los bienes paleontológicos asociados a fósiles de dinosaurios y/o megafauna, pertenecen al dominio público del Estado y, de acuerdo al nuevo Código Civil y Comercial de la Nación, son inenajenables, inembargables e imprescriptibles.
Ello no escapa a la realidad del tráfico ilícito de bienes culturales, el cual, según la Unesco, ocupa el tercer puesto en el rango de actividades delictivas internacionales, solo superado por el tráfico de narcóticos y armamentos. El mundo está lleno de coleccionistas que se hacen los bolsillos con la compra/venta de objetos milenarios que valen a veces fortunas.
“Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también te devuelve la mirada», tiró Friedrich Nietzche hace más de un siglo. De forma refractaria, la manera en la que investigamos y ponemos en valor los bienes de los pasados dice mucho de nosotros como sociedad.
En Gualeguaychú, hace unas semanas se dio a conocer un hallazgo paleontológico en la cuenca del arroyo Las Piedras. Nicolás Chimento, doctor en paleontología, fue llamado para resguardar e identificar esos bienes. Se trataron de dos fósiles: un fragmento de húmero de Megaterio, un perezoso gigante terrestre, y placas óseas del caparazón de un Gliptodonte, la famosa mulita gigante. Dos animales pertenecientes a la megafauna local de hace 10 mil años que supieron poblar toda la región.
“Los megaterios fueron perezosos gigantes que llegaban a medir hasta cuatro metros de alto y podían pesar entre cuatro y cinco toneladas”
Desde un perfil distinto, pero asociado por la historia del territorio y las leyes de protección, hablar del pasado en Gualeguaychú es reconocer a los propios pueblos originarios. En este marco, el 28 de marzo último se realizó, empujado por el Comité de Preservación y Difusión de la Cultura Chaná en Gualeguaychú, nombrado recientemente “Opatimá» (aldea en lengua chaná), el segundo acto del Día de la Cultura Chaná en la ciudad. Fue un éxito haber logrado tanto el acompañamiento municipal como la participación de referentes de Madres de Plaza de Mayo Gualeguaychú, instalando la trasversalidad de la semana de la memoria y de los derechos humanos.
DE INDÍGENAS, MEGATERIOS Y DIOSES

El pasado 28 de marzo se realizó el segundo acto del Día de la Cultura Chaná en la ciudad
La revalorización de las raíces indígenas de Gualeguaychú es parte de un proceso que arranca hace casi 40 años con la fundación del Museo Almeida, el 12 de octubre de 1992. La fundación del comité y el reconocimiento de muchas iniciativas locales han logrado que para muches se vuelva sentido común reconocer que las raíces indígenas (chanás, guaraníes, yaras, charrúa, bohanas, timbúes, mbeguás, guenoas y/o minuanas) recorren en la autopercepción, en la sangre (humana y de la tierra), en la memoria y en la identidad gualeguaychuense.
¡Somos todes parte de la Argentina indígena!
El término indígena viene del latín formado por inde (de allí) y el sufijo genus (nacido u originario). En otras palabras, significa etimológicamente ser nativo/a/e del lugar. En Antropología se diferencia del concepto de «indio» que es considerado por muchos académicos y académicas como una categoría con una fuerte impronta colonial (y por lo tanto racista y evolucionista).
A la hora de revisar las profundidades del tiempo local de Gualeguaychú, concebimos la importancia de lo “de acá” para valorar lo único de esta parte del mundo. Y para valorarlo, hay que conocerlo.
Á raíz del hallazgo paleontológico, Nicolás Chimento comentó: “El hallazgo es importante, más allá de la relevancia científica, por su condición social y comunitaria. Los vecinos que hallaron los restos se comunicaron con el Museo Almeida y gracias a ello pudimos rescatar los materiales e integrarlos a una institución que los va a cuidar, resguardar y da la posibilidad de que formen parte de investigaciones científicas. Investigaciones que nos ayudan a comprender cuestiones estructurales del ambiente asociadas, por ejemplo, a la actuación del cambio climático, a la desaparición o extinción de especies y a la incidencia socioambiental en el contexto natural contemporáneo”.

Pedimos a la Inteligencia Artificial la imagen de un megaterio y un gliptodonte y esto fue lo que nos devolvió
Los megaterios fueron perezosos gigantes que llegaban a medir hasta cuatro metros de alto y podían pesar entre cuatro y cinco toneladas. Los gliptodontes por su parte medían cerca de cuatro metros y algunos pesaban más de una tonelada. ¿Podés llegar a imaginártelos en el medio del monte y de las riberas de Gualeguaychú, como seres mitológicos que fueron reales?
Los dioses, dice Rodolfo Kusch, son esos referentes vacíos que encuentran sentido en las incertidumbres (dando certezas) y en las ambigüedades mágicas del mundo cotidiano. Es por eso que según este antropólogo hasta la Ciudad de Buenos Aires -en su realidad dura, inflexible y lógica- está llena de momentos mágicos, de cábalas y de deidades que reafirman, cuestionan y/o aportan sentidos diarios.
Acá, en Gualeguaychú, si logramos atravesar los velos eclesiásticos (negacionistas de lo indígena y antiderechos, como evidencia el mural de Rocamora y 3 de Caballería) podemos llegar a nuevas plataformas de construcción del territorio simbólico.
En este umbral, la ciencia (antropológica, arqueológica y paleontológica) es compañera de toda persona que quiera profundizar en sus raíces personales y/o regionales e investigar sobre estos misterios. Pero tené cuidado que los pasados te miran a vos también. Los dioses locales, la magia indígena y la megafauna está presente en lo mas profundo de estas tierras. Ellos te reconocen de este lugar (inde genus), ahora depende de vos identificarte local y abogar por valores transversales a las humanidades y a los derechos culturales. Los nuevos pasados-presentes nos esperan.