POLÍTICA AZUL Y ORO
De ídolo a lider: el camino a la presidencia de boca
Después de un accidentado derrotero, en el que quedó expuesto todo lo que se juega en las elecciones del club más popular del país, este domingo casi 100 mil socios xeneizes elegirán a su nuevo presidente. Juan Román Riquelme ocupará ese lugar, coincide la mayoría. El poder detrás de Mauricio Macri y el respaldo popular al jugador-genio. La última batalla.
Nunca se habló tanto de una elección en Boca Juniors, el club más politizado del país, donde el padrón supera largamente al de, por ejemplo, la ciudad de Gualeguaychú. Y donde el poder y los recursos económicos a administrar son, por mucho, más que los de miles ciudades de la República Argentina.
CARA A CARA FRENTE AL PODER
Cuando el 13 de noviembre Mauricio Macri anunció en su cuenta de X que acompañaría al exministro de Modernización de la Nación en su gestión, Andrés Ibarra, como vicepresidente, buena parte de los hinchas de Boca entendieron que el motivo de su vuelta al club no era justamente por amor a los colores. El momento para hacerlo, una clave: a días de haber perdido la final de la Copa Libertadores ante Fluminense y con la desilusión y la tristeza de los hinchas más presente que nunca.
La propuesta de convertir al club más popular del país en una Sociedad Anónima Deportiva (SAD) volvía a ganar la escena, envalentonada por el triunfo libertario en la Presidencia de la Nación. Nada nuevo bajo el paraguas macrista: un viejo anhelo, pregonado por los empresarios que manejan los clubes de Europa o de Medio Oriente, que tiene como principal objetivo la generación de ingresos, beneficios económicos y la maximización de ganancias. Eso sí, sin la participación democrática de sus socios.
En una campaña con pocas propuestas deportivas por parte de la oposición, la más clara y que mayor controversia generó fue la de construir un nuevo estadio a 220 metros de la cancha original: La Bombonera Siglo XXI.
En este marco, y tras los dichos del presidente electo Javier Milei, quien dejó entrever sus conversaciones con Mauricio Macri y su deseo por las SAD, la dirigencia del club de la ribera dejó clara su posición. Y lo hizo a través de un comunicado: “Fiel a sus orígenes, respetuoso de los claros principios defendidos durante casi 120 años, Boca Juniors ratifica su carácter de Asociación Civil sin fines de lucro y la premisa de que nuestro club es de su gente, socios y socias que lo vuelven cada día más grande”. Acto seguido, una gran parte de clubes afiliados a la AFA manifestaron su rechazo a las propuestas privatizadoras y respaldaron la posición de Boca.
La resistencia para impedir que esto ocurra se personificó en Juan Román Riquelme, el negrito de Don Torcuato que supo enamorar a los bosteros con sus goles, amagues y gambetas, y que ahora se volvía a plantar frente al poder, como aquel 8 de abril de 2001 tras el gol ante River, cuando parió al Topo Gigio, pero esta vez desde afuera de la cancha.
LA BATALLA JUDICIAL
Mauricio Macri, que convivió con Riquelme durante sus mandatos como presidente de Boca, entendió en todo momento que los esfuerzos por doblegarlo debían ser más enérgicos que los implementados en la década del 2000 y que ya no sólo bastaba con llevarlos al campo de la política, sino que era necesaria la pata judicial.
Así, llegó la persecución a sus vínculos más directos: la familia. La encargada de esta tarea fue la fiscal Celsa Ramírez, a cargo de la Fiscalía Especializada en Eventos Masivos de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. El 16 de febrero de 2023, luego de que Ramírez clausurara la Tribuna Superior Sur de La Bombonera, Juan Román Riquelme anticipó en una nota lo que iba a ser el año electoral: «Va a ser un año divertido, no sé si hay un trasfondo político».
La fiscal ya había arremetido en varias ocasiones contra el club. En 2021 ordenó no jugar en La Bombonera por un supuesto “exceso de concurrencia y omisión de recaudos”. También tuvo a cargo la mediática causa contra el propio Riquelme y su hijo Agustín, quien en marzo de 2021 asistió a La Bombonera a las pocas horas de regresar de su viaje de egresados a Cancún, violando la cuarentena obligatoria que regía en aquel entonces. En 2022 sancionó a Boca con una multa de $2 millones por “omisión a la seguridad” y “mal funcionamiento de los molinetes del estadio que generaron demoras y aglomeraciones”, y en agosto de este año ordenó el allanamiento del club por una posible sobreventa de entradas y supuesta asociación ilícita de dirigentes que terminó con efectivos policiales secuestrando la computadora de su sobrina.
No fueron hechos aislados, la batalla para que el negrito de Don Torcuato no sea presidente ya había comenzado.
PRIMER INTENTO FALLIDO
Todo parecía estar dado y en regla para que las elecciones del 2 de diciembre, tal y como estaba pactado, se llevaran a cabo. Los socios de todo el país habían organizado su viaje e incluso desde la institución habían optado por ese día para que todas aquellas personas que el lunes debían trabajar o estudiar pudieran votar tranquilos y descansar el domingo.
Iban a disfrutar de una jornada histórica, en esta ocasión las elecciones iban a llevarse a desarrollarse en el terreno de juego, transformado en una suerte de «cuarto oscuro» con la instalación de carpas. Pero esto no ocurrió. Una denuncia de la Delegación de Asociaciones Israelitas de Argentina (DAIA) llevó a que el juez Ricardo Baldomar postergara las elecciones para el día siguiente.
La DAIA argumentaba que los socios judíos no podrían participar por la celebración religiosa del Shabat, que comenzaba el viernes y finalizaba el sábado. El escándalo trascendió rápidamente en los medios de comunicación, por donde varios de los firmantes de esa denuncia se enteraron que habían utilizado sus nombres sin ellos tener conocimiento.
Posterior a esto, se presentaron ante el club para dejar sentado que no estaban al tanto de lo que estaba ocurriendo hasta que el aparato mediático lo reprodujo. Pese a que la fórmula Ibarra-Macri logró el cometido de que las elecciones no se realizaran, el tiro parece haberles salido por la culata: quedó demasiado evidente que lo único que querían era embarrar la cancha.
SEGUNDO INTENTO FALLIDO
La eliminación de la Copa Argentina a manos de Estudiantes de La Plata y la no clasificación a la edición 2024 de la Copa Libertadores llevaron a que el clima entre ambas facciones se tense cada vez más, y que, paradójicamente, en una sociedad que cumple 40 años de democracia ininterrumpida, votar se vuelva cada vez más difícil.
En medio de la campaña política y un día después de que Riquelme diera la nota del 27 de noviembre a Jorge Rial, Mauricio Macri y András Ibarra presentaron una nueva denuncia por supuestas irregularidades en el padrón electoral, en la cual se hacía referencia a que 13.364 socios habían pasado a ser activos sin antes ser adherentes durante el mandato de Jorge Amor Ameal y que, por lo tanto, no tenían derecho a votar.
Esto fue desmentido por los dirigentes de Boca, quienes, además, apuntaron que durante la gestión de Daniel Angelici, entre 2012 y diciembre de 2019, la cantidad de socios activos pasó de 63.650 a 115.123, incrementándose en más de 51.473 socios. Para estas elecciones Boca había habilitado un padrón de 114.665, menor cantidad que recibió en diciembre de 2019. El argumento es válido, pero la cancha ya estaba embarrada.
EL ÚLTIMO BASTIÓN DE LA RESISTENCIA
Riquelme siempre eligió dónde, con quién y en qué momento hablar. Según sus necesidades, lo hará en una conferencia de prensa abierta, elegirá a sus interlocutores o se mantendrá expectante. Se podría decir que siempre tiene la gambeta como un recurso o, mejor aún, que siempre supo leer la jugada una décima de segundos antes que el resto.
El 29 de noviembre, un día después que la jueza Alejandra Abrevaya decidiera suspender de manera indeterminada las elecciones, el vicepresidente de Boca se sentó frente al arsenal de micrófonos que en su gran mayoría responden al núcleo del expresidente de la Nación, y mostró una vez más el particular estilo Riquelme. A los “señores” no los nombró: “Estos tres personajes (Ibarra, Macri y Mario Pergolini) quieren privatizar el club. Quieren que el Club Atlético Boca Juniors sea el primer club privatizado de nuestro país y que no se vote nunca más. Pero no lo van a lograr, vamos a ganar las elecciones”.
Fue en medio de las causas y los bombardeos judiciales que se vio en Juan Román Riquelme a un líder popular, a un hincha como cualquiera y más activo que nunca. El apoyo de su gente no se hizo esperar, es que lealtad con lealtad se paga: el 3 de diciembre 35 mil hinchas fueron parte del banderazo histórico en el que marcharon desde Parque Lezama hasta La Bombonera en apoyo al ídolo, rechazando la intervención del club por parte de la Justicia y para que, de una vez por todas, se llame a elecciones.
LA TERCERA ES LA VENCIDA
Pese a todos los recursos del poder puestos para que en Boca no se vote, el 11 de diciembre la Sala E de la Cámara Civil dejó sin efecto la medida cautelar dictada por Abrevaya y, finalmente, las elecciones presidenciales para elegir las autoridades se llevarán adelante este domingo. Aunque, sobre el cierre de esta nota, la jueza Abrevaya determinó que los más de 13 mil socios observados voten de manera separada. Boca apeló y quizá en el transcurso de este sábado la Sala E de la Cámara Civil vuelva a revocar este fallo o le dé vía libre.
Juntos o separados, serán casi 100 mil hinchas los que podrán ejercer su derecho al voto. Aunque jaqueada por el poder, la democracia en el fútbol, por ahora, parece estar a salvo. El lunes, si los resultados son los que se vaticinan, comenzará otra era, la era del ídolo que se hizo líder y que deberá demostrar, esta vez fuera de la cancha, sus dotes de dirigente.