CULTURA MATA GALÁN, APORTES TRANSMODERNOS

REFLEXIONES DESDE LA ANTROPOLOGÍA

CULTURA MATA GALÁN, APORTES TRANSMODERNOS

En el siguiente texto lxs antropólogxs Axel Weissel y Ornella Zollo exponen un fragmento de los debates sobre el concepto de “cultura” en las Ciencias Antropológicas, pensamiento vinculado (in)directamente al sentido común. Apuntan a desandar la profundidad de las violencias y desigualdades socioculturales aún hoy vigentes.

Texto: Arqueoterra

|

Ilustración: Diego Abu Arab

publi-san-felipa

Dentro del gran abanico de las Ciencias Sociales, fueron las Ciencias Antropológicas las que han tenido la obligación y responsabilidad de construir conocimiento sistemático sobre la noción, el concepto y la palabra “cultura”. Allá por 1871, el inglés Eduardo B. Tylor estableció en el libro “La cultura primitiva” que la cultura es “una totalidad compleja que incluye el conocimiento, las creencias, el arte, el derecho, las costumbres y cualquier otra capacidad o hábito que el hombre ha adquirido por ser miembro de una sociedad”. En otras palabras, todo lo que hacemos, sabemos y pensamos como personas se vincula a nuestras culturas. No es algo que se tiene o no, sino aquello que nos constituye como seres sociales. Desde nuestro lenguaje, nuestra perspectiva de género y nuestros trabajos hasta la relación con el medioambiente o las actividades deportivas de moda.

Pero algo que -esperamos- no haya pasado desapercibido de la cita de Tylor, es que esa visión fue ampliamente discutida por el pensamiento antropológico, y hoy un paradigma caído. La legitimación del evolucionismo cultural, la justificación de los hechos atroces de la colonización en América, el racismo científico explícito y la discriminación hacia la mujer llevaron a que dentro de las Ciencias Antropológicas éste fuera un planteo que superar.

El evolucionismo cultural fue uno de los primeros grandes marcos teóricos de la Antropología que emerge asociada a la teoría de la evolución de Darwin y Wallace hecha pública en 1858 por la Sociedad Linneana de Londres. Y, aún si parece tan lejano en el tiempo, las últimas décadas nos han demostrado (tanto acá en Argentina, como en Latinoamérica y en el mundo) que el sentido común hegemónico de las sociedades modernas de raíz occidental sigue compartiendo su base racista, colonialista, machista y -también- evolucionista.

DEL EVOLUCIONISMO RACISTA AL RELATIVISMO CULTURAL

¿Qué diferencia a lxs humanxs de otrxs seres vivos? La respuesta que se da mayormente es que lxs humanxs somos creadores de “cultura”. A principios del siglo XIX, y luego de la sorpresa que se llevaron lxs europexs al ver que existía América y allí miles de personas, es que la pregunta comenzó a girar en torno a porqué tenemos culturas diferentes. La explicación que dieron en aquel momento las personas que ejercían el poder del conocimiento científico fue que esas diferencias se debían al grado de evolución cultural de los grupos.

De este modo se alimentó la idea de que las sociedades “primitivas de América” eran seres menos evolucionados que las sociedades industrializadas de Occidente. En nombre de la ciencia, así como de la apropiación de las tierras y las riquezas, se cometieron todo tipo de abusos especialmente a mujeres e infancias. ¿Qué es lo que hoy se mantiene vivo? ¿acaso eso hoy permanece igual?

Ya en el siglo XX otras propuestas sobre el concepto de cultura y cómo estudiarlas e interpretarlas fueron ganando terreno en las ciencias antropológicas. Uno de los autores más reconocidos en esta temática es Franz Boas, padre de lo que conocemos como el “relativismo cultural”. Boas propuso que no existen culturas universales sino que cada cultura debe ser comprendida desde sus propias condiciones históricas, sociales y geográficas. Basándose en la unidad psicobiológica de la especie humana.Con los aportes de este autor se cayó el edificio evolucionista y racial: no hay razas humanas, somos una misma especie con una magnífica amplitud de expresiones sociales pasadas y presentes.

En una anécdota en sintonía dicen que cuando una estudiante le preguntó a Margaret Mead -antropóloga yankee- cuándo se había originado “la cultura”, está respondió que las primeras evidencias de la civilización son los huesos de los homininos (individuos de las especies del género Homo, parte del proceso evolutivo biogéneticohumano) fracturados y sanados. En otras palabras: la ayuda mutua está en el origen de la cultura.

PERO ENTONCES… ¿QUÉ ES LA CULTURA?

Por todas estas razones hoy cultura sigue siendo -para muchxs- un sinónimo de civilización, lo culto a veces sinónimo de lo “moralmente correcto”, y de ahí su relación con las artes, los museos y los patrimonios. Pero lo que otrora era solo para las élites hoy, siglo XXI, desde los movimientos sociales, lo consideramos un derecho que debe ser garantizado para todxs. Lucía Colombato, abogada especialista en Derechos Culturales, ha fundamentado que las manifestaciones culturales -en todo su formato- son un derecho tan fundamental como la libertad de expresión. El acceso a la cultura y las producciones culturales deberían ser garantizadas por los Estados Nación que integramos. No es una cuestión de tener o no cultura -de ser culto o inculto-, es una pugna por el acceso y por la posibilidad de ejercer los propios desarrollos culturales, individuales o colectivos.

En la antropología contemporánea seguimos a Clifford Geertz, reconocido por sus “descripciones densas” del sudeste asiático, para quien”la cultura” son las estructuras de significación socialmente establecidas entre las cuales la gente se desenvuelve. Es decir que “la cultura” es el producto de los seres sociales dándole significados a su propia realidad. En la misma sintonía, Raymond Williams (exponente de los Estudios Culturales) plantea que es más necesario hablar de “culturas” en plural: las específicas y variables culturas de diferentes naciones y períodos, pero también las específicas y variables culturas de grupos sociales y económicos dentro de una nación.

Hoy las desigualdades socioeconómicas y las diferencias culturales se entrelazan con las tramas racistas de la sociedad, generando lo que muchxs llaman “racismo estructural”. En Argentina en el año 2010 se cambió el “Día de la Raza” por el “Día del respeto a la diversidad cultural”, 26 años después de que la Constitución Nacional integrara los derechos culturales preexistente de los pueblos originarios y de las comunidades indígenas que habitan ancestralmente las tierras, hoy tituladas argentinas. La perspectiva intercultural es fundamental para pensar horizontes que -estructuralmente- nos saquen de los racismos, los fascismos y las violencias hacia lo distinto. Al mismo tiempo, el horizonte plurinacional pone en tensión la distribución colonial y clasista de las riquezas, de las tierras, de la propiedad privada y de los centros de toma de decisiones económicas, políticas y simbólicas.

Mario Rufer, antropólogo y exponente de los Estudios Culturales decoloniales de México plantea la necesidad de visibilizar un núcleo de dualidad en el que vivimos en Latinoamérica: por un lado se encuentra la “cultura media nacional” (única y casi siempre nacional, eurofílica y occidentalizada -hoy neoliberal-) y por otro, narrativas sobre el pluralismo o un supuesto respeto a las diversidades culturales. Mientras no desandemos los fundamentalismos occidentales en materia judicial, en nuestras democracias, en la educación y/o en el propio sistema productivo (que concentra cada vez más de capitales), seguiremos atados como sociedades modernas coloniales al sistema-mundo que dice “liberarnos” al mismo tiempo que profundiza el avasallamiento del llamado “tercer mundo” en clave monoproductiva y monocultural. El actual gobierno nacional de Argentina es un ejemplo concreto de este lobby de la cultura evolucionista, racista, transodiante y globalizada en el siglo XXI.

Tanto la reducción del gobierno de Milei del Ministerio a Secretaría de Cultura como la creación de la Secretaría de Culto y Civilización son parte del mismo plan sistemático (económico, político y cultural) que al mismo tiempo ataca a los desarrollos culturales nacionales: desde la educación luchando por un presupuesto, los movimientos feministas cuestionados por los derechos ya alcanzados, los pueblos originarios defendiendo sus territorios y sus cosmovisiones frente a los avances neoextractivistas, el desfinanciamiento a la industria nacional audiovisual “de películas que nadie ve” pero que luego son premiadas, o bien lxs científicxs del CONICET cuestionadxs por “su utilidad”.

Hoy victoriosos Disney (no habría que desatender el lugar que le acaban de dar a Mickey Mouse en el CCK) y el FMI, la batalla por la hegemonía cultural también involucra la pugna del sentido común. Un sentido común neoliberal, profundamente evolucionista (“la supervivencia del más rico”) y racista, que se enfrenta día a día con toda la fuerza en crecimiento de los colores de las diversidades, del orgullo y desde las soberanías de los derechos culturales que dan batalla.

Podemos sino considerar que ejercer de forma crítica, consciente y comunitaria formas de relacionarnos, producir, habitar y organizarnos engloba la visión dinámica de las culturas que hay que construir tanto en la Antropología como en el resto de la sociedad. Construir la historia de todos los pueblos no solo del colonial, construir mundos donde quepan muchos mundos como dicen lxs Zapatistas, temporalidades y realidades sustentables, biocéntricas, culturalmente solidarias y distributivas.