CLICS TÓXICOS
CONSUMO IRÓNICO Y LA PANDEMIA VIRTUAL
Con la aparición de internet en la década del 2000, emergieron millones de sitios on line. La web 1.0, pensada para la interconexión de personas, rápidamente fue disputada por las grandes corporaciones de plataformas, que, en poco tiempo,reunieron una gran cantidad de usuarios que, con sus reproducciones, a la vez que aumentan el capital de los inversores multimillonarios, paradójicamente, empobrecen sus vidas al perder lo más importante que posee un ser viviente: el tiempo finito e irrecuperable.
Junto con la llegada de internet apareció una nueva realidad, un tipo de realidad ampliada, 2.0. Los límites entre lo que pasaba en el mundo real y el electrónico comenzaron a ser difusos y esto dio pie a la disociación. Cuestiones que antes eran pensadas únicamente en el universo material, empezaron a ser desplazadas al cosmos virtual.
¿SER O NO SER?
La ambición por la fama provocó el surgimiento de figuras que, con el tiempo, alcanzaron la viralidad. El concepto de virus hace referencia a un germen: hay una gran cantidad de virus en la tierra y hace falta tan solo un pequeño número de ellos para infectar a los humanos. En internet, los contenidos se difunden como peste. La oportunidad para ser alguien más, o no ser nadie, es perfecta. Trocar la esencia y reemplazarla por una fantasía se convirtió en afán y obsesión de muchos. Poco a poco comenzaron a conformarse las primeras estrellas de internet. Íconos y users lograron resonar en los oídos de todos e impactar visualmente.
Si bien el surgimiento de las redes sociales facilitó la aparición de genios, eruditos y prodigios, también permitió el brote de personajes obscenos, plásticos y vacíos de toda sensibilidad, que, por momentos, lograron alcanzar una virósica difusión.
Compartimos memes, videos, notas, canciones, propuestas políticas y hasta perfiles enteros que nos resultan ridículos, inconscientes, increíbles y que hasta nos repugnan. Pero, aun así, retroalimentamos dicha viralización. Somos responsables de una pandemia virtual.
«Si bien el surgimiento de las redes sociales facilitó la aparición de genios, eruditos y prodigios, también permitió el brote de personajes obscenos, plásticos y vacíos de toda sensibilidad, que, por momentos, lograron alcanzar una virósica difusión»
Creemos que tenemos el control de lo que consumimos y no es así, creemos tener el control, pero en cambio, somos manipulados. Reproducimos lo que repudiamos o despreciamos.
Esta dura afirmación, que nos cabe a todos, puede ejemplificarse con algunos nombres propios que alcanzaron popularidad por cualidades negativas o cuestionables. Sin intención de originalidad, detengámonos en Ricardo Fort y su efímera fama que deslumbró a los espectadores con sus pieles, autos de alta gama, su aspiración confesa a convertirse en cantante, sus extravagantes parejas, sus cirugías, las consecuencias de estas intervenciones y su célebre frase: “MIAMI”. Fort paralizaba a una importante franja de televidentes precisamente por su capacidad de metamorfosis. Su vida fue un exquisito chocolate que muchos saborearon. Lo oscuro, lo íntimo estaba vedado y velado. Un brilloso papel ocultaba el corazón de esa golosina amarga.
¿Cuántas veces nos reímos de las propuestas políticas de un candidato, creímos imposible la postulación de otro, dudamos de la posibilidad de que los peores escenarios se cumpliesen, y así fue? En cierto modo, nosotros mismos los encumbramos en ese lugar al darles pertinencia. Nadie puede actuar desde las sombras. Los iluminamos al consumirlos y focalizarlos, aun sabiendo que son indigestos o empobrecedores. Javier Milei es el ícono de este tipo de consumo en términos políticos.
Es un signo fragmentado en sus perros embalsamados, la extraña relación con su jefe- hermana, con la motosierra, con “las fuerzas del cielo” y un agresivo grito que de libertario no tiene nada: “¡Viva la libertad carajo!”
¿No se afirma que llegó al lugar que ocupa a raíz del efecto que generó en las redes sociales?
LUCES Y SOMBRAS
¿Cuántas veces nos reímos, nos burlamos de un tema musical para finalmente escucharlo en el boliche? En el mundo comercial, no existe la mala publicidad, importan los números, no las razones por las cuales consumimos dicho producto. YouTube cuenta vistas, no argumentos.
La romantización de estos individuos parece un rasgo típico de estos tiempos: la falta de pensamiento crítico va de la mano de la inocencia o de la falta de reflexión o responsabilidad. Creer que una vista más al video, un follow más en Instagram, un retweet o un compartido no van a afectar la propagación de contenido vacío, dañino y cuestionable, es un error. Estamos creando “figuras” que no siempre son ejemplares.
Lo que un día nos resulta ridículo, al cabo de un mes logra estandarizarse en el sentido común colectivo y se eleva a la categoría de símbolo. La sorpresa ya no está, lo extraordinario pasa a ser considerado común, ordinario, standard. Así, se abre el espacio para que otra luz aparezca y se apague en esta constelación que es la web.