FÚTBOL, PASIÓN DE MULTITUDES
¿CÓMO EXPLICARLO?: RACING CAMPEÓN
Puede ser que el fútbol sea un par de tipos pateando la pelotita, también puede ser que sea un alivio, un soplo de felicidad en medio de cualquier desolación. El popular Racing Club de Avellaneda volvió a levantar una copa internacional después de 36 años. ¿Cómo explicar tanta pasión?
Desde el primer gol, los ojos vidriosos. ¿Confianza o miedo? Ambos, tal vez. Las caras tienen muchas edades, arrugas que vivieron algo parecido 36 años atrás, inocencias que todavía no comprenden en totalidad lo que están a punto de presenciar. Pero que igual sonríen e igual lloran.
Celeste y blanca, una camiseta cruza todas las esquinas del país, orgullosa de llevar los colores de la patria y del cielo que brilla como adivinando que se trata de un día especial. Se siente en el aire, como se sienten las crisis sin que nadie las asuma momentos antes de explotar. Este suelo sabe de aguantar.
Se cruza la frontera, se cruza la provincia, se cruza la ciudad. Se cruza todo. Lo que sea necesario para tener alguien a quien abrazar, pase lo que pase. La ilusión no se puede esquivar: todos los rostros parecen enamorados.
El fútbol demuestra, de nuevo, que es más que un deporte. La pelotita despierta sentires que son difíciles de explicar para quien no siente esa pasión. Es la forma más pura del sentimiento colectivo, de la unión, de la pertenencia cultural. El triunfo, los llantos desolados de alegría no fueron más que un desborde de la entrega total a los colores. Un regalo por el apoyo incondicional, un respiro que demuestra que valió la pena esperar.
Parece costumbre de nuestra tierra, cuando las cosas van para atrás, eso de regalarle al pueblo una bocanada de alegría. Un rato de agite, de besos y abrazos. Un puñado de días lejos de la angustia y la incertidumbre. Se recuperan fuerzas festejando.
La película El secreto de sus ojos popularizó la frase: “el tipo puede cambiar de todo, de cara, de casa, de familia, de novia, de religión… pero hay una cosa que no puede cambiar, no puede cambiar de pasión”. Debe ser la explicación más rápida del por qué se disfruta tanto cuando llega la gloria.
En las épocas duras el argento no pierde la devoción, simplemente la acumula: algún día se le va a dar. No persigue el triunfo, lo espera.
Muchas personas intentaron definir lo que es la pasión, la Real Academia Española (RAE) describe: Acción de padecer. Si se tiene en cuenta que proviene del latín patior, es sufrir o sentir. La pasión inevitablemente se asocia con cierta tristeza y el fútbol, inevitablemente, se vive como tal. A lo Racing se vive mejor, es una frase conocida.
Si no se sufre, no es Racing, otra.
La celebración está acompañada de la tristeza por las pérdidas, en una eterna puja en la que el festejo suele ser la excepción y en el que las perdidas suelen hacer punta. Quizás por eso la imagen levantando la copa tiene sabor a revancha, a merecimiento por seguir bancando sin cambiar de vereda. Quizás por eso se sienten tan profundas las emociones cuando en la pantalla se lee: Campeón.
El ganador de la Sudamericana nos vino a recordar lo que es el futbol para el pueblo: corazones que parecen estar a punto de salirse del pecho, llantos desenfrenados, sonrisas que amplían sus comisuras; abrazos que parecen haberse esperado por años, suspiros de satisfacción y,a la vez, de calma. Se rompen los límites territoriales, las ideologías políticas, las elecciones personales: la bandera es solo una.
Las diferencias no interesan porque el colectivo es más importante que la individualidad.
Todos han deseado alguna vez ser jugadores de futbol, todos han esperado ver a su equipo galardonado, a todos, el amor por el futbol les ha cambiado un poco la vida. La imagen del abuelo consolando al nieto recuerda las herencias familiares, los que saltan enloquecidos en grupo recuerdan a los amigos. Las calles empapadas en blanco y celeste afirman la dicha de haber nacido acá, en el país más pasional del mundo.
¿En qué se parece el fútbol a Dios? Se preguntó un día Galeano. Y después escribió: «En la devoción que le tienen muchos creyentes y en la desconfianza que le tienen muchos intelectuales«.
Algunas cosas no fueron creadas para entenderlas, sino para vivirlas.