ENTRE LA MELANCOLÍA Y LOS PROYECTOS A FUTURO

EL CINE PALMA, POR DENTRO: BREVE HISTORIA DE LO QUE FUE

El Cine Palma tiene un lugar importante en la nostalgia que genera ese mundo analógico del Gualeguaychú de segunda mitad de Siglo XX. Las imágenes de su interior actual. Los proyectos para reconvertir el lugar en locales comerciales y el recuerdo de quien, con apenas 13 años, proyectaba películas en el regreso de la democracia.

Texto: Luciano Peralta | Fotografía: Maoli
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Las puertas que dan a la calle Urquiza están abiertas. Raro. El monumental mural del Gurí se rompe en esos dos rectángulos negros que invitan a la curiosidad de los transeúntes. Quienes tienen menos de 30 años probablemente no tengan idea de que, tras esa enorme pared, en la que se imponen las tonalidades lilas, violetas y turqueses, hay un cine abandonado. O, mejor dicho, el espacio que supo albergar a uno de los cines que tuvo Gualeguaychú.

Flaco y alto, cámara en mano y rodilleras en las rodillas –“para poder tirarme al suelo a sacar fotos”, explica–, Maoli no pierde la oportunidad que se le impone en su paseo por la ciudad y, sin dudarlo, entra. Lo que ve es espectacular: El viejo Cine Palma por dentro. Butacas en desuso y amontonadas, cintas de películas y algunos afiches que sobrevivieron al paso del tiempo. Pide permiso y dispara.


El futuro, ya llegó

La visita del fotógrafo no los distrae. Los albañiles trabajan sin pausa, es que ya está en marcha la obra que reconvertirá al viejo edificio en locales comerciales. El lugar pertenece a la Parroquia Catedral San José y, después de muchos años de permanecer abandonado, se decidió avanzar con el proyecto con el que la Iglesia pretende generar ingresos periódicos mediante el alquiler de algunos de esos locales. El resto será usufructuado por otros privados, particularmente por quienes lleven a cabo la remodelación del lugar.

“Todavía no está definido 100% el proyecto, estamos en la etapa de consolidación. Hicimos un convenio con un grupo de desarrolladores de acá, de Gualeguaychú, que tienen que seguir estudiando la viabilidad del mismo. En abril, más o menos, vamos a tener todo más claro”, contó el párroco Mario Tornoud, a cargo de la Catedral.

“La idea es construir locales comerciales y oficinas, a través de un fideicomiso. Y, como en todo fideicomiso, nosotros cedemos el espacio y, una vez que se realice, cada inversor va a quedar con una parte. Nosotros vamos a conservar el mismo patrimonio que teníamos, en pesos, y contaremos con locales habilitados para poder alquilar y que nos genere un ingreso”, explicó el religioso.


El arquitecto Domingo Oscar Carrazza es la palabra técnica autorizada para brindar detalles sobre el proyecto. Lamentablemente para esta nota, el ex secretario de Desarrollo Territorial e Infraestructura de la Municipalidad y ex candidato a intendente se encuentra de vacaciones. Por lo cual, los detalles de la iniciativa quedarán para más adelante.

Pero, más allá de eso, las fotos de Maoli son una invitación a introducirnos en el mundo del viejo cine de la segunda mitad del Siglo XX, en los recuerdos de quienes lo conocieron y visitaron su gran sala, y en la nostalgia de lo que fue y que nunca más será.

Para ello, quien nos prestó un rato de su tiempo fue Mario Toledo, reconocido locutor de la ciudad, con una amplia trayectoria en la radio, pero, también, con miles de historias y anécdotas encima sobre el Cine Palma. Ya que, desde los 13 años conoció ese mundo desde adentro, cuando comenzó a trabajar como proyectista.

“UNA COSA DE LOCOS”


“Yo me crie con los proyectores Cinegraf, esos que eran una lata con películas hechas con papel manteca.  Después, cuando fui adolescente, mi abuelo me compró una Súper 8, que eran películas de celuloide. Yo tenía tres o cuatro películas, porque eran caras, y el celuloide, de tanto usarlo, se gastaba y se cortaba. Entonces, un domingo, cunado fui al Cine Palma a ver una película que se llamaba ‘Por fin me la quité de encima’, conocí a Ricardo Vega, Pasarela le decían, falleció hace algunos años. Él me enseñó como pegar la película y me enseño a proyectar, todas las noches iba a aprender con él”, relató.

En un primer momento, la aventura duró poco. El Mario Toledo de 1983 tenía apenas 13 años y no podía estar trabajando allí, obviamente. Pero la falta de proyectistas y la enfermedad de los dos que se rotaban entre el Palma y el Cine-Teatro Gualeguaychú (actual Teatro Gualeguaychú) hicieron que lo vuelvan a convocar, pero con una condición: cada vez que llegaba una inspección tenía que “hacerse el boludo” e irse a la sala y simular ser un espectador más.


“Eran los años 80, la recuperación de la democracia y el destape. Pero nosotros teníamos la gran contradicción de que el cine era de los curas, entonces no se podía pasar cualquier película. Me acuerdo que, cuando vino ‘Desaparecido en acción’, que los afiches eran con Chuk Norris con una ametralladora y explosivos atrás, nos hicieron quitarlos porque eran muy violentos”, relató Toledo, entre risas. Y recordó que “por eso al Cine Palma iban las peores películas, porque no se podía mostrar nada, y como el alquiler de la sala era mensual, si se enojaban no te renovaban el contrato al mes siguiente, que es lo que le pasó a Tony Álvarez, por eso se fue”.

En esa época existían dos salas de cine en la ciudad: el Cine Palma y el Cine-Teatro Gualeguaychú. Ambas iniciativas eran desarrolladas por privados que concesionaban o alquilaban los espacios. En el primero de los casos, a la Iglesia, y en el segundo al Municipio. Los nombres de Alberto José Bahillo, primero, y de Ricardo Moreno (padre) y Antonio Álvarez se mezclan con tantos otros que tuvieron que ver con esta industria durante los lejanos setenta, ochentas y hasta finales de los noventas.


La de Álvarez es una historia apasionante. Un empresario de los cines, de Zárate, con salas en varias ciudades del país. Después de su primer paso por el Cine Palma, durante buena parte de los 80 y principios de los 90, decidió volver a alquilar la sala, ya sobre finales de siglo. Y lo hizo por una particular razón: Su hijo, Guillermo Antonio “Concheto” Álvarez, cumplía condena en Gualeguaychú, por el asesinato de tres personas.


“Tony volvió a la ciudad porque tenía el hijo preso acá, él era una muy buena persona, un tipazo”, recordó Toledo. Y, a modo de cierre -pero con el compromiso de continuar esta rica historia en otra oportunidad- contó una de las mil anécdotas de aquellos años de cine en el pueblo: “Cuando se proyectó Volver al Futuro, fue justo para las vacaciones de invierno. Los proyectores del cine eran muy viejos y estaban hechos pelota, entonces, a las cinco de la tarde, cuando se iba a dar la película, se rompió un proyector. Como no había nadie que arreglase proyectores acá, se mandó a buscar a un técnico a Campana. Todo ese tiempo, entre que se encontró al tipo, se lo trajo a la ciudad y arregló el proyector, un mundo de gente esperó, bajo una llovizna y el frío, en la plaza San Martín. Lo terminaron arreglando como a las diez de la noche, la película se proyectó. No me olvido más de ese malón de gente entrando al cine después de tantas horas de espera. Una cosa de locos”.


captura de pantalla

El cine

the majestic (f. darabont, 2001)

Un cine en ruinas, un pueblo sin alma, y un tipo con amnesia (Jim Carrey) que termina siendo la chispa para devolverles vida. Restaurar el Majestic no solo salva el edificio, sino los recuerdos y sueños de toda la comunidad. Pura nostalgia y amor por las salas de cine como refugio emocional.

cinema Paradiso (g. tornatore, 1988)

Con inolvidable música de Ennio Morricone, esta película es puro corazón. Toto crece fascinado por las películas que proyecta Alfredo en el cine del pueblo. Entre risas, lágrimas y despedidas, el lugar se convierte en el refugio de toda una vida. Un clásico que celebra la magia de los cines.

bastardos sin gloria (q., Tarantino, 2009)

Una sala de cine en París se convierte en el centro de un plan épico: matar a Hitler y terminar con el nazismo. Entre la venganza personal de Shosanna y el caos desatado por los «bastardos», el cine deja de ser solo un lugar de historias para volverse protagonista de una. Tarantino puro: explosivo e inolvidable.