“En El asombro de los días, encontramos una voz poética capaz de entramar el brillo desnudo de la naturaleza y el paisaje con un orden íntimo y, a la vez, común, atravesado por el tiempo personal y colectivo. Los poemas de este libro nombran lo humano sin separarlo del destino de los otros seres, con perplejidad y delicadeza, y una conciencia del misterio que no deja de hacerse notar en la manera intensa, directa y precisa que asume la lengua poética. Atenta a los matices que van de la intemperie al cobijo, de lo luminoso a lo amenazante, de la escena pequeña y casi inmóvil, a los tumultos de un cuerpo que se desbarata y se rearma con cada nacimiento, la voz de estos poemas se muestra capaz de nombrar, “en el filo de la palabra”, tanto la forma abierta y restallante del verano, hecho de peces y de pájaros, como “un instante humano/ humildísimo / de criaturas difusas y miedosas / atadas a un tiempo que apenas existe”.
Jurado Fray Mocho – Claudia Beatriz Masin (Córdoba), Sonia Mariel Scarabelli (Rosario) y Leonardo Edgardo Javier Roldán (Buenos Aires)
POEMAS DE “EL ASOMBRO DE LOS DÍAS”
I
Lo súbito:
el chajá alto y poderoso,
una mojarra entre los dedos,
una comparsa de loros y chicharras.
El verano.
II
Un pájaro marrón en el alambrado de mi casa.
Cuando digo marrón quiero decir erguido.
Trina.
Llama.
No es ausencia lo que dice,
es desafío.
Un pájaro resiste la intemperie.
Un pájaro es una bandera
de cara a la desesperación.
El golpe de ternura en la cara del patio.
La casa a donde llegar a cielo abierto.
III
Enero es un gato amarillo
lamiéndose el pelo en el techo de mi casa.
Conoce la tormenta y el infierno.
Conoce la tormenta.
Enero atigra la siesta
y me lleva
como a una canaria que no sabe llamar.
IV
El tente
bruma verde. Incandescencia.
Una flor es invocada en su lenguaje de aire
atravesada por su fálico vuelo de lentejuelas.
Tentenelaire como un soplo
como el corazón de la tarde
galope
galope
galope.
Caballito transparente.
Campana de rocío.
Que se le va el día
entre ser pájaro
y mariposa.
V
Es de noche.
El calor se repliega como un gusano.
Nos deja respirar.
Abrimos las ventanas las puertas las bocas.
Hay gente que hace el amor.
Hay gente que riega sus plantas.
Hay gente durmiendo en todas partes con las ventanas abiertas.
Enciendo espirales
le corro los pies al verano.
Me pregunto cómo cantan los que meten los pies en el río.
VI
La primera vez que parí era verano.
Cabeza afuera
y un río de aguas de colores
y el hilo filoso de aquella cosedora.
Todo el cuerpo llovido
llanto en los pulmones
sangre por las piernas.
Llovió como para no acabar nunca.
Verano y cuerpo
son la misma cosa desde entonces.
La estación del sendero abierto y los pasos
andados a gritos
a besos a ternura.
La lluvia pariendo sol
y el sol partiendo al medio la tormenta.
El calor arremete porque sabe
que se nace otra vez
que se anda por la noche
todo el verano dando a nacer.
Cuerpo y verano son siempre
la misma perfecta cosa.
X
Otro tajo. Otra lluvia. Otro verano.
El bisturí abre un rosario de sangre pero yo no lo veo.
Horizontal desguace
y sacar de mí
todo eso que corre rojo, ámbar, translúcido y que no vuelve.
Llueve.
Yo no siento. Yo no veo nada. Imagino
la luz rompiendo la crisálida
y el aire y las voces.
Ellos juegan a encontrar el tesoro escondido
pero es tan fácil. Es enorme.
Me lo acercan envuelto y veo la cabeza enmarañada de
negro y colorado.
Afuera llueve febrero en toda su estatura.
Él grita. Lo escucho gritar y lloro. Me lluevo por todas partes.
No llores, ya está, me dicen.
No saben nada de vos.
No saben nada de nosotros.
Tu nombre no les hace ninguna música.
Otra vez me cosen.
Me rearman como a una muñeca destartalada.
Otra vez es verano
afuera adentro
y en tu boca de pez manso
atendiendo con los ojos hinchados
al idioma del aire y del calostro.