FRAY MOCHO EN OJOTAS

CARLA OLIVERA: EL ASOMBRO DE LOS DÍAS

En la quinta edición de "Fray Mocho en ojotas" introducimos a Carla Olivera con “El asombro de los días”, obra poética premiada como Fray Mocho en 2023. Que la disfruten.

Texto: Carla Olivera | Ilustración: Diego Abu Arab
publi-san-felipa

“En El asombro de los días, encontramos una voz poética capaz de entramar el brillo desnudo de la naturaleza y el paisaje con un orden íntimo y, a la vez, común, atravesado por el tiempo personal y colectivo. Los poemas de este libro nombran lo humano sin separarlo del destino de los otros seres, con perplejidad y delicadeza, y una conciencia del misterio que no deja de hacerse notar en la manera intensa, directa y precisa que asume la lengua poética. Atenta a los matices que van de la intemperie al cobijo, de lo luminoso a lo amenazante, de la escena pequeña y casi inmóvil, a los tumultos de un cuerpo que se desbarata y se rearma con cada nacimiento, la voz de estos poemas se muestra capaz de nombrar, “en el filo de la palabra”, tanto la forma abierta y restallante del verano, hecho de peces y de pájaros, como “un instante humano/ humildísimo / de criaturas difusas y miedosas / atadas a un tiempo que apenas existe”.

Jurado Fray Mocho – Claudia Beatriz Masin (Córdoba), Sonia Mariel Scarabelli (Rosario) y Leonardo Edgardo Javier Roldán (Buenos Aires)


POEMAS DE “EL ASOMBRO DE LOS DÍAS”

I

Lo súbito:

el chajá alto y poderoso,

una mojarra entre los dedos,

una comparsa de loros y chicharras.

El verano.


II

Un pájaro marrón en el alambrado de mi casa.

Cuando digo marrón quiero decir erguido.

Trina.

Llama.

No es ausencia lo que dice,

es desafío.

Un pájaro resiste la intemperie.

Un pájaro es una bandera

de cara a la desesperación.

El golpe de ternura en la cara del patio.

La casa a donde llegar a cielo abierto.


III

Enero es un gato amarillo

lamiéndose el pelo en el techo de mi casa.

Conoce la tormenta y el infierno.

Conoce la tormenta.

Enero atigra la siesta

y me lleva

como a una canaria que no sabe llamar.


IV

El tente

bruma verde. Incandescencia.

Una flor es invocada en su lenguaje de aire

atravesada por su fálico vuelo de lentejuelas.

Tentenelaire como un soplo

como el corazón de la tarde

galope

galope

galope.

Caballito transparente.

Campana de rocío.

Que se le va el día

entre ser pájaro

y mariposa.


V

Es de noche.

El calor se repliega como un gusano.

Nos deja respirar.

Abrimos las ventanas las puertas las bocas.

Hay gente que hace el amor.

Hay gente que riega sus plantas.

Hay gente durmiendo en todas partes con las ventanas abiertas.

Enciendo espirales

le corro los pies al verano.

Me pregunto cómo cantan los que meten los pies en el río.


VI

La primera vez que parí era verano.

Cabeza afuera

y un río de aguas de colores

y el hilo filoso de aquella cosedora.

Todo el cuerpo llovido

llanto en los pulmones

sangre por las piernas.

Llovió como para no acabar nunca.

Verano y cuerpo

son la misma cosa desde entonces.

La estación del sendero abierto y los pasos

andados a gritos

a besos a ternura.

La lluvia pariendo sol

y el sol partiendo al medio la tormenta.

El calor arremete porque sabe

que se nace otra vez

que se anda por la noche

todo el verano dando a nacer.

Cuerpo y verano son siempre

la misma perfecta cosa.


X

Otro tajo. Otra lluvia. Otro verano.

El bisturí abre un rosario de sangre pero yo no lo veo.

Horizontal desguace

y sacar de mí

todo eso que corre rojo, ámbar, translúcido y que no vuelve.

Llueve.

Yo no siento. Yo no veo nada. Imagino

la luz rompiendo la crisálida

y el aire y las voces.

Ellos juegan a encontrar el tesoro escondido

pero es tan fácil. Es enorme.

Me lo acercan envuelto y veo la cabeza enmarañada de

negro y colorado.

Afuera llueve febrero en toda su estatura.

Él grita. Lo escucho gritar y lloro. Me lluevo por todas partes.

No llores, ya está, me dicen.

No saben nada de vos.

No saben nada de nosotros.

Tu nombre no les hace ninguna música.

Otra vez me cosen.

Me rearman como a una muñeca destartalada.

Otra vez es verano

afuera adentro

y en tu boca de pez manso

atendiendo con los ojos hinchados

al idioma del aire y del calostro.