ESTABILIDAD Y BUENOS SALARIOS
BANCARIOS, UN SECTOR POR ENCIMA DE LA MEDIA
En esta cuarta y última entrega, desde Laboroscopio se pone el acento en Luis Emanuel, un joven uruguayense de 28 años que trabaja en un banco. La estabilidad económica no hace que desaparezca la preocupación por el mundo que lo rodea. “El Estado tiene que preocuparse y tiene que encargarse de incentivar y generar trabajo para los jóvenes”, dice.
El sector bancario cuenta con 64 bancos en todo el país, empleando a 98.856 personas (según último dato disponible de agosto de 2024). El salario básico garantizado por convenio colectivo para quien recién ingresa es de $1.525.889,94, lo que representa alrededor de un 32% más que el salario promedio del sector privado, que, según los últimos datos oficiales, en agosto fue de $1.148.296 [1].
En ese mismo mes, la estimación de la evolución de la remuneración promedio en Entre Ríos se ubicó por debajo de la inflación de 4,2%, representando una pérdida de 0,6% del poder adquisitivo ([2]). En contraste, en nuestra provincia el sector financiero creció 0,8% si se compara el primer trimestre de 2023 con el de 2024.
Como contracara, desde el inicio de la actual gestión nacional, en Entre Ríos se llevan perdidos 4.034 puestos de trabajo registrados en el sector privado. Lo que equivale a 2,9% del total de empleos privados ([3]).
Quizás sea este contraste entre la estabilidad laboral y la garantía sobre derechos adquiridos de quienes trabajan en el sector bancario, y la precariedad de la que son víctimas trabajadores y trabajadoras de otros sectores, la que le permite a nuestro último entrevistado poder observar la realidad con otra perspectiva.
“HAY QUE VER HASTA CUANDO LA GENTE VA A PODER AGUANTAR”
Nacido y criado en Concepción de Uruguay, con 28 años de edad, Luis Emanuel está estudiando para contador público. Solo le quedan tres materias para terminar la carrera, así que, con viento a favor, esta ciudad tendrá para fin de año un nuevo profesional.
Como todo contador que se precie de tal, Emanuel tiene la formalidad propia del oficio, es moderado con sus palabras y se ríe de forma medida, con los pequeños chistes que surgen en la charla. Hace menos de un año que está en su nuevo trabajo -ingresó en diciembre de 2023- y fue, de las personas entrevistadas, la única que pudo identificar rápidamente de qué manera está empleado. A la pregunta ¿dónde trabajás?, respondió: “Trabajo en relación de dependencia en un banco cooperativo”.
Sorprende esta respuesta por lo completa y precisa. Generalmente, al conversar con personas de este rango etario (18 a 30 años), no suelen categorizar de forma tan específica cómo es el vínculo con su empleo e, incluso, desconocen las modalidades. La contracara de eso es un desconocimiento de las obligaciones que imponen las leyes laborales (en su mayoría actualmente derogadas por la reforma laboral introducida por la Lay Bases) a las y los empleadores, frente a las personas que contratan.
Antes de ingresar al banco, Emanuel trabajó en el sector público, más precisamente en la Municipalidad de su ciudad, pero, teniendo en cuenta la orientación de la carrera y estando próximo a recibirse, decidió iniciar la búsqueda de empleo en el sector bancario. Al poco tiempo “se dio la posibilidad de trabajar en un banco. Me gustó la propuesta y me siento identificado”. Rescata el ambiente de trabajo -al que califica como “muy bueno”-, el trabajo en equipo y la posibilidad de ayudar a las y los asociados.
Tuvo la “suerte” de no contar con experiencias laborales fuera del sector formal de la economía, sus dos trabajos fueron en relación de dependencia y declarados ante los organismos correspondientes. Cuenta con la protección de la seguridad social desde su inicio en la carrera laboral, algo que resulta una rara avis en estos tiempos.
Su actual salario le permite cubrir las necesidades básicas y progresar económicamente, ese fue justamente “uno de los motivos de la salida de la Municipalidad”. Su relato denota lo agradecido que está con ese trabajo anterior, valora la experiencia técnica que adquirió y el haber aprendido a relacionarse con las personas, pero tenía “la necesidad de buscar otra salida laboral para poder alquilar solo, ahorrar, alcanzar distintos objetivos”.
Actualmente sus preocupaciones materiales distan bastante de las historias de la mayoría de las y los jóvenes, eso nos permitió conversar sobre otros temas que se relacionan con el mundo laboral. Por ejemplo, la extensión de la jornada. Para él, sería interesante hacer una prueba piloto de reducción de la jornada y “ver cómo se podría adaptar el banco a esa reducción de horas, para ver si es viable o no”. Entre las razones que encuentra a favor menciona la importancia de la formación. Una vez que finalice la facultad tiene pensado seguir una especialización y considera que para ello sería muy positivo poder tener más tiempo libre. Seguir aprendiendo y perfeccionarse -lo que inevitablemente redundaría en una mejora de la eficiencia de la organización en la que trabaje- podría ser una de las tantas respuestas al interrogante que se plantea Julio Cordero (actual secretario de Trabajo, Empleo y Seguridad Social) en su alocución con motivo del debate del proyecto de ley de reducción de jornada laboral, en marzo de este año. Dijo Cordero: “¿Estamos en contra del trabajo? ¿Para ir afuera a hacer qué?
No doctor, no estamos en contra del trabajo, pero estudiar es uno de los motivos que también tienen los jóvenes.
Cuando conversamos sobre el sindicato, sus funciones y autoridades, sabe perfectamente de lo que hablamos. Está afiliado a la organización que nuclea su actividad y reconoce que el rol que cumple es muy importante “porque cubre y ayuda al trabajador sobre los posibles abusos que haya de los empleadores”.
Pero, “no estoy de acuerdo cuando el sindicato se sobrepasa, a mí me gusta más el tema del equilibrio, todo funciona cuando hay un buen equilibrio”, dice. Y, para graficar sus palabras, menciona un ejemplo de hace algunos años cuando un sindicato, como medida de fuerza, no dejó salir a los camiones a repartir. Para él se debió haber llegado a una solución con una medida más pacífica y, aun reconociendo haber hecho paro alguna vez y así haber logrado mejoras, no comparte las medidas de fuerza extrema como medio para obligar a la patronal a negociar.
“Necesitamos una renovación en política y una riqueza cultural en política”, afirma, cuando le preguntamos su opinión sobre “la política y los políticos”, y cuenta que es una conversación que suele tener con sus amigos.
“Independientemente del partido político que esté de turno son personas con traje que en realidad tienen otros objetivos. (…) Es como un camuflaje, no operan por los intereses por los cuales las personas los votaron”, dice e inevitablemente aparece la indignación y la sensación tan característica que comparten las y los ciudadanos cuando toma estado público algún hecho de corrupción de algún funcionario de turno.
“Al final son todos lo mismo, al final todos arreglan. En el Congreso se dan vuelta”, sentencia. Sin embargo, quizás producto del espacio donde trabaja, donde los vínculos trascienden la relación empleado-empleador/empleado-socio, Emanuel guarda una “leve esperanza de que haya un pequeño cambio” y que “los políticos escuchen lo que estamos reclamando”.
Emanuel no duda al opinar sobre el rol que debe asumir el Estado en materia de generación de empleo y refuerza su respuesta con argumentos técnicos aprendidos en la facultad. Como contador en potencia, puede darse cuenta con facilidad que no es posible “tener las jubilaciones cubiertas si hoy no hay generación de empleo. Eso es alarmante. El Estado tiene que preocuparse y tiene que encargarse de incentivar y generar trabajo para los jóvenes”.
Cuando charlamos sobre la situación económica, entiende que está “bastante complicada la mano”. Arriesga que quienes votaron al presidente actual se están dando cuenta que las promesas que hizo son muy difíciles de cumplir y lanza al aire un mensaje de advertencia: “Hay que ver hasta cuando la gente va a poder aguantar en este contexto. Creo que el gobierno actual vive en una total fantasía, de cómo vive la sociedad”.
Sus frases no contienen un sentimiento de bronca ni de angustia. Como buen técnico, cuya situación social es muy distinta a la de las y los jóvenes que buscan empleo, puede hacer un análisis despojado de la realidad acuciante y hace notar que “a largo plazo si no cambia el rumbo de la política, va a estar más complicado, todavía”.
Sobre el futuro, y aunque apuntamos la pregunta a una dimensión personal en la que contó que gracias a su trabajo puede pensar en independizarse, alquilar su primera vivienda y que ni el desempleo ni el salario son una preocupación para él, no puede evitar hablar del contexto y de su preocupación: “Me afecta ver esto que está pasando en la sociedad, que esté todo estancado. Comercios que se cierran o no tienen movimiento. La gente en la calle. No es que yo estoy bien y ya me despreocupa, me gustaría ver que las ciudades crezcan. Que haya otro nivel y calidad de vida para los que vivimos en Concepción”. En este sentido, Emanuel reclama al Estado (él menciona a los municipios puntualmente, no como señalando culpas sino como primer escalón de gobierno) “que ayude a los jóvenes en su búsqueda laboral y profesional, porque no es fácil cuando estás en el último año del secundario saber qué vas a estudiar o qué te gustaría hacer o qué vas a tener que hacer. Tampoco es fácil la situación actual porque no hay gran cantidad de puestos de trabajo. Yo veo dos inconvenientes: sos chico y no sabes qué querés hacer y, por otro lado, la oferta de empleo existente en la ciudad”.