CON EL ARTE EN LAS VENAS
AGARREN UNA PALA
Maximiliano Sampallo tiene 33 años y una vida rodeada de arte. Su personaje, el Toro, fue la gran atracción de la movilización del 24 de enero. “Marché por la salud mental”, dice. El sueño de convertirse en drag queen y sus noches como barrendero.
“El arte es mi cable a tierra, el 80% de mi cuerpo es arte. Yo produzco arte con las manos y eso pasa por todo el cuerpo. Estoy todo el tiempo boceteando, escribiendo, creando personajes o anotando ideas. El arte es como ir pariendo”, dice Maximiliano Sampallo, el joven de 33 años que se robó toda la atención y las fotos el pasado 24 de enero, en la movilización que acompañó al paro nacional contra la llamada Ley Ómnibus, impulsada por el gobierno de Javier Milei.
Más tranquilo y varios días después, el joven artista contó quién es, de dónde viene y cuales son sus mayores ambiciones.
-¿Cuál es el primer registro que tenés en relación al arte?
-Desde muy chiquito. Mirá lo que te voy a contar: yo tengo tres hermanas mayores y en la escuela decían que ellas me hacían la tarea, entonces un día, con el permiso de mi papá, me dejaron después de hora y me hicieron contar una historia. Yo hice una re historia, en la que la cartuchera era el barco, el lápiz capitán era el capitán de ese barco, las gomas tenían un papel, y así con toda la cartuchera. Todavía tiene guardado ese trabajo mi papá. Las maestras dijeron ‘este chico viene con un estímulo de casa’ y el único estímulo era que, como soy asmático, vivía apestado y mi mamá me sentaba en una sillita y me la pasaba dibujando con crayones y lápices de colores.
-¿Autodidacta desde chico?
-Totalmente, después fui estudiando, formándome. Pero en ese entonces dibujaba, pintaba, cortaba, pegaba y hacía manualidades por mi cuenta. Todo el tiempo. En mi casa nadie hace nada artístico, por eso soy como la ovejita negra. Cuando tenía cuatro o cinco años yo iba a un ballet a ver y un día faltó uno de los integrantes y me invitaron: yo me sabía la corografía de principio a fin, siempre me gustó bailar también.
-¿Qué más te gustaba?
-Vestirme de mujer, desde siempre. Era el paseo del estudiante y el mariposón era yo, obvio. Durante siete años consecutivos no hubo quién me saque la corona. Claro, a diferencia del resto, yo me re producía, me maquillaba, me preparaba para ganar o ganar. Siempre me gustó mucho hacer reír, si no siento que estoy haciendo reír o que le estoy causando algo a la gente, no funciono. Cuando terminé el secundario en el Colegio Nacional había una vacante en el Show de El Ángel, a donde yo iba desde los 14 años. Me ofrecieron ser parte y estuve arriba del escenario durante seis años, fue una época dorada para mí, porque experimenté lo que era el teatro, pararme debajo de una luz, interactuar con el público… Lo viste en la marcha: yo iba metido en el personaje, prendido fuego, mi objetivo fue que el mensaje quede bien claro y creo que se dio.
-¿Por qué marchaste?
-Soy como un ciruja del arte, un adicto al reciclado. El personaje del Toro es íntegramente reciclado. Creo que es mi marca registrada. El Toro tiene que ver con la fábula de la creación de Gualeguaychú, de hecho, iba con una víbora enroscada en la pierna, que al final no llevé. El mensaje decía ‘la salud mental no les importa’, yo creo que a la sociedad le chupa un huevo la salud mental, al gobierno, a casi todos. Un tratamiento psiquiátrico es carísimo, ir a terapia es carísimo, mucha gente queda afuera. Hablar de salud mental sigue siendo un tabú, pero ¿quién no tiene o no ha tenido problemas de salud mental o tiene a alguien en su familia que los tiene? Muchísima gente me escribió por las redes sociales después de la marcha y ahí te das cuenta que es un tema del que hay que hablar. Ese día llegué a casa hecho fleco y a las 12 de la noche entraba a laburar.
-¿De qué trabajás?
-Después de las 12 me transformo en Superbarrendero (risas), me doy unas vueltas y salgo vestido todo de naranja, pala en mano, escoba y a limpiar las calles de la ciudad. Soy parte de una cooperativa de barrido hace más de siete años y el trabajo me ha ayudado a sanar un montón, porque somos 20 compañeros, todos distintos, desiguales, y me he convertido un poco en psicólogo de varios. Me encanta escuchar, me gusta contener, y creo que parte de la salud mental es eso: contener y escuchar. Me reía, porque en la marcha pasó uno en un auto y nos gritó que agarremos una pala, ¡atrevido! si supiera que agarro una pala toditas las noches. Y me encanta, voy contento a laburar, mis compañeros lo saben.
-¿Te definís como transformista?
-Sí, porque es lo que amo. Estoy juntando herramientas para ser y trabajar como drag queen. Desde chico quiero serlo. Estoy en ese camino. Me gusta, además, porque son muchas las disciplinas que tenés que saber: saber maquillarte, saber actuar, saber bailar, saber interpretar.
– Más allá de tu capacidad autodidacta, ¿tuviste formación formal?
-Sí, he hecho de todo. Maquillaje, vestuario, iluminación. Estuve en el grupo Tablas durante tres años, antes de la pandemia, fui estatua viviente mucho tiempo, cosas que me enseñaron muchísimo, sobre todo desde un trabajo interno, para adentro. Ahí aprendí lo que tiene que ver con la formación actoral, como llorar, como reírte, como pararte… Cuando me fui de Tablas conocía Mauri Viviani, que daba un taller de teatro en el CCG (hoy, Centro Cultural Luis María Luján) y dije: ‘es por acá’. Todavía sigo con él.
-Marchaste con ellos, con el Frente Cultural Gualeguaychú, ¿no?
-Sí, es un grupo hermoso. Voy a marchar siempre con ellos y con la gente de salud mental, que medio que nos mezclamos en la calle. Mi lucha, mi revolución y compromiso es con la salud mental y con Alicia Ferrer (referente de Casa Club), a quien le prometí que siempre la iba a acompañar y así va a ser.
-¿En qué andás ahora, más allá de Superbarrendero?
-Hace un tiempito me llamaron de la comparsa Kamarr como actor. Y si hay alguien que no sabe decir que no, soy yo. Soy uno de los hombres primitivos que salen en un destaque de la comparsa, empecé como suplente y después de la primera noche quedé como titular. Me encanta, porque lo que me gusta de las personificaciones es que la gente no sepa quien soy. Cuando la carroza entra al circuito me prendo fuego, soy yo no más. Y también me gusta porque creo que el carnaval es un buen lugar para canalizar mi proyecto drag queen, porque puedo ser el mejor drag del mundo, pero si no tengo donde mostrarlo no sirve de nada.