ACOSO VIRTUAL: NADIE QUIERE TUS DICK PIC

CYBERFLASHING

ACOSO VIRTUAL: NADIE QUIERE TUS DICK PIC

Son las tres de la tarde, la mañana fue agotadora así que, después de comer, te tirás en el sillón a procrastinar un rato. Algo de twitter, un par de reels, algún streaming, tranqui. Te llegan dos notificaciones: un amigo que te invita a tomar mates y otro varón con el que nunca tuviste contacto. Abrís un chat para decir sí, pasame a buscar. Ingresas al otro y te encontrás con una foto íntima: que no pediste, que no querías, que no tenés por qué recibir. El día está arruinado.

Texto: Zul Bouchet

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Ilustración: Tavo Bolzán

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Pese al corto tiempo que tiene su nombre y lo lenta que llegó la justicia para sancionar (en unos pocos países) este tipo de prácticas existe desde el momento en que la telefonía e internet han permitido el envío de fotos.  El cyberflashing es el envío de imágenes o vídeos sexuales sin previo aviso, por ende, sin el consentimiento de quien recibe ese material íntimo. Con frecuencia pasa a considerarse una broma o un acto inofensivo, sin embargo, es un delito grave: no solo por los impactos que puede tener en la víctima, sino también, porque forma parte del acoso virtual, obliga a tolerar una interacción con tinte sexual contra la voluntad del receptor.

 Inglaterra y Gales lo prohibieron formalmente hace un par de meses, en Argentina se puede encuadrar dentro de las penas por exhibiciones obscenas, según el artículo 129 del Código Penal. Lo cuál sería muy útil, si no fuera porque el castigo es usualmente una multa económica relativamente mínima. Y sólo si las víctimas son menores de edad, se puede llegar a una pena de prisión de 6 meses a 4 años, aunque las condenas se ven con poca frecuencia.

 Cabe destacar que quienes denuncian suelen enfrentar aún más violencia, ya que muchas instituciones aún no asumen que después de los 18 años ciertas situaciones siguen teniendo la misma gravedad y afectando del mismo modo e incluso de maneras más profundas.

  Suele asumirse que está acción es insignificante, que cerras el chat o eliminas el mensaje y está terminado, lo que es erróneo. Quienes padecen estas prácticas generalmente son mujeres y disidencias, como si no fueran ya suficientes las vulneraciones, el territorio digital le abre nuevas puertas a la violencia patriarcal. Si bien el género masculino está igual de expuesto, la relación es desigual. De cada diez mujeres, ocho han recibido fotos sin su consentimiento. Los hombres no llegan ni a la cuarta parte de la cifra, así como tampoco se hacen cargo más de la mitad de haber realizado cyberflashing alguna vez.

 Si bien se está poniendo en debate y se realizan actividades para dar a conocer la problemática, aún es insuficiente. Las leyes no pueden incorporar un delito que aún no está claramente tipificado, ni comprendido. Motivo que urge el empezar a hablar, ponerle nombre, exponerlo a pesar del cansancio que genera luchar en una sociedad que está intensificando la crueldad y donde a pocos les importa lo que le pasa a los de al lado.

 Recibir algo que no pediste, te descoloca. El rechazo conlleva la bronca de sentirse indefenso, el saber que alguien sonríe del otro lado mientras vos sentís el asco subiendo por la garganta.

Las dickpics forman una de las múltiples caras del acoso virtual, es machismo que hace uso del anonimato y la facilidad que brindan las redes sociales.

La pregunta es ¿hasta cuándo? Se termina el 2024 y parece que se retrocedió, como mínimo, cien años. Todas las discusiones cerradas se vuelven a abrir, todas las conquistas corren riesgo de ser eliminadas y los terrenos ganados vuelven a ser pisoteados. Se sigue explicando algo tan básico como el consentimiento, lo cuál debería ser aprendido en la misma época que se reconoce que meter los dedos en el enchufe puede hacer daño. ¿Por qué les cuesta tanto? ¿Qué se les cruza por la cabeza dos minutos antes de apretar el enviar?

 ¡Si querrían esas fotos, se las pedirían!