En una coordinación sin precedentes, un conjunto de organizaciones de desocupados decide cortar todos los accesos a la Capital Federal con un listado de reclamos variado, que se resume en el fin de las políticas de hambre y exclusión del ciclo neoliberal más extenso en nuestro país.
Ante esto, otra coordinación, en este caso de fuerzas federales y provinciales, se dispone a liberar los cortes, tomando como epicentro el Puente Pueyrredón, acceso sur a la Ciudad de Buenos Aires.
Encerrados “estratégicamente” entre dos columnas multitudinarias de piqueteros, un grupo de tareas policial, en coordinación con las oficinas de inteligencia de la SIDE, se disponen a generar muertos con munición de plomo, para, luego, plantear que los piqueteros se mataron entre ellos. Así, deslegitimar a los “bárbaros” de “cara tapada y palos”, ante la “civilización” de gobernantes que venían del fracaso institucional y económico que estalló en 2001 y, ahora, planificaban la masacre.
El libro Darío y Maxi, Dignidad Piquetera resulta esclarecedor de la masacre y sus complicidades. Acá el link para conocerlo.
ANTES, ALGUNAS POSTALES
El obelisco envuelto en una columna de humo, proveniente de una camioneta de OCA incendiada y dada vuelta, es testigo del fervor de miles de manifestantes, después del despegue de un helicóptero que lleva a la plana mayor del gobierno en huida.
Las jornadas previas culminan con 39 muertos y más de 300 heridos por parte de las fuerzas del orden.

Claudio “Pocho” Lepratti, auxiliar en un comedor escolar en el Barrio Las Flores, en la ciudad de Rosario, grita, arriba del techo de su escuela: ¡Paren Hijos de puta! ¡Acá solo hay pibes Comiendo! Desde una columna policial proveniente de Arroyo Seco, que llega al lugar para pacificar la zona en medio de la crisis de 2001, el agente Esteban Velásquez abre fuego con su escopeta cargada con balas de plomo, acertándole con una posta en la tráquea, lo que causó a una muerte instantánea
En Salta, Aníbal Verón vuelve de avivar el fuego en la ruta, gomas y humo negro. Con su mujer e hijos, se va a dormir a su carpa, donde resisten en un reclamo que suma muchos despedidos como él, después de 17 años siendo conductor en la empresa de transporte Atahualpa. En ese momento, comienzan a aparecer en los diarios notas que ponen en discusión la colisión entre el derecho a comer y el derecho a la libre circulación. Uno de esos días, llega un juez federal a visitar el lugar y asegura que no se va a reprimir: a los pocos minutos se inicia un brutal desalojo, en medio del cual un efectivo policial se levanta el casco y entre los escudos dispara al rostro del chofer despedido. La ciudad de Mosconi se rebela.
Una vecina común, de un caserío común, de una pequeña ciudad común, asolada por la ola de despidos en YPF, alza la voz valientemente y señala que es la Policía neuquina la que le pega un tiro a Teresa Rodríguez, empleada doméstica que se sumaba al apoyo a la lucha docente, en el marco de las movilizaciones por “Trabajo Digno” que se realizan los desocupados en Cutral Co y Plaza Huincul.
“A los pocos minutos se inicia un brutal desalojo, en medio del cual un efectivo policial se levanta el casco y entre los escudos dispara al rostro del chofer despedido”
Víctor Choque, obrero de Continental Fueguina y despedido en Tierra del Fuego, ocupa una de las plantas de la empresa junto a sus compañeros, también despedidos en masa; el gobernador solicita apoyo de Gendarmería y en la represión es asesinado, transformándose en el primer muerto en situación de protesta desde la recuperación de la democracia.
APUNTES PARA ESE MOMENTO
El movimiento piquetero politizó a una porción muy importante de la juventud argentina y de la población que vivía en la exclusión extrema. El camino era la acción directa. Para ello, tomó lecciones de los movimientos de Derechos Humanos, de las tradiciones de lucha del movimiento obrero, de la teología para la liberación, de las tomas de tierra en los 80 y de un largo etcétera. Puso en marcha la discusión acerca de las formas de organización, sus consecuencias, la posibilidad de existir políticamente más allá de las urnas. Se construyeron referencias, conducción, basadas en procesos democráticos.

El piquetero construyó identidad desde una figura novedosa, que fue la figura del luchador social, con su cara tapada y criterios de autodefensa frente a la represión de las fuerzas de seguridad. Inauguró una lógica de discusión a los medios de comunicación, siempre reticentes a dar cuenta de este novedoso fenómeno.
El 26 de junio de 2002 incluyó todos los aditamentos que la etapa posterior, de institucionalidad y militancia basada en el aparato estatal, o rentada, utilizó como mística y guía política. Aun sin lograr dar el paso de transformar toda esa referencia y organización social en estructura política.
EL SALDO DEL 26 DE JUNIO
La movilización popular fue la que determinó el llamado a elecciones anticipadas de Eduardo Duhalde. La tapa del “gran diario argentino” fue puesta en entredicho ante el vergonzoso titular que planteaba “La crisis causó 2 nuevas muertes”, con la foto en tapa del comisario inspector Alfredo Franchiotti y su segundo, el cabo Leiva, en cacería de Darío Santillán, que había socorrido previamente a Maxi Kosteky. Clarín miente fue la conclusión de la mayor parte de la Argentina, bastante tiempo antes de que Néstor Kirchner le sacudiera el “¿estas nervioso?” a Héctor Magnetto.
La del movimiento piquetero era una “Pedagogía del ejemplo”, eran más importantes las acciones y poner el cuerpo, que las declamaciones y posicionamientos teóricos. Darío Santillán y Maximiliano Kosteky estaban avocados a la militancia en medio del barro, asumiendo un compromiso directo con lo que decían que había que hacer.
La discusión de la historia nacional desde una perspectiva popular fue evidente.
“Clarín miente fue la conclusión de la mayor parte de la Argentina, bastante tiempo antes de que Néstor Kirchner le sacudiera el ‘¿estas nervioso?’ a Héctor Magnetto”
Inmediatamente después de incendiada la Estación Avellaneda para el borrado de pruebas, fue reinaugurada por las organizaciones de desocupados, quienes cambiaron el nombre de un presidente (que tenía como política insigne radicar europeos para desplazar gauchos y criollos como fuerza de trabajo de su nueva argentina) por el de dos jóvenes militantes populares.
La solidaridad y compromiso efectivo de todo el arco del arte y de la cultura, la música, las artes visuales, el teatro, el cine, la poesía y la danza se hicieron presente en el Puente Pueyrredón y en la Estación Darío y Maxi. Y se hacen presentes ininterrumpidamente hace 23 años. Es la ocupación del espacio público: sitio natural de los reclamos de quienes disputan la calle, contra la apatía, incluso, poniendo el compromiso de la vida misma frente a la violencia y el miedo como política gubernamental.
Nos queda la historia, nos queda la lucha y nos queda una frase que se repetía por esos años en los fogones de la memoria: “Quien lucha sabe, pero quien lucha y reflexiona sobre cómo lo hace: pelea mejor”.
captura de pantalla
por Tati Peralta
Darío Santillán. La dignidad rebelde (Miguel Mirra, 2012)
Un retrato íntimo del pibe asesinado a los 21 años. Mirra reconstruye su vida desde las barriadas de Lanús hasta su militancia en el MTD. No es un mártir: es un pibe que repartía comida, pintaba murales y creía en la organización popular. Imágenes inéditas de sus últimos días y el testimonio brutal de su hermano: «Lo mataron por ayudar a un herido. Ese fue su crimen». La cámara sigue la sangre seca en el andén como un mapa del Estado asesino.
ESTACION DARIO Y MAXI, ex Avellaneda (Ricardo Von Muhlenbrock, 2016)
La estación Avellaneda ya no existe: hoy es «Darío y Maxi». Este documental muestra cómo el crimen transformó el espacio público. Activistas que limpian murales borrados por la lluvia, vecinos que señalan el exacto lugar donde cayeron, y los policías que siguen libres. Von Muhlenbrock filma las flores marchitas junto a los rieles como un ritual de memoria combativa. «No fue ‘confusión’: fue emboscada planificada», grita una sobreviviente con el mismo chaleco que usó el 26J.
La Crisis Causó Dos Nuevas Muertes (Sin acreditación, 2002)
El único registro en vivo de la masacre. Cámaras de noticias capturan lo que los medios luego editaron: la carga de caballería, los disparos a quemarropa, los cuerpos tirados junto a la vía del Roca. Sin voz en off, sin música: solo el sonido de balas de goma, gritos y el gemido de Maximiliano Kosteki agonizando. Material bruto que desmiente todas las versiones oficiales. Cada plano tiembla como la mano del que grabó sabiendo que era prueba de un crimen de Estado.