2 AÑOS DE LA MALA

CON SELLO PROPIO

En esta edición, y en el marco de los dos años de vida de la revista, Lucho Peralta cuenta sobre los inicios de este proyecto comunicacional. “Demostrar que se puede generar un producto de calidad sin plata, esa es la alegría primera”, expuso.

Texto: Luciano Peralta | Edición de video: Federico Peralta
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Hace algunas semanas venimos publicando la palabra de quienes hacemos La Mala. La idea, en el marco de los dos años cumplidos en octubre pasado, es contarles qué rol tenemos cada uno en el proyecto. Ya han pasado varias voces (Fede, Isi, Diego, Mariú), y ahora es mi turno.

Soy quien tuvo la idea. Idea que, en un primer momento, fue un programa de radio. Pero, como suele suceder, en el medio pasaron cosas y, afortunadamente, terminó convirtiéndose en lo que es hoy: una revista digital.

En lo personal, me enorgullecen estos dos años de laburo. No tanto por los resultados (que son muy positivos y nos reconfortan), si no por el proceso, por el camino recorrido. La Mala nació de una necesidad íntima de crear un producto con impronta propia, con una estética y una personalidad bien definida y bien diferente a lo que había hecho hasta el momento. También, de la necesidad de abonar a una comunicación que no esté tan pendiente del clic o del like y que se anime a profundizar en esas temáticas que consideramos importantes, aunque parezcan menos atractivas.  

Creo que en nuestro país (y en buena parte del mundo) las instituciones están en crisis, y los medios de comunicación no son la excepción. El modelo de negocio de los medios cruje en una economía que no arranca hace más de una década y la dependencia del poder político es directa en todas y cada una de las empresas de comunicación medianas y grandes.

La precarización laboral se ha vuelto norma, la mayoría de los y las trabajadoras de prensa cobran poco, están en negro o, en el mejor de los casos, perciben salarios acordes a los convenios del sector (que no son más que la institucionalización de la miseria).

Además, más allá de las estructuras mediáticas, lo que está en crisis hace tiempo es la idea misma de información. ¿Qué es informar hoy? ¿llenarse de likes por una pelea de adolescentes a la salida de un boliche? ¿cargar de sangre y sensacionalismo cualquier hecho a cambio de más visitas? ¿ofrecer títulos tramposos y culos de mujeres deseables a la par del “último momento” o del “exclusivo” que nunca es tal?

En eso se han convertido buena parte de los portales de noticias. Un poco por la dictadura del clic (¿quién pone plata en una página que nadie visita?) y otro poco por la crisis misma de la actividad periodística, propia de estos tiempos.

Es que, también, el periodismo hoy compite con miles de comunicadores -llámenle youtubers, llámenle influencers- que muchas veces generan material de mucha mejor calidad que los todavía considerados medios tradicionales. Y, lo que es más importante, varias veces tienen hasta más prestigio y credibilidad que éstos.

Quien no pueda ver esta situación estará condenado, simplemente, a desaparecer. Como están desapareciendo los diarios de papel.

Ante esta realidad, la revista que creamos hace poco más de dos años pretende seguir construyendo otro camino, que valore la calidad sobre la cantidad y se anime a profundizar las discusiones que generalmente no tienen lugar en la dinámica de los portales web, donde, en pocos minutos, todo se convierte en descartable y reemplazable. No importa qué sea, tiene que darle lugar a la “noticia” que viene (hable de la contaminación del agua que bebemos o de algún culo gordo de ocasión, no importa).

Bueno, en eso estamos.

No sin muchísimo esfuerzo y dedicación. Y sin guita, y sin padrinos que banquen desde las sombras.  

En el video que sigue traté de contar mi rol en La Mala y aproveché para contar, también, cómo nació el proyecto. El video puede ser largo y hasta puede aburrir. Además, tiene algunas imprecisiones (en un momento hablo del año 2014 y es 2023, ¡nada que ver!), pero no importa. Es producto de la propia dinámica de la revista: creado en la cocina de mi casa en estos días raros que quedan entre la Navidad y el Año Nuevo, y editado por Fede, mi hermano y parte de la revista, con la edición demasiado encima.

Aun así, creo que refleja bastante fielmente lo que significa este proyecto para mí y cuál es mi función en el mismo.