ELECCIONES 2025

ENTRE EL DESENCANTO Y EL MIEDO, EL GOBIERNO VOLVIÓ A CONECTARSE CON LA SOCIEDAD

Las elecciones legislativas nacionales siguen dejando lugar para el análisis. En esta ocasión, el especialista en gestión pública Diego Labbozzetta desarrolla los principales puntos que, a su entender, tuvieron mayor incidencia en la sorpresiva victoria de La Liberta Avanza el domingo 26 de octubre.

Texto: Diego Labbozzetta | Fotografía: Luciano Peralta
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La victoria del oficialismo libertario en las legislativas del 26 de octubre tomó a todos por sorpresa. Ni siquiera en sus propias filas imaginaban una diferencia tan amplia. Pero el resultado no puede leerse como un voto de confianza. Fue, más bien, “un voto prórroga”, como lo planteo genialmente Zuban Córdoba. Una concesión temporal de una sociedad que, entre la incertidumbre y el miedo, prefirió postergar el conflicto antes que reabrirlo.

Detrás del festejo, el gobierno sabe que ganó más por factores externos y emocionales que por gestión. En una elección marcada por la intervención inédita y disruptiva del gobierno de Estados Unidos, la reactivación del voto antiperonista y el desconcierto del campo popular, el oficialismo logró reconectarse con una parte de la sociedad, aunque sobre bases endebles.

la desconexión

El gobierno empezó a perder sintonía con parte de la sociedad cuando Milei cambió el debate económico por una cruzada cultural contra la llamada “agenda woke”. En lugar de hablar del poder de compra, el trabajo o la producción, eligió pelear contra el feminismo, el ambientalismo o el lenguaje inclusivo. Esa estrategia reforzó la identidad del núcleo libertario, pero desconectó al gobierno del pulso cotidiano, de esa mayoría que no vive en las redes sociales, sino en la economía real. El enfrentamiento woke terminó alimentando el rechazo de muchos y debilitando la esperanza de quienes todavía creían que algo podía cambiar.

DÓLARES PARA LA ESTABILIDAD, LA MANO VISIBLE DE WASHINGTON

La intervención de Donald Trump y su secretario del Tesoro, Scott Bessent, fue directa, financiera y determinante. La visualización de dinero real y concreto que ingresó a los mercados argentinos permitió estabilizar un tipo de cambio al borde del colapso. Sin esa ayuda, Milei habría llegado a las urnas con el dólar desbocado y un clima social explosivo.

“Por primera vez desde la vuelta de la democracia, un gobierno extranjero actuó como banquero electoral de una fuerza política argentina”

Por primera vez desde la vuelta de la democracia, un gobierno extranjero actuó como banquero electoral de una fuerza política argentina. Lo hizo sin disimulo y con condiciones explícitas, el respaldo financiero dependía de que Milei continuara en el poder. Más que un gesto de apoyo fue una apuesta geopolítica. Washington evitó una corrida, pero también ató a la Argentina a una lógica de dependencia que condicionará próximos gobiernos.

EL ANTIPERONISMO COMO REFUGIO EMOCIONAL

Si la asistencia de Trump contuvo la crisis económica, el antiperonismo hizo el resto. El miedo al regreso del kirchnerismo fue el principal organizador del voto opositor. Sectores sociales que hasta hace poco dudaban de Milei, terminaron optando por “la continuidad del mal menor”.

La política argentina, una vez más, se estructuró en torno a un rechazo antes que a una esperanza. El gobierno logró rearmar su base electoral apelando al reflejo condicionado de quienes asocian al peronismo con desorden, inflación y pasado. Pero detrás de ese voto negativo no hay una adhesión duradera, sino una reacción defensiva frente a un país que sigue sin ofrecer horizontes estables.

En el Colegio Nacional Luis Clavarino, como en todo el país, el domingo 26 debutó la Boleta Única Papel (BUP) en el sistema electoral 

EL PERONISMO, ENTRE LA DISPERSIÓN Y LA AUTOCRÍTICA PENDIENTE

Del otro lado, el peronismo llegó desorganizado, sin conducción nacional ni estrategia unificada. Florece en el sentimiento de la militancia intelectual: “o cambiamos, nos modernizamos y ofrecemos una mirada distinta, o terminamos como los correligionarios”. En algunos distritos, la falta de coordinación entre expresiones locales terminó regalando bancas al oficialismo.

A esa desarticulación se suma el desgaste del relato kirchnerista, que no logró actualizar su vínculo con las nuevas demandas sociales. El resultado no fue solo electoral, fue simbólico. Esta vez, el campo popular se expresó más por nostalgia que por un proyecto de futuro.

UN PAÍS PARTIDO EN TRES: PERONISTAS, ANTIPERONISTAS Y APÁTICOS

La elección dejó al descubierto una sociedad partida en tercios: el núcleo duro peronista, el voto antiperonista consolidado y una franja apática, silenciosa, que define los resultados según el humor social. Ese tercer grupo, más emocional que ideológico, eligió postergar el conflicto antes que reabrirlo, otorgando al gobierno un respiro que difícilmente se repita.

Esa “prórroga de la esperanza”, obviamente no fue un cheque en blanco. Fue una tregua. Si en los próximos meses no se traduce en mejoras tangibles de bolsillo, la paciencia se agotará con la misma velocidad con que el Tesoro norteamericano retirará su respaldo.

 “El resultado no fue solo electoral, fue simbólico. Esta vez, el campo popular se expresó más por nostalgia que por un proyecto de futuro”

LA ILUSIÓN DE LA CONTINUIDAD

El oficialismo celebra su nueva fuerza parlamentaria y una estabilidad que, por ahora, se sostiene más en la percepción que en los hechos. Pero el dato estructural permanece: sin una matriz productiva exportadora sólida, Argentina sigue sin generar los dólares que necesita para sostener su deuda y su modelo económico. La experiencia demuestra que, tarde o temprano, heladera mata relato. Y cuando el bolsillo aprieta ningún discurso alcanza para disimular la falta de resultados. Los festejos podrán disimularlo por un tiempo, pero no resuelven el problema de fondo.

En ese contexto, la “victoria inesperada” parece, más que un triunfo político, una combinación de circunstancias fortuitas, en la que una asistencia externa oportunista, un antiperonismo movilizado y un peronismo desorientado ofrecen como resultado un país que, una vez más, confunde la estabilidad momentánea con el cambio estructural.

El gobierno logró reconectarse nuevamente con parte de la sociedad, sí, pero lo hizo a través de una combinación inestable de rechazo y esperanza. Rechazo al pasado reciente y esperanza de que esta vez algo cambie. Esa mezcla explica el resultado, pero también su fragilidad. No hubo adhesión plena ni convicción duradera, apenas una pausa en el conflicto. En la Argentina de 2025, la gobernabilidad sigue siendo un bien escaso y la prórroga que otorga la sociedad, hecha de expectativas y temores, es un crédito que se cobra rápido.