LAS PANTALLAS Y EL CONTACTO CON DESCONOCIDOS

ROBLOX: UN MUNDO ADICTIVO Y PELIGROSO

Jugar en una aplicación que se define como “el universo virtual definitivo que te permite crear, compartir experiencias con amigos y ser todo lo que puedas imaginar” parece prometedor. Sobre todo, para los chicos. Pero ¿qué hay detrás de esta plataforma?

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PRIMERO LO PRIMERO: LAS PANTALLAS

La presencia de la tecnología en la vida cotidiana ya no se discute en casi ningún sentido: llegó para quedarse y atraviesa todos los ambientes en los que vivimos. Trabajamos, estudiamos, nos comunicamos y nos entretenemos a través de dispositivos que, sin duda, ofrecen ventajas. Pero también presentan riesgos, sobre todo cuando se trata de la infancia. 

En diálogo con La Mala, la psicoanalista especialista en niños, María Laura Esteybar, subraya que “las pantallas muestran sus dos caras: por un lado, nos permiten estar conectados, pero al mismo tiempo nos sumergen en falsas urgencias, generan dependencia y nos quitan calidad en los encuentros humanos”.

Esteybar destaca que la forma en que los adultos acompañan a sus hijos en la relación con la tecnología es clave. Y aquí surge la pregunta central: ¿puede una pantalla reemplazar la presencia humana? “Nunca. El lenguaje de la pantalla no es el de las emociones ni del contacto físico. Los niños necesitan adultos disponibles, empáticos, que alojen y sostengan. Necesitan juego, movimiento libre, exploración y vínculos amorosos. Todo eso no es reemplazable por un dispositivo”, afirma Esteybar.

El juego ocupa un lugar central en este planteo. Para la especialista, jugar es un proceso constitutivo, es uno de los lenguajes fundamentales de la infancia: “El juego es hacer, es poner en juego el mundo interno. Es fantasear, crear, explorar; es un modo de elaborar. A través del jugar los niños descubren el mundo y crean modos de relacionarse, ponen en juego sus fantasías, sus miedos, sus conflictos, elaboran emociones y se conectan con su mundo interno. El exceso de pantallas va en detrimento del juego y del jugar”.

“Tanto la Organización Mundial de la Salud (OMS) como la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) hablan sobre el impacto de las pantallas, hablan de edades determinadas para su uso y tiempos determinados. En la infancia, siempre bajo supervisión de un adulto. Sabemos que su uso tiene distintas implicancias: por ejemplo, menor capacidad de atención sostenida, dificultades para esperar o tolerar frustraciones, problemas en el lenguaje, más ansiedad, obesidad y sedentarismo, problemas de sueño, etcétera”, subraya la licenciada en psicología.

“El lenguaje de la pantalla no es el de las emociones ni del contacto físico. Los niños necesitan adultos disponibles, empáticos, que alojen y sostengan. Necesitan juego, movimiento libre, exploración y vínculos amorosos”

El desafío, sin embargo, no pasa solo por limitar o prohibir. También es necesario acompañar y supervisar. Esteybar remarca que los dispositivos deben ser introducidos con cuidado, teniendo en cuenta muchas variables (como la edad, de qué modo se ofrecen, en que tiempo y forma, con qué objetivo): “Lo riesgoso no es tal juego o tal otro, sino que un niño quede solo frente a una pantalla sin un adulto que pueda anticipar los riesgos y ofrecer cuidado”.

EL “MUNDO ROBLOX” Y EL GROOMING

En los últimos años, Roblox se convirtió en uno de los universos virtuales más populares entre niños y adolescentes. Se trata de una plataforma en línea que no solo permite jugar, sino también crear juegos propios y compartirlos con millones de usuarios en todo el mundo. La mecánica es sencilla: cada jugador arma su avatar, explora mundos creados por otros y se conecta con desconocidos a través del chat y de las dinámicas interactivas. Esa apertura, que lo vuelve tan atractivo, también es lo que despierta las mayores preocupaciones: el contacto directo con extraños en entornos difíciles de controlar.

Los riesgos dejaron de ser una advertencia abstracta para transformarse en casos concretos. En Estados Unidos, una familia demandó a la empresa tras el suicidio de un adolescente que, según sostienen, estuvo expuesto a grooming y acoso dentro de la plataforma. En España, investigaciones periodísticas revelaron la presencia de depredadores sexuales que utilizaban el juego para contactar menores bajo perfiles falsos. Incluso, gobiernos como el de Catar optaron por bloquear completamente el acceso a Roblox, argumentando la falta de garantías de seguridad para sus usuarios más jóvenes.

En Argentina el problema también está presente. Uno de los casos más recientes ocurrió en Cipolletti, donde un adulto se hizo pasar por un chico dentro de Roblox para entablar conversaciones con una menor. El episodio reavivó la preocupación sobre el grooming, un delito que consiste en que una persona adulta contacte a un niño, niña o adolescente a través de internet con la intención de ganarse su confianza, manipularlo y, en muchos casos, obtener imágenes íntimas, concretar encuentros físicos o ejercer algún tipo de abuso.

El grooming no siempre comienza con un mensaje explícito: puede disfrazarse de amistad, de interés compartido en un juego o incluso de ayuda virtual. Con el tiempo, el agresor suele aislar a la víctima de su entorno, pidiéndole que guarde secreto y llevándola hacia situaciones de riesgo cada vez más graves. Por eso, cuando se trata de plataformas masivas y abiertas como Roblox, en las que miles de jugadores interactúan en simultáneo sin conocerse en la vida real, el terreno es especialmente propicio para que estos delitos ocurran.

En ciudades del interior del país, las fiscalías y áreas de cibercrimen vienen advirtiendo que cada vez más denuncias se originan en juegos online, y que no alcanza con repetir el viejo consejo de “no hablar con extraños”: hoy los extraños entran por la pantalla, con un avatar y una propuesta de juego que, a simple vista, puede parecer inofensiva.

“En estos juegos no siempre sabés con quién se están conectando tus hijos. Puede ser otro niño, un adolescente o un adulto. Es ahí donde debemos estar atentos, ya que podrían quedar en situaciones de riesgo”, advierte Esteybar en la misma línea.

La psicóloga explica que, en muchos casos, los padres, los docentes o alguien de su entorno son quienes detectan indicios de que algo anda mal: retraimiento, necesidad de pasar mucho tiempo a solas frente a la pantalla, cambios de hábitos, tristeza o ansiedad. “Cada vez recibimos mas consultas en relacion a esto. Se acrecienta y se hace necesario desde distintos ámbitos (salud, educación y otros) visibilizar la problemática, informar, hacer prevención, asesoramiento y acompañamiento. Pero el rol principal lo tienen los adultos en casa: debemos estar en alerta, acompañar y educar para lo que se llama un uso responsable de las pantallas”

“En estos juegos no siempre sabés con quién se están conectando tus hijos. Puede ser otro niño, un adolescente o un adulto. Es ahí donde debemos estar atentos, ya que podrían quedar en situaciones de riesgo”

Además, la profesional insiste en que la clave no está en demonizar la tecnología, sino en darle un marco. “Un celular o un videojuego no son ni buenos ni malos en sí mismos. Lo importante es cómo y cuándo se introducen, cuánto tiempo se usan y, sobre todo, si están acompañados por un adulto. Los niños no pueden manejar las pantallas solos”.

En cuanto a Roblox, la psicoanalista de niños señala que su atractivo radica en su lógica expansiva: “Es un juego que no tiene final, siempre se puede entrar a otro espacio, a otro mundo. Eso convoca y demanda a los chicos de distintas edades”. Sin embargo, lo que a simple vista parece inofensivo puede convertirse en un riesgo: “En Roblox puede haber un niño, un adolescente o un adulto jugando al mismo tiempo, y esa falta de restricción expone a situaciones de mucha vulnerabilidad. No es un juego violento en apariencia, pero justamente eso lo hace más peligroso, porque los chicos lo viven como un espacio seguro cuando no siempre lo es”.

Al hablar de límites, Esteybar prefiere las palabras “supervisión”, “acompañamiento” o “presencias” antes que sólo control. “Se trata de poder estar presentes, de sentarse al lado, mirar juntos qué están haciendo, conversar, establecer rutinas, límites, hábitos. Porque frente a una pantalla no solo hay diversión: también puede haber riesgos que un niño no está preparado para detectar ni enfrentar”, concluye la profesional.