POR LAS CALLES PALESTINAS
COLOR PIEDRA
El 29 de noviembre fue el Día Internacional de Solidaridad con el Pueblo Palestino. Aunque vivimos del otro lado del mundo, bien vale traer un poquito de allá a estas tierras.
Celeste el cielo, gris graffiti el muro, partimos bajo la sombra de la iglesia donde nació Jesús. De ahí, en camioneta (no en burro) hacia arriba y hacia abajo por las calles de Belén, acompañados de la charla amable de Arafat, un nombre común de esos pagos.
Pasamos delante de un portón del muro del apartheid (que es un muro común también), recorremos un callejón de hormigón y, al doblar a la izquierda, una bruta llave corona, una entrada bien árabe.
Campamento Aida, Refugee Camp: allí viven palestinos de 59 aldeas diferentes corridas de su tierra, tanto en el 48, como el 67, y la progenie de toda esa historia. Desde la esquina se domina toda la bajada hasta otra puerta con torreta de vigilancia y, como dice un compañero, nos hacen una demostración de fuerza cuando llegamos. Los gurises.
Un par de pibes corren por la calle, gritan, un toque excitados por nuestra presencia, y por unos jueguitos con la bocha que aquí podrían ser modestos pero que en Palestina te convierten en Maradona (o, según ellos, en Messi).
Hay un mínimo escarceo en una casa del otro lado de la puerta con la llave gigante, cuando lanzan unos gases que vienen desde la torreta. Son de “última tecnología”: el proyectil sale disparado y cuando llega a la parte más alta de la curva, ¡TRACK! Se separa en tres. Los pibes los patean a un lado, devuelven insultos y algarabías, y la policía palestina (sin armas) viene a controlar. Después… fin. Volvemos a hablar normalmente y a dar una vuelta por las callecitas adentro del campo de refugiados.
Como las plantaciones de olivos o de dátiles, como las aldeas que subsisten aquí y allá, o como las áreas comérciales de las grandes ciudades (Ramallah, Hebrón o Jericó), los campos de refugiados son un ecosistema social moderno. En Palestina tienen sus códigos: no podés entrar de una por cualquier lado, sino acompañado. Das una vuelta, un poco de recorrida, ves unas pintadas y empezás a formarte en su sufrimiento y resistencia. Cuando los enfocás con la cámara, unos gurises colgados del alambre tejido de una escuela de la ONU se corren y te dicen que no. La puerta celeste de metal debajo tiene algunos huecos de bala.
En los campos de refugiados hasta los símbolos son distintos: está la llave del regreso, están los afichitos con la cara de los mártires y presos, y Hamdala, que no se dará vuelta hasta que no regresen todos los refugiados a su tierra.
La hospitalidad es una característica musulmana heredada de una época nómade, en la que no se le puede negar una mano a quien el azar ha puesto en tu camino (al menos sostenemos ello cuatro generaciones de Abu Arab y de El Jatip). El trato que nos brindan es el mismo que cualquier amigo o conocido ha recibido al llegar a casa.
Por ahí pasa gente con las bolsas de las compras como en cualquier pasillito de aquí nomas. Si pateaste el Munilla o La Cuchilla en Gualeguaychú, Chingolo o Lugano, un conventillo en la Boca, la 31, Carballito en Tucumán, Oña en Córdoba, Maganano o Villa Moreno en Rosario, te parece un lugar conocido. Hay que andar con códigos.
También te puede resultar similar el hecho de que más o menos tres veces a la semana entra un grupo de uniformados a hacer inspecciones, requisas o a entrenar su mano dura. En este caso, como parte del estricto servicio militar del “país vecino” y ocupante.
Entran con miedo, disparan con miedo también. Se forman en el terror y revive el origen de esa injusta situación.500 metros de lado y 500 metros de largo y 30.000 refugiados viviendo. En ese lugar de Cis Jordania el cálculo es similar a la densidad de población que existe en la Franja de Gaza. Se amasa pan, se vende en un almacén y se saluda al pasar.
¡Salam!
Otra característica remarcable es que realizan sesudos análisis políticos, cualquier persona. De coyuntura y a largo plazo, bastante complejos, por cierto. Solo he compartido este extraño rasgo previamente con el pueblo cubano. Es asombrosa la cantidad de variables que manejan con autoridad, como una trama que se va posando siglo tras siglo en un lugar desde donde hace 10.000 años se escribe la historia de la humanidad, con actos y libros.
Así es Palestina. Así será. No hay vuelta atrás en su historia…Sino un sabio empecinamiento con el futuro.